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Festival de Artes Cielos del Infinito, el más austral del mundo, baja el telón cansados de «hacerles la pega al Estado» El 2014 llevó 18 espectáculos, 11 cursos formativos y un encuentro de gestores internacionales

Festival de Artes Cielos del Infinito, el más austral del mundo, baja el telón cansados de «hacerles la pega al Estado»

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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Después de 7 años, este festival que itinera por la Región de Magallanes y la Antártida y cuya función fue extender espacios culturales a la zona más extrema del territorio nacional, decidió no realizar el certamen el 2015 tras acusar un desgaste del equipo humano ocasionado por la «concursodependencia» de fondos culturales y por la burocrática asignación de recursos del gobierno regional, que ha incidido en que los propios organizadores hayan tenido que endeudarse con préstamos millonarios para llevar a cabo este proyecto de descentralización cultural.


El Festival de Artes Cielos del Infinito es un evento que desde el año 2008 se viene realizando durante el período estival en las ciudades más australes del mundo: Punta Arenas, Puerto Natales y Puerto Williams, todas pertenecientes a la Región de Magallanes y Antártica Chilena. Su propósito fundamental -según reza su declaración de principios- es crear y extender espacios culturales a la zona más extrema del territorio nacional, contribuyendo al diálogo artístico y a la difusión de los creadores tanto nacionales como internacionales.

Para cumplir este propósito el festival contempla la presentación de obras, conciertos, exposiciones de artes visuales, montajes de circo y danza, performances, ciclos audiovisuales y la realización de charlas y talleres a cargo de destacados exponentes de las artes escénicas; siendo todas estas actividades de carácter gratuito para los asistentes.

CIELOSAFICHE

Eso, al menos, es lo que venía ocurriendo desde hace 7 años. Ahora, el certamen que tenía como escenario los cielos infinitos de la región más austral de Chile, ya no va más. Bajaron el telón. ¿La razón? La falta de una visión clara de las políticas públicas nacionales y regionales en cultura, el agotamiento que produce la concursodependencia «que ya se ha hecho insostenible», el endeudamiento personal y el colapso al que llegó el festival y que -aseguran- es solo un síntoma de una enfermedad que estaría «afectando a la gran mayoría de festivales culturales del país».

El desgaste funcional

Antonio Altamirano, magallánico, director del festival y quien fuera elegido el 2010 entre los 100 líderes jóvenes por El Mercurio y que al año siguiente ganara el Premio Acción Joven por la Youth Foundation, está consciente que acabar con el festival -o al menos suspenderlo- fue una medida al límite, que tomó a muchos por sorpresa, pero en cuya decisión también primó la idea de enviar un mensaje, de poner sobre el tapete de la discusión pública el agotamiento al que están llegando los certámenes que buscan la descentralización de los bienes culturales.

«Esta situación no es sólo nuestra sino de muchos otros festivales, por eso que nos interesa instalar el tema de los festivales como un espacio de circulación y difusión de trabajos nacionales e internacionales y la importancia que tiene para la gente, pero que sin embargo se están viendo en peligro, acorralados», señala Altamirano con pesar.

liceocielos

Liceo San José, en una de las muestras del Festival Cielos del Infinito

Una de las primeras razones que acusa el también miembro de “Amulepe Taiñ Kejuwvn” (agrupación de profesionales que colaboran en la comunidad mapuche Jagepvllv, Lago Budi) ha sido el desgaste del equipo humano. «El agotamiento de un equipo, que es el motor del proyecto, que viene trabajando con la misma lógica desde hace siete años», una lógica -precisa Altamirano- que se funda en la continuas postulaciones a fondos, siempre con la misma incertidumbre, donde una buena parte de los costos se llevan los ejecutores.

Y esto de los costos no se trata de una alegoría, ni de un pataleo simbólico, sino por el contrario de algo muy práctico.

«Durante las versiones del 2012, 2013 y 2014, nosotros como equipo humano tuvimos que estar endeudándonos y poner fondos nuestros, no es justo seguir haciendo un proyecto que tiene relevancia nacional y regional y con representación en el mercado internacional, con endeudamiento personal y del equipo», acusa el director.

Solo para la versión de 2014, que como todos los años se realiza una réplica en Santiago, en el Centro Cultural Estación Mapocho, y que contó, entre otros invitados internacionales con Pavement, el montaje de danza que viajó desde Nueva York hasta Puerto Natales y Punta Arenas, a cargo de la compañía Abraham.In.Motion, el equipo de Cielos del Infinito tuvo que pedir crédito por sobre los $45 millones para poder sacar el proyecto en el tiempo programado.

Antonio Altamirano

Antonio Altamirano

«Los recursos nunca llegaban a tiempo, es decir en enero que es cuando se hace el festival», sostiene. «Solo por darte un ejemplo de la burocratización de los recursos, es que recién ahora nos llegó un cheque de un municipio regional con un recurso que debería haber llegado en febrero», revela.

Según los datos de los organizadores, desde el 2011 que el Fondo Regional de Cultura viene aprobando el proyecto 5 días antes que comenzara el festival.

«En las últimas cuatro versiones corrimos el riesgo que los fondos no se aprobaran. Estuvimos a punto de que todo el equipo humano pasara a Dicom, por un proyecto que tiene beneficio regional, en ningún caso personal.  A nivel regional, actualmente es el único proyecta que itinera por una región muy vasta región y que además tiene representación internacional. Fue en ese momento cuando nos cuestionamos que no era justo que estuviéramos haciendo esto solo nosotros, porque finalmente estamos representando a un país, a una región», sostiene Altamirano.

Subsidiando el Estado

El festival, que como tantos otros, y que en el caso concreto de su séptima versión presentó más de 18 espectáculos, 11 cursos formativos y un encuentro de programadores y gestores internacionales, logra concretarse -dice el director- «gracias a la energía de los organizadores que buscan concretar el proyecto como sea». Pero eso que vendría siendo una virtud, con el pasar de los años se revela como una práctica cómoda de las autoridades en materia cultural.

«La autoridad esperaba que -como es habitual-  nosotros llegáramos a enero con esta actividad masiva. De algún modo descansaban en nuestra energía y visto de esa manera, es como si nosotros estuviésemos haciéndole la pega al Estado», señala, haciendo hincapié que «claramente algo anda mal en las políticas públicas en materia cultural».

Una de las grandes interrogantes que se plantea este licenciado en Artes de la Universidad de Chile con mención en artes escénicas, es saber cuáles son las ideas y prioridades que se plantean los gobiernos regionales y sus cores. Pero los cuestionamiento también se extienden a la institucionalidad cultural a nivel nacional.

«Si el gobierno dice que apoya las regiones, yo me pregunto cuáles son las acciones de descentralización reales que está trabajando el Consejo de la Cultura con el consejo regional o con las intendencias», porque en la práctica las descentralización recae en los proyectos de los gestores, y que en el caso puntual de Magallanes y las Antártida, Cielos del Infinito era la única instancia que estaba llegando con cultura a sectores tan extremos como Puerto Williams.

Concursodependencia

Si bien desde Cielos del Infinito reconocen que si no fuera por los fondos públicos el festival nunca habría nacido o no se hubiera hecho, el acento lo ponen en que los concursos han generado tal grado de dependencia que «al 2014 parece claramente insostenible».

«Esa fue una lógica que se impuso en su momento por allá por el 2003, pero que ahora necesita cambios urgentes. No es que se tengan que acabar, sino que hay que priorizar y ser mucho más consciente con los proyectos que ya están instalados», propone el gestor cultural.

«Hay proyectos en el país que tienen más de 15 años y la pregunta es ¿por qué tienen que someterse a ese desgaste? si lo más probable y ridículo a la vez es que los fondos se los vayan a dar, ¿pero por qué correr todo ese riesgo? ¿por qué la incertidumbre? ¿para qué tanto desgaste? si se puede ocupar esa energía en renovar y darle más fuerza y proyección a los proyectos», afirma.

La convicción general que queda a fin de cuentas -insiste- es que para acabar con ellos se requiere de voluntad política.

«La institucionalidad puede gastar muchos millones en crear centros culturales, pero si esos centros o teatros no están dotados de contenido, no sirven de mucho. se transforman en elefantes blancos. Eso habla de que no hay un política integral en Chile. Pueden haber en términos económicos, pero la verdad queda la duda de cuánto es lo que quieren hacer efectivamente con la cultura», remata.

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