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Crítica de cine: “Elsa & Fred”, el amor llega tarde El realizador Michael Radford dirige el “remake” hollywoodense de la película argentina

Crítica de cine: “Elsa & Fred”, el amor llega tarde

La obra del gran Federico Fellini, recorre todas las secuencias de este largometraje del director que se hizo conocido mundialmente por “Il postino”. Una cinta que protagonizada por los experimentados Shirley MacLaine y Christopher Plummer, se presenta con una cámara y unas técnicas de montaje, que recuerdan a los antiguos melodramas televisivos de la década de 1980. Sin embargo, y pese a esa decisión de estrategia resolutiva algo errada, el filme ofrece una ventana dramática para pensar en torno a las frustraciones afectivas que surgen hacia el recuento último de una biografía, y en la pasión y en el consuelo incomparable, que pueden abrir para una vida, el refugio sagrado del arte.


“Reflexiones acerca de las relaciones de los demás con respecto a mí. Por poco que yo valga, aquí no hay nadie que me comprenda a fondo. Si conociera a alguien que tuviera esa capacidad de comprensión, quizá una mujer, la recibiría como si se tratara de un respaldo por parte de todos, como una aceptación por parte de Dios”.

David Grossman, en Tú serás mi cuchillo

Una escena memorable: Llueve sobre New Orleans. Y Fred, el personaje interpretado por el veterano Christopher Plummer, duerme entre penumbras, balbuceando el nombre de sus fantasmas, hundido entre sábanas y almohadas. La televisión, mientras, reproduce un fragmento de La dolce vita (1960), de Federico Fellini: esa secuencia en que Anita Ekberg, vestida de negro, se lanza al agua de la Fontana de Trevi, en Roma, e invita a Marcello Mastroianni a sumársele, en un gesto de desenfado y de desparpajo nocturno. La música de Nino Rota, estimula la atmósfera peculiar y enigmática, un poco surrealista. El cine dentro de la ficción, una metáfora del efecto de ese tiempo inventado, que cruza la vida íntima y cotidiana de cualquier ser humano, que se deja seducir por su narración mítica y audiovisual.

Elsa & Fred 2

Las constantes referencias a otras películas, es un motivo reiterado en la apreciación estética de Elsa & Fred (2014), partiendo porque este crédito del director indio Michael Radford (1946), se trata de un remake del título original que grabó hace unos años –en 2005- el realizador argentino Marcos Carnevale, y que cuenta con las actuaciones de los inolvidables Manuel Alexandre y China Zorrilla, desenvolviéndose al interior de unas céntricas locaciones madrileñas. En esta versión, los protagonistas de la producción son la estadounidense Shirley MacLaine (Elsa Hayes) y el canadiense Christopher Plummer (Fred Barcroft).

En efecto, el tópico de la “reflexividad” (la cita a otros filmes durante el tiempo diegético-ficcional), se expresa con importancia durante los 94 minutos que dura esta obra. La primera intertextualidad, deviene de la ya citada La dolce vita, y la segunda, de una melancólica pieza grabada por Federico Fellini, en los años ’80: Ginger & Fred (1986), una cinta estelarizada por los en ese entonces ancianos Marcello Mastroianni y Giulietta Masina, quienes encarnaron a unos imitadores italianos de Fred Astaire y Ginger Rogers,  hacia el declive final de su trayectoria arriba de las tablas.

Elsa & Fred poster

La apelación al famoso título de los ´60, por su parte, constituye una expresión del arte en tanto consuelo y catalizador de aspiraciones e ilusiones que la realidad le negó, a la soñadora Elsa, cuya alteración sensorial ronda con la mitomanía y la esquizofrenia, en sus vínculos con quienes le rodean. A su vez, la historia de los bailarines televisivos en los roles del dúo Mastroianni-Masina, representa la formulación de una relación amorosa entre dos personas, quienes se acercan al término de sus derroteros vitales, y a los que no les resta más tiempo para disfrutarlo que el señalado por sus organismos desfallecientes y enfermos.

No debe existir un hecho más nostálgico que enamorarse con la muerte rondando alrededor, algo comparable a enfermarse por una pasión prohibida e imposible. En esa argumentación, es que anotamos los nombres de un par de cintas de data reciente, que se enlazan con esa gestación dramática que aquí hallamos acerca de la desesperanza y de la frustración afectiva, como tópicos centrales sobre los cuales gira la acción: La quise tanto (Je l’aimais, 2009), de la cineasta francesa Zabou Breitman y Love Comes Lately (2007), del director alemán Jan Schütte.

En ambos largometrajes, al igual que en Elsa & Fred, el sentimiento amoroso arriba cuando sólo se puede experimentarlo, en un estado que roza con la locura y la desesperación, con el reloj en enemigo encarnizado, y la indiferencia de los hechos imponiendo sus vértigos y sus necesidades prácticas. Eso es lo mejor que tiene el trabajo fílmico que comentamos en estas líneas: las ideas dramáticas de su libreto, y las interpretaciones de sus protagonistas.

Elsa & Fred 9

Respecto a sus lineamientos propiamente audiovisuales, creo que el lenguaje cinematográfico de Michael Radford termina por diluirse en una amalgama de estilos difusos, que se manifiestan sin prevalecer ninguno, a lo largo de la película. Así, cuando parece que una cámara cuya poética se compone de lo vintage y de una luminosidad que produce melancolía, irrumpen imprevistamente un modo de montaje, unos planos, una fotografía, y unos diálogos, que rebajan a esta cinta, a la categoría de un melodrama de la televisión norteamericana de la década de 1980. La sensación que queda es rarísima, y uno concluye por preguntarse qué horizontes estéticos buscaba el director con esa estrategia “ideológica”.

Bajo esos supuestos, el desempeño del realizador indio, acá, se encuentra muy lejos de sus mejores obras, piezas aplaudibles como lo son Il Postino: The Postman (1994, basada en la novela del chileno Antonio Skármeta), The Merchant of Venice (2004), y el largometraje documental que registra la vida del músico francés de jazz, Michel Petrucciani (2011).

El guión –escrito por Radford y Anna Pavignano- evidencia ciertas falencias, asimismo, en el último tramo de la cinta, cuando luego de efectuar ese viaje de iniciación existencial y dramático, al borde de la muerte, la pareja regresa Nueva Orleans. Entonces, el cierre de la historia se refleja en un par de cuadros forzados y unidos a la fuerza, que perseguirían cerrar el relato de una manera satisfactoria, pero que terminan por azuzar la confusión y la sorpresa, mal entendida, en el ánimo del espectador.

Elsa & Fred 7

Existe una diferencia clara entre lo que se exhibe como una realización cinematográfica, en parte errada por Radford, debido a los factores expuestos; y la hondura argumental de una historia que a ratos es bastante creíble, que atrapa, que conmueve, y que siembra razonamientos e idea fijas al interior de la cabeza y en la sensibilidad.

Una de ellas: el consuelo y el refugio que significan la creación artística, en cualquier intimidad, la alegría que puede provocar el hallazgo de abrazar una obra cinematográfica para combatir la desazón y la infelicidad que sacuden los días de todos los seres humanos. Porque estoy seguro, que lo escribió el argentino Ernesto Sabato: “Este estado anímico que sufro desde chico no se lo deseo a nadie, porque es el sufrimiento más grande que existe. Por eso mi propensión hacia la literatura o el arte. El arte es un acto de reacción contra una realidad que a uno le parece abominable, y a través de él se puede crear otra realidad. Estoy convencido que si el universo fuera perfecto, bello, bueno, agradable, habitados por seres sin tristeza, el arte no existiría”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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