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«Un golpe de agua» un libro sobre la pérdida, el olvido y la vivencia de la mutilación La novela se presenta este jueves en la galería Arte Espacio (Alonso de Córdova 2600, Vitacura)

«Un golpe de agua» un libro sobre la pérdida, el olvido y la vivencia de la mutilación

La segunda novela de la escritora y psicóloga Paula Carrasco, cuenta la historia de una niña de siete años que había olvidado que su hermana había muerto, en una reflexión sobre la memoria y la dictadura. “La pérdida del otro amado necesariamente nos catapulta a otro estado de conciencia, perdemos nuestro reflejo, lo que, por instantes amenaza fracturar la propia identidad, nos deja en el desamparo y, sólo desde allí, se podrá iniciar la reconstrucción de lo que somos”, analiza la autora.


La escritora y psicóloga Paula Carrasco (Santiago, 1967) presentará mañana su segunda novela, “Un golpe de agua” (Fondo de Cultura Económica), en la galería Arte Espacio (Alonso de Córdova 2600, Vitacura), en un evento que será comentado por los periodistas y autores Mili Rodríguez y Fernando Villagrán.

El libro, que sucede a “Volver. Primero estaba el mar”, cuenta la historia de una niña de siete años que había olvidado que su hermana había muerto, en una reflexión sobre la pérdida y la memoria.

“La pérdida del otro amado necesariamente nos catapulta a otro estado de conciencia, perdemos nuestro reflejo, lo que, por instantes amenaza fracturar la propia identidad, nos deja en el desamparo y, sólo desde allí, se podrá iniciar la reconstrucción de lo que somos”, reflexiona la autora.

un golpe de agua 13,5 x 21 sin trazarUna revelación

Este libro parte con Sara, el personaje principal, de siete años, en el muelle junto a su padre. “¿No recuerdas nada del verano pasado?”, le pregunta él entonces. Sara no se acuerda de nada. Entonces él le cuenta algo que ella había olvidado: la pérdida de su hermana Allegra.

Ambas niñas querían bañarse en el mar. Allegra caminaba hacia las rocas cuando su padre se giró hacia Sara. Apenas unos instantes fueron suficientes para que Allegra desapareciera entre las olas, en un golpe de agua, sin volver a aparecer.

A partir de entonces, Sara estará empecinada ahora en retener todo cuanto ocurre en su entorno, en una historia que trascurre durante los años de la dictadura.

La aparición de una familia extranjera que llega a instalarse cerca de su casa alterará aún más la realidad, con historias de fugitivos, perseguidos y desaparecidos.

Memoria y pérdida

Aunque lo parezca por la veracidad de la narración, Carrasco aclara que el libro no es su historia personal. Sí “una construcción de vivencias propias y ajenas que resonaron hondamente en mí, justamente durante los años de la primera y la segunda infancia, que son los plazos de la vida en que las impresiones penetran directamente en uno, casi sin filtro”.

Varios son los temas presentes en el relato, como memoria y la pérdida, pero también los años de la dictadura y sus consecuencias, que se sienten hasta hoy.

Paula Carrasco

Paula Carrasco

“Siempre me ha inquietado la memoria, las imágenes internas que se activan y nos permiten re-vivir, así como lo que queda en las sombras: el olvido”, explica la autora en cuanto al primer eje de la novela.

“En este caso la protagonista, Sara, se entera de que su hermana gemela ha desaparecido por un golpe de agua, pero es un relato de su padre, ella no la recuerda. Y el no recordar detona en ella una angustia vital que no le permite sino detenerse en retener todo aquello que le ocurre para no perder nada más. Pero al hacerlo, al indagar en su propia memoria, va perdiendo la inocencia, deja de ser niña y se convierte en dos: la que vive y la que observa. Y esto la aísla del mundo”, señala.

También está el tema de la separación, “la vivencia de la mutilación”, según Carrasco. “Sara no tiene recuerdos que la acerquen a su hermana, pero tampoco tiene a otro que la acompañe a explorar ese territorio. Su madre está ausente, su padre vive pendiente de su madre, habitan un lugar al que no pertenecen. Es una especie de no-vida, de no-lugar, de exilio. Entonces no le queda más remedio que entrar, desde su mirada de niña aún, en el terreno de los sueños y la fantasía”.

Todo esto hasta que aparece una familia –de fugitivos- a vivir muy cerca de su casa, agrega. “Y ella va estrechando lazos con los hijos, en particular con Rafael, el mayor. Se da el encuentro y la magia del diálogo. En ese nuevo espacio sagrado de intimidad, complicidad y palabras nunca antes dichas, Sara comienza el camino a la inversa, encontrando sus recuerdos y los recuerdos de los otros. Develando secretos, adentrándose en lo que ocurre a su alrededor”.

Para Carrasco, la memoria es personal, irrepetible, intransferible, pero hay un espacio “memorístico” que “no puede ocurrir si no hay alguien que sea nuestro reflejo. Y ese reflejo suele darse en las relaciones hondas”.

La calidad de “extranjeros” de estos personajes tampoco es casualidad. “Supongo que tiene que ver con marcar la otredad. Son extranjeros pero no lo son: los padres de los protagonistas son los extranjeros, los niños cargan con eso. Pero sí están en un estado intermedio de no pertenecer a ningún lugar. Es la vivencia desnuda del exilio, no tienen dónde encontrarse sino en ellos mismos”.

Pérdida y dictadura

La pérdida de un ser querido es el otro eje de esta novela. Un evento que “probablemente la vivencia más extrema a la que un ser humano se pueda ver enfrentado, sobre todo cuando se es niño,  cuando la muerte es sólo un concepto y no una realidad”.

“La pérdida del otro amado necesariamente nos catapulta a otro estado de conciencia, perdemos nuestro reflejo, lo que, por instantes amenaza fracturar la propia identidad, nos deja en el desamparo y, sólo desde allí, se podrá iniciar la reconstrucción de lo que somos”, reflexiona Carrasco.

“Los niños-jóvenes que protagonizan esta historia han pasado por esa experiencia. Sara en lo más íntimo: pierde a su hermana gemela y no logra recordarla. Rafael desde el ángulo de la historia, está inmerso en la vida clandestina de su familia. Sabe que todos pueden desaparecer en cualquier momento”, dice.

Finalmente, el libro también reflexiona sobre la experiencia de la dictadura, en palabras de su autora. “Es el olvido traumático que produjeron las muertes inesperadas, las desapariciones, el exilio, la extrañeza de estar en un mundo que antes parecía conocido y de pronto se convierte en otra cosa, una cosa peligrosa. Es la asfixia, la amenaza, el miedo, la traición. Todo, desde luego, desde un relato emocional pues no hay un juicio ni una concatenación histórica en la narración”, dice.

“Ahora, después de haberlo escrito, hago esta reflexión. Sufrimos una pérdida tan estremecedora que nos ha costado ‘siglos’ poder reconstruirnos. La pérdida no sólo de la historia que era nuestra, ni de nuestros seres queridos, ni de nuestros lugares, sino más hondo: fue la pérdida de la inocencia y de la identidad”, señala.

“Y todavía andamos en eso, oscilando entre el olvido, la atenuación de hechos removedores para poder vivir con ellos, el recuerdo punzante y la búsqueda de un sentido”, agrega.

“Todo eso aparece en el relato traducido en la historia de estos niños que van encontrándose en el desamparo. Pero también aparecen esos vínculos profundísimos que se van construyendo en las situaciones límite, la solidaridad sin restricción, la libertad de pensarse a uno mismo sin estar teñidos por los cánones sociales, la capacidad de dejar de sentir miedo”.

Personajes infantiles

Además de estos temas tan difíciles, Carrasco debió enfrentar otro desafío, el de los personajes infantiles, de tan difícil construcción y desarrollo.

“Es difícil y no lo es. Es difícil porque el mundo infantil abarca una experiencia interior muy profunda, abisal, sin verbo, en la que todo cabe y todo está en metamorfosis permanente”, analiza Carrasco. “Entran en él los cánones que se van aprendiendo y, al mismo tiempo, toda la fantasía y el imaginario sin restricción. Al mismo tiempo es el universo en que todo sucede. Allí nos remitimos, ya de adultos, cuando necesitamos comprender un poco  más. El profundo indagar en la memoria tiene que ver con ese regreso a la infancia, o a las experiencias primarias”.

Por otro lado, “no es tan difícil porque es una experiencia que todos tuvimos”, indica. “El estar completamente integrados al mundo, al otro: ese antiguo paraíso está en algún lugar de la memoria aunque no lo recordemos. También pasamos por la fractura, cuando se deja de ser niño y nos encontramos separados del mundo y de los otros. Ése es el trauma primario. El corte al salir de la madre, el corte en las primeras pérdidas, la individuación. Y no es necesario enfrentar una tragedia para vivirlo, simplemente ocurre. A veces es un ruido demasiado fuerte, un paisaje enorme, una mirada, lo que nos abre a lo otro: la vivencia de la separación, el miedo a la muerte”.

“En la novela lo abordé desde mis propios recuerdos infantiles, la exploración ilimitada de ese universo que se nos escapa siempre aunque sabemos que está allí. Quizás no en un recuerdo específico, pero sí en resonancias”, añade.

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