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La aplanadora de Rudresh Mahanthappa hizo temblar al Festival de Jazz de Providencia Crítica musical a la primera jornada del principal festival de jazz de Chile

La aplanadora de Rudresh Mahanthappa hizo temblar al Festival de Jazz de Providencia

La decisión de «liberar» el Festival de Jazz de Providencia fue la introducción precisa, por su acierto, a una jornada que partió con la cantante nacional Natalia Ramírez, quien cumplió con una presentación correcta, aunque sin muchas sorpresas y terminó con un despliegue de potencia y virtuosismo de la banda que lidera el saxofonista indio, dejando en claro por qué su último trabajo fue considerado por la crítica especializada de jazz como lo mejor del 2015. Otro acierto para Providencia.


La primera noche de la versión 2016 del Festival de Jazz de Providencia va a quedar registrada como un hito. La decisión, después de 12 años, de hacerla nuevamente gratuita trae a la memoria como un recuerdo antiguo los espacios vacíos en la platea que marcaron las versiones anteriores, pese a que en los últimos años la calidad de su programación aumentó de manera significativa, gracias al trabajo del programador Roberto Barahona. Por ello es que el lleno de la jornada inaugural, a ambos lados del río, promete ser la marca registrada de la nueva administración cultural de Providencia, de la mano de Fernanda García, y con el auspicio de la Clínica Indisa, que permitió la gratuidad.

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Si la decisión de “liberar” el festival se ve acertada, también lo fue el acortar el programa a dos números por noche y comenzar más tarde; un programa más compacto y amable del que falta, tal vez, afinar un poco más la coherencia de los números de cada jornada.

La primera noche del festival la abrió la cantante nacional Natalia Ramírez, una de las vocalistas jóvenes que han surgido en el jazz nacional con el peso de llenar un espacio a menudo escaso de figuras relevantes. Ramírez ha trabajado por años un repertorio de standards swing (a menudo con la banda Santiago Downbeat) y su presentación de anoche fue la confirmación de una apuesta aceitada.

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Con un quinteto de figuras jóvenes pero consagradas en el circuito jazzístico, como Cristián Gallardo en saxo, Sebastián Castro en piano, Milton Russell en contrabajo y Carlos Cortés en batería, la cantante ofreció clásicos como It’s only paper moon y Jersey bounce, con el firme apoyo melódico del saxo de Gallardo, uno de los solistas más dotados de la escena y quien fue soltándose hacia el final del set con un solo más en su estilo, al igual que el pianista Sebastián Castro, un destacado sidemen que irrumpió con fuerza el 2015.

Dueña de una voz agradable y cultivada en el swing, Ramírez ofreció pocos matices más allá en su debut en el escenario del Parque de las Esculturas. Se aprecia aún un trabajo de dominio escénico en formación y le pesó un manejo más acabado de la progresión y clímax de su show. Pese a ello lo mejor llegó al final, con el cierre junto a la joven cantante Bernardita Fiorentino, en un dueto que les permitió dialogar con fluidez a ambas y soltar más a la banda.

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Rudresh, la aplanadora

De la correcta presentación de Ramírez y su quinteto, lo que vino después con el indio Rudresh Mahanthappa fue un torbellino, una aplanadora avant-garde que pese a no ceder un milímetro en su personalísima propuesta, despertó el entusiasmo del público. El nacido en Italia, con estudios en Londres y afincado desde 1997 en Nueva York, llegó al país en un momento estelar gracias a su álbum 2015, Bird calls, una suerte de reconstrucción sonora de la herencia del inmortal Charlie “Bird” Parker.

La placa fue elegida por los críticos de la revista Downbeat el mejor disco del año y él mismo el mejor ejecutante en saxo alto. Además, 147 críticos agrupados en la encuesta anual de NPR Music, lo distinguieron como el mejor trabajo de la temporada, y la publicación especializada Jazz Times lo ubicó en el tercer lugar.

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Pergaminos contundentes que Mahanthappa se encargó de demostrar en apenas unos minutos. Con un lenguaje vanguardista y complejo que sin embargo, siempre está firmemente anclada en la mejor tradición del Be Bop, el saxofonista interpretó de manera magistral el enorme influjo en la música contemporánea de Charlie Parker.

Porque antes que el homenaje simple, lo del indio es una profunda investigación de las estructuras  armónicas y la técnica de “Bird”, construidas con tal nivel de virtuosismo que suena a un rompecabezas armado con pequeños retazos del original que luego apuntan en escalas y fraseos propios en que se combinan la tradición musical de la India, elementos contrapuntísticos de la música contemporánea y la sonoridad vanguardista del tipo John Zorn. Puede parecer excesivo, pero lo genial de Mahanthappa es que sigue manteniendo el ADN bebop visible y claro, pero desde un lugar disímil. Innovación en estado puro.

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Su quinteto parece estar plenamente claro en sus funciones, con la brillante base rítmica del contrabajista Francois Moutin y el baterista Rody Royston manteniendo un pulso incesante, atronador, sin pausas, mientras que el pianista Matt Mitchell es el encargado de  manejar el contrapunto armónico en cuotas dosificadas. El propio líder junto al extraordinario trompetista Adam O’Farrill –nieto de Chico O’Farrill e hijo de Arturo o’Farrill, quien grabó Bird calls a los veinte años- son un dueto que recuerda a Parker y su trabajo con Dizzy Gillespie, alternando solos y fraseos, y jugando a encontrarse y desencontrarse en ágiles secuencias.

A través de once álbumes como solista y en colaboraciones a dúo, Rudresh Mahanthappa ha buscado sintetizar un concepto de jazz contemporáneo hurgando en sus raíces indias y en los múltiples caminos del sonido de vanguardia (tal como su disco anterior, Dual identity) y la world music, pero es quizás en Bird calls donde el saxofonista logra esa plenitud en un formato que es a la vez homenaje y reescritura, una síntesis única que tuvimos el privilegio de ver y oir en el cénit  de su expresión artística.

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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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