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«Las cenizas del Cóndor», la novela sobre el Plan Cóndor donde la realidad supera a la ficción Uruguayo Fernando Butazzoni presentó la obra durante la pasada Feria del Libro de Santiago

«Las cenizas del Cóndor», la novela sobre el Plan Cóndor donde la realidad supera a la ficción

Basada en hechos reales, cuenta la historia de un joven que cree ser hijo de desaparecidos y cuyo padre es un ex oficial de Ejército. Pero la novela está llena de episodios donde la realidad supera la ficción, como cuando la inteligencia de Alemania Oriental (Stasi) se involucró en un fracasado intento –mediante un pasaporte falso que no llegó a tiempo por culpa de una revolución en Etiopía- por salvar al general Carlos Prats, o de cuando el príncipe italiano Junio Valerio Borghese se reunió con el dictador Augusto Pinochet ese mismo año para coordinar una alianza anticomunista mundial.


“Las cenizas del Cóndor” (Editorial Planeta), una novela sobre el Plan Cóndor, fue presentada el sábado en la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA). El libro del escritor y periodista uruguayo Fernando Butazzoni  (Montevideo, 1953) fue presentado por su colega Francisco Martorell.

lascenizasdelcondor

“En este libro se muestra con absoluta precisión cómo funcionaba el aparato represivo, y en el caso chileno, cómo operaba la sociedad entre Pinochet y el Mamo Contreras. ‘Las cenizas del Cóndor’ es un gran aporte para todos nuestros países en la comprensión de lo que ocurrió en aquel tiempo”, ha dicho Martorell sobre el texto.

La novela está lleno de episodios donde la realidad supera la ficción, como cuando la inteligencia de Alemania Oriental (Stasi) se involucró en un fracasado intento –mediante un pasaporte falso que no llegó a tiempo por culpa de una revolución en Etiopía- por salvar al general Carlos Prats, asesinado en Buenos Aires en 1974, o de cuando el príncipe italiano Junio Valerio Borghese se reunió con el dictador Augusto Pinochet ese mismo año para coordinar una alianza anticomunista mundial.

Basada en hechos reales, la novela cuenta la historia de un joven uruguayo que sospecha ser hijo de prisioneros políticos desaparecidos durante la dictadura y cuyo padre de adopción, un capitán del Ejército, se suicida tras dejar un duro testimonio de su paso por los servicios secretos. Un periodista -el propio autor de la novela- se aboca a desenredar una oscura madeja de engaños y contradicciones que lo llevará hasta las entrañas del mismísimo KGB soviético.

Sin intención

Fernando Butazzoni

Fernando Butazzoni

El autor aclara que su primera intención no era escribir una novela sobre el Plan Cóndor, pero que la historia y la necesidad de explicar el contexto al lector lo llevaron a ello, con lo cual de paso dio origen  a una de las pocas obras de ficción que hay sobre ese esquema represivo. “En ese sentido es una novela muy ambiciosa, porque traté de abarcar todo lo que pude”, confiesa.

Para Butazzoni, el problema del pasado reciente de América Latina es que hasta ahora se ha abordado en “estudios fragmentados –lo que pasó en Chile, lo que pasó en Argentina, el papel de Pinochet o Contreras”- pero la interconexión de todo eso está muy poco desarrollada”. Y a eso apunta su libro.

Al igual que su libro, Butazzoni no es un personaje cualquiera. Mirando su biografía, también parece de novela: en 1972, a los 19 años, los militares lo fueron a buscar a su casa por su militancia en el movimiento izquierdista Tupamaros. Huyó de Montevideo al Santiago de Chile de la Unidad Popular, y en agosto de 1973 se fue a Cuba. Seis años después, como combatiente, estaría presente en la toma de Managua, junto a los sandinistas. Luego vivió en Suecia e Italia, de donde es oriunda su familia, antes de volver a su país en 1985.

Los orígenes

El origen de la novela está en un hecho real ocurrido en 2000, cuando Butazzoni era parte de un programa radial donde dialogaban personajes de distinto color político –entre otros el entonces legislador y hoy presidente José Mujica y un ex general de Ejército- sobre los sucesos ocurridos durante la dictadura (1973-1985).

Un día, un muchacho llamó a Butazzoni y le dijo que sabía dónde estaban enterrados algunos desaparecidos. El encuentro con este joven –adoptado por un ex oficial de Ejército- fue el disparador de una investigación que abarcó más de diez años, y que el autor optó por transformar en novela porque la narrativa le daba más facilidades que la crónica periodística para contar la historia.

“Comencé a investigar y terminé descubriendo una historia que es la que cuento en el libro, sobre una uruguaya que se tiene que exiliar en Chile, termina presa en Argentina y es salvada por un oficial de los servicios de inteligencia, un torturador. Ahí se me plantearon dilemas morales muy serios, porque al tipo le dieron la mujer para matarla, y en vez de eso le salvó la vida”, comenta.

Sin maniqueísmos

Se trata, pues, de una historia sin maniqueísmos. Aquí no hay guerrilleros buenos y represores malos, sino más bien matices, como en la vida misma. “En realidad no opté por no ser maniqueísta. Opté por contar lo que yo sabía de una historia, y esa historia es como es. Es como la canción de Silvio Rodríguez, ‘si un hombre roba comida y después da la vida, ¿qué hacer?’”.

Y aunque esperaba tener críticas por “humanizar” a un torturador, señala que “al menos en Uruguay y Argentina los lectores han comprendido que la realidad fue así de compleja y de no-maniquea, y que las historias humanas hay que comprenderlas en su complejidad, no esquematizarlas diciendo ‘estos están de este lado, y estos del otro’”.

Después de publicarse el libro de hecho aparecieron más historias por el estilo, como la de un militar preso por varios asesinatos en Uruguay que también había salvado la vida de varios amigos y parientes. El propio Butazzoni ya había escrito en 1986 una novela basada en hechos reales, “El tigre y la nieve”, sobre una uruguaya que durante la dictadura es detenida en el campo de exterminio de La Perla, en Argentina, y establece un vínculo con un militar que se enamora de ella.

¿Cómo juzgar a estos “salvadores? Para Butazzoni es ineludible que primero haya un juicio penal. “Creo mucho en la necesidad de llevar a los criminales que actuaron durante la dictadura ante los tribunales para que se los juzgue, un área donde aún hay una deuda importante”, dice. “Pero después hay otro tipo de juzgamiento que es individual y humano, y en eso no puedo dictaminar. Cada uno pensará, sentirá, opinará de acuerdo a su escala de valores y también a su propia historia y realidad”.

En el curso de la investigación para “Las cenizas del Cóndor”, el autor se debió sumergir en numerosas libretas del padre del protagonista y le surgió un complejo de culpa “por humanizar al tipo en ese proceso. Y después dije: ‘no, es al revés. Porque es muy fácil deshumanizarlo’”.

“Lo terrible es que este tipo era un ser humano, capaz de tener buenos sentimientos como lo demostró. Por eso creo que uno de los elementos a entender, desde el punto de vista individual, es la complejidad del alma y las relaciones humanas”, dice.

Mitos sobre el Plan Cóndor

La militancia política le permitió a Butazzoni saber desde muy temprano, a mediados de los 70, sobre el Plan Cóndor, que cobró la vida de muchos de sus compañeros, incluido un amigo de infancia, Juan Errandonea, desaparecido en Argentina en 1976 a los 21 años. “Recibía mucha información que el común de la gente no recibía. Me enteré de los secuestros en Argentina, de casos de gente que había sido trasladada de Argentina a Uruguay, de Argentina a Chile”, relata.

Aún así descubrió, escribiendo este libro, “que sobre el Plan Cóndor se sabe menos de lo que debería saberse, y que había algunos preconceptos que eran erróneos”.

Por ejemplo, según la historia oficial, el Plan Cóndor fue establecido el 25 de noviembre de 1975 en una reunión realizada en Santiago de Chile entre Manuel Contreras, el jefe de la DINA, y los líderes de los servicios de inteligencia militar de Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay.

Sin embargo, Butazzoni asegura que ya funcionaba desde mucho antes, y apunta a que en febrero de 1974 hubo una reunión en Buenos Aires bajo el gobierno democrático de Juan Domingo Perón, donde estuvo Contreras y el subjefe de la Policía Federal Argentina, Alberto Villar, que luego moriría en un atentado, además de funcionarios de inteligencia de los otros países ya nombrados.

En el esquema represivo, al escritor desde siempre le ha llamado la atención el papel de Pinochet, “un ser tenebroso por un lado, pero por otro de una ingenuidad casi infantil. Pensaba que sus actos y sus dichos no iban a tener nunca una consecuencia. Se creía inmortal, como que nunca le iba a pasar nada, que nunca se iban a enterar de nada. ¿Cómo vas a matar un tipo en el centro de Buenos Aires (Prats) y a otro en Washington (Orlando Letelier, en 1976) y pensar que eso va a quedar así? Tenía que tener algo que no funcionaba bien… omnipotencia… lo que fuere”.

El pasado presente

Hasta ahora, el libro ha sido un éxito, a pesar de que para algunos el tema de la memoria histórica agota. Para Butazzoni, en cambio, cuatro décadas después aún seguimos hablando de estos sucesos “porque no terminamos de resolver el contencioso que hay allí. Son heridas que no cicatrizan nunca, porque no son físicas, son espirituales, que siempre van a estar ahí. Yo creo que hay que hacer una reflexión profunda, colectiva, a largo plazo”.

“Seguimos hablando porque las cosas que pasaron fueron muy gruesas, en países supuestamente democráticos, liberales, civilizados, donde se decidió barrer con la oposición a sangre y fuego, y terminaron matando a miles de personas, que dejaron miles de deudos, miles de preguntas, miles de rencores…”, reflexiona.

A eso mismo apunta el título. “Ahí hubo un gran incendio que nos quemó a todos como sociedades, y después el viento dispersó las cenizas, pero no se evaporaron, no desaparecieron. Juntar esas cenizas es una tarea que creo que hay que hacer. No lo puede hacer una persona sola, ni siquiera un país solo. Es un esfuerzo que tiene que ser sistemático, prolongado y colectivo, que va a ser largo, pero al final nos va a dejar mucho más aliviados”.

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