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Publican libro sobre Mafalda y su universo político como símbolo para explicar la clase media occidental Lo escribió la historiadora uruguaya Isabella Cosse

Publican libro sobre Mafalda y su universo político como símbolo para explicar la clase media occidental

La autora de “Mafalda, historia social y política” estuvo en Chile para hablar del humor como forma de explicar la historia. “La historieta dialogaba con temas que eran emergentes en los años 60, que aún hoy siguen marcando algunos fenómenos culturales, como la ruptura generacional”, afirma.


Más de cinco años demoró la historiadora uruguaya Isabel Cosse en escribir “Mafalda, historia social y política” (Fondo de Cultura Económica, 2014). Su última obra es una muestra de las posibilidades del humor para explicar la historia, un tema del cual habló ayer en una conferencia organizada por el Departamento de Historia de la Universidad Alberto Hurtado.

En su libro, Cosse analiza varios temas, como la radicalización cultural de los años 60 vista en el popular dibujo del argentino Joaquín Lavados (Quino) que se publicó entre 1964 y 1973, la internacionalización de la tira y también de cómo el terrorismo de Estado se apropió de la figura de forma “macabra” para sus propios fines.

Libro mafalda

Graduada en Historia en la Universidad de la República de Uruguay, Cosee es doctora en Historia de la Universidad de San Andrés (Argentina) y una reconocida investigadora que se especializa en el estudio de la historia de las familias y la infancia a través de los procesos políticos, sociales y culturales durante el peronismo y los años sesenta y setenta.

Además se desempeña como coordinadora del Grupo de Trabajo Historia de las Familias y las Infancias y como investigadora independiente en la carrera Científico Técnica del Consejo Nacional de Investigaciones con sede en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de la Filosofía y Letras (IIEGE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

La potencialidad del humor

El origen del libro está en la obra anterior de Cosse, “Pareja, sexualidad y familia en los años 60”, centrado en cómo afectaron los años 60 la pareja, la familia y la crianza, y donde Mafalda es nombrada brevemente, cuenta la historiadora.

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Isabel Cosse

“El humor tiene una enorme potencialidad para comprender lo social, porque activa sentidos que están en el lector”, explica. “Hay algo que no está dicho en el dibujo que exige eso”, lo cual genera un diálogo “rico” entre el artista y el lector que a la investigadora le parece tremendamente “interesante”.

En su libro, Cosse se dedica a analizar los momentos de publicación de la tira y su contexto, en una “reconstrucción netamente histórica, trabajando con la diacronía y la sincronía”.

La vigencia

Cosse, como muchos, piensa que la tira “se ha transformado en un fenómeno social” y además sigue vigente, en un fenómeno que ha trascendido la propia caricatura.

Esto lo explican varios factores, señala. “Por un lado, la historieta dialogaba con temas que eran emergentes en los años 60, que aún hoy siguen marcando algunos fenómenos culturales, como la ruptura generacional”. Por otro lado, “Quino tuvo la capacidad para ver la coyuntura, pero también para hablar de ciertos temas que la trascendía, como la injusticia, la desigualdad, la hipocresía”.

Esa vigencia explica que incluso en los 90, tras el cambio radical que significó el Muro de Berlín, en Argentina se analizó qué hubiera sido de los personajes a fin de siglo, imaginando por ejemplo a Mafalda como una desaparecida o una intelectual descreída, “en un hecho que sirve para catalizar los eventos que conmovieron a la sociedad, a los lectores, a la clase media”.

Clase media y radicalidad

En el libro, a través del dibujo, la autora analiza varias temáticas. Una de ellas es la clase media, y cómo fue conceptualizada en los años 60, en este caso en Argentina. “Mafalda le dio cuerpo a una representación de una clase media intelectual”, señala, que además estaba “atravesada por diferencias ideológicas y culturales”. Un ejemplo de esto es la oposición entre el personaje de Susanita, una niña conservadora y “ama de casa”, y la propia Malfalda.

Otro tema es la radicalización cultural y política de fines de los años 60 y principios de los 70, en momentos de fuerte rebeldía juvenil, con ejemplos como el Mayo del 68 en Francia o la Matanza de Tlatelolco en México, junto al aumento de la violencia política y la represión, “y los dilemas que esto abrió para distintos sectores”.

“Libertad encarna, de alguna forma, a aquellos jóvenes más radicalizados”, afirma, en referencia a uno de los personajes del cómic, que en un momento de la tira incluso hace una alusión a la lucha armada.

Un tercer tema es la internacionalización de la historieta y un análisis de cómo un producto del Tercer Mundo, de alguna forma “marginal al sistema”, entró en el circuito transnacional. Hay que recordar que Mafalda no sólo se publicó en América Latina, sino también en países como Italia (donde la primera edición fue prologada por el destacado intelectual Umberto Eco), Francia y España, donde encontró acogida en los círculos antifranquistas.

Mafalda tuvo la capacidad de “resignificar la historieta en distintos lugares, apropiada de distinto modo”, reflexiona Cosse. Además hablaba de fenómenos como la rebeldía juvenil o la modernización sociocultural de la clase media que eran comunes en muchos países de América Latina y Europa.

Sorpresas

Un cuarto tópico es la relación entre la caricatura y la dictadura y su cultura del autoritarismo.  Fue en este punto que la autora se encontró con una de las mayores sorpresas de su investigación: la apropiación de un símbolo contracultural por parte del terrorismo de Estado.

Esto sucedió específicamente con una célebre imagen convertida luego en un afiche, donde Mafalda está junto a un policía, toma su luma y dice al lector: “¿Ven? Este es el palito de abollar ideologías”, en una época en que la represión afectaba regularmente a obreros y estudiantes.

El 4 de julio de 1976, el célebre afiche fue colocado por los militares responsables de la Matanza de San Patricio en el cuerpo de una de las víctimas de una masacre que afectó a tres sacerdotes y dos seminaristas en Buenos Aires. Los asesinos “sabían la importancia política de la historieta y conocían la relevancia del afiche”, y colocan el afiche sobre uno de los cuerpos en un hecho que Cosse califica de “macabro” por la “apropiación del humor del enemigo, entendido como todo aquel que confrontaba con el ascenso represivo”.

Cosse recuerda que ya en 1975, en un hecho que Quino atribuye a los servicios de seguridad, se había adulterado el mismo afiche y colocado en distintos centros educativos, mostrando a Manolito que le decía a Mafalda que esa luma le permitía poder estudiar, “en un intento para usar la importancia política de la historieta para legitimar la represión”.

 

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