Publicidad
Antonino Ballestrazzi, director Cine//B: “Estamos todos muertos, todos los festivales” El certamen independiente se extiende desde 22 al 26 de noviembre en el ex Teatro Italia

Antonino Ballestrazzi, director Cine//B: “Estamos todos muertos, todos los festivales”

A un día de que comience el festival de cine independiente, el director del certamen critica duramente el formato de los festival de cine en Chile, que en su opinión no son más que una forma de “acción cultural” y el mecanismo para ganarse fondos concursables, en lugar de manifestar un interés real por las películas. Para marcar la diferencia, desde el punto de vista de los realizadores, estos ya no tiene que gastar dinero en enviar copias, sino simplemente archivos; y desde el punto de vista del espectador, el festival extendió su programación a todo el año, de modo de ir mostrando un foco mensual.


Este sábado, en el ex teatro Italia, parte la Séptima Versión del Festival de Cine//B, un festival que –según su director, Antonino Ballestrazzi– “se suicidó el año pasado”, cuando decidieron darle una vuelta de tuerca a la forma habitual en que se realizan los festivales de cine en Chile.

El cambio fue abandonar la pretensión de que en una semana o en un par de días, mostrando películas, se contribuía a la creación de audiencias. Para Ballestrazzi, quien no oculta su vehemencia y ácido sentido crítico a lo que se realiza en términos culturales en el país, afirma que todo ello es falso, inconsistente, y razón suficiente para plantear un esquema diferente.

“Quisimos transformar Cine//B en un festival mensual para dar oportunidad a estas películas (que no tienen cabida en otros festivales) y a los espectadores para que puedan descubrirse. Apagar la tele y reconocernos. Crear un hábito. Fomentar una nueva visión”, dice.

De este forma, quedó para noviembre la Competencia y en diciembre la ‘Itinerancia’. A partir de marzo, viene ‘El nuevo cine chileno’; en abril, ‘Música’; en mayo, ‘Resto del Mundo’; en junio el foco ‘Post-Porno’; en julio, ‘B Junior’; en agosto, ‘La Experiencia’; en septiembre, ‘La Memoria’; y en octubre, ‘Cintas de Terror’.

Un festival distinto

Durante varios años el Festival Cine//B, organizado desde la Escuela de Cine de Chile, fue calificado como un certamen experimental, con películas “raras” que se escapan de los convencionalismos audiovisuales y estéticos, y realizadas con bajo presupuesto.

Sin dejar de ser ello –pero no tan solo ello– el festival, como lo definen sus organizadores, es más un espacio que un encuentro. Un espacio para aquellas producciones nacionales e internacionales que quedan marginadas de los festivales, para que muestren sus realizaciones en el formato que sea, pero, más importante que eso incluso –sostienen–, para que los espectadores puedan ver que el cine chileno no es sólo lo que llega a salas comerciales o aquel que se presenta en festivales con gran despliegue publicitario. En esos términos, los festivales convencionales –desde Cannes a Valdivia– ya murieron, terminó su tiempo, según Ballestrazzi.

Antonino Ballestrazzi

Antonino Ballestrazzi

“Estamos todos (los festivales) muertos. Lo interesante es que Cine//B se suicidó el año pasado. Asumimos que una semana de películas no cumple con la formación de audiencias que necesita el cine chileno. La gente le presta más interés a la farándula, a la alfombra roja, que a la programación de los festivales más ‘grandes’. Y sin duda muchos festivales validan este formato de difusión. Muchos festivales en regiones han sobrevivido por este sentido de ‘paseo de curso’ que tiene para los vinculados con el cine. El público de estos eventos va en baja o se conforma solamente de grupos universitarios. Mucho lobby, mucha fiesta y poca película. El hito de una semana desaparece en unos días y los hábitos del público vuelven a lo que ya sabemos”, comenta Ballestrazzi.

Lo hábitos, dice el director, están directamente relacionados con “el prejuicio de que el cine chileno es aburrido, depresivo y político”. O, peor aún –recalca–, que piensan que la única alternativa que existe son las películas cómicas, de exclusiva vocación comercial, como las de Stefan Kramer, que a su juicio son una “respuesta al patético sentido farandulero del entretenimiento”.

“La única forma para que esto cambie es que descubran el otro 90% del cine chileno que no llega a salas y que, obviamente, a la televisión no le interesa exhibir”, dice.

“Es una pésima noticia que Kramer sea la película más vista. El público de nuestro país con suerte va una vez al cine al año a ver una película chilena. Este tipo de pieza audiovisual es una ‘no-película’, un capítulo televisivo de muy baja calidad, un oportunismo mercantil astuto. Es más rentable hacer una denominada película, que recorrer los casinos de Chile presentando un espectáculo. Nada de eso tiene que ver con el cine. Los que realmente están ocupados del cine y la cultura realizan obras que recorren el mundo ganando premios y validando a los nuevos realizadores”, argumenta con vehemencia.

El circo de los festivales

El crecimiento de los festivales de cine en Chile ha sido explosivo. Existen más de 35 certámenes de los más distintos temas, enfoques y convocatorias. Ese auge, de acuerdo a este director, no responde a un interés genuino de las películas, sino a una acción cultural, cuya acción vocacional es la de ganarse fondos concursables.

“El auge de los festivales de cine en Chile es gracias al Fondart y no a las películas. Se transformó en una gran oportunidad de organizar ‘acción cultural’ regional. Ganarse la lotería de los fondos”, resume Ballestrazzi, poniendo énfasis en lo que él considera ya un eslogan: “Primero ganémonos los fondos y luego vemos lo que hacemos”.

Con una marcado rechazo a los críticos de cine, a quienes califica de “artistas frustrados y de discreta preparación”, apunta sus dardos contra aquellos festivales que ponen en la dirección y programación a estos profesionales.

“(Ellos) están mucho más interesados en sacarse una foto con su director favorito (y presentar por las redes sociales a su nuevo amigo) que tomarse el trabajo en serio y darles una oportunidad a espectadores carentes de espacios para una nueva visión del mundo y para realizadores que buscan encontrar a este público. Y todo esto por tres mil pesos la función. Algo no me funciona en esto. Los festivales no pueden ser solamente escenario de las películas de sus amigos. Organizar festivales no puede ser solo financiar tus vacaciones en Cannes. Ir a un festival no puede ser solo lucir tu traje de $2 millones para la foto de la prensa. En medio de todo esto, las pequeñas películas y los jóvenes realizadores en un rincón, tratando de entender este circo. Después de esto no queda más que emborracharte”, afirma.

El circuito independiente

Con la idea de hacer algo de historia, Florencia Dupont, argentina, y programadora del Festival Cine//B, explica que el evento cinematográfico comenzó hace 7 años y que en su primera versión fue solo de alcance nacional.

“El gran cambio que hubo en ese momento es que la mayoría de los festivales, al igual que las salas de exhibición, pedían las copias en 35 mm, lo cual implicaba cierta inversión que no todos los realizadores estaban en capacidad de cubrir, entonces el emblema del primer festival era que solo se exhibirían películas en formato digital, en DVD, beta, pero no en 35mm, y esta era la mayor diferencia con los otro festivales”, recuerda.

Esta diferencia –cuenta– permitió abrir un espacio a nuevos realizadores que no tenían la posibilidad de mostrar sus trabajos en una sala, constituyéndose más tarde en el motor de crecimiento de este festival, de modo que en un principio había solo en una sala, al tercer año ya eran tres y para el cuarto año eran 16 las salas en Santiago, más exhibiciones en paralelo que se daban en Valparaíso, Punta Arenas y Antofagasta.

Si bien hace unos años hacer cine digital era excluyente, hoy por hoy todos trabajan en este formato, por esto es que para los organizadores de Cine//B la integración de los cineastas independientes está en el hecho de ofrecer espacio a aquellos realizadores que no tienen el dinero para sacar suficientes copias.

“El tema es que en Chile no existe un circuito alternativo para el cine independiente. Ahora hay un nuevo acuerdo de exhibición, pero que es bastante excluyente porque se exigen 10 copias a los productores y no todos tienen o pueden financiar esto, entonces el tema de este festival es dar la posibilidad de dar visibilidad a jóvenes realizadores que a veces solo tienen una copia y que en muchas ocasiones es solo un archivo”, explica Dupont.

“Este año la exhibición va a ser en archivo, ni siquiera en DVD, y lo mismo para los extranjeros que pueden mandar el archivo en línea. Ya no se tiene que gastar ni en envíos por correo. En ese sentido es que hay un cambio”, señala.

Esa innovación que remarca el estilo de este festival, es lo que los define –interviene Ballestrazzi– como un verdadero certamen independiente.

“Tenemos una independencia garantizada. No pertenecemos a ninguna agrupación que nos determine una línea editorial estrecha. No tenemos instituciones vinculadas que nos obliguen a nada. Observamos el cine a diario, evolucionamos constantemente, aprendemos de nuestros errores. Regalar películas en el Metro para más de 2000 personas es una acción concreta. Es la forma en que creemos que hay que hacer las cosas. El cine es un regalo, único, invaluable. Nuestra labor es que los espectadores y los realizadores se encuentren con estas películas. Las consecuencias son fascinantes. Solo somos un puente, pero uno indestructible”, concluye el director.

Publicidad

Tendencias