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Crítica de teatro: Obra «Heterofobia»

Crítica de teatro: Obra «Heterofobia»


Un gran coro de  inicio, una canción satírica y un elenco que se encarga de instalar la situación escénica con audacia, generan impacto y risas en el espectador tanto por su ironía como por su encanto.

Este es el punto de partida de Heterofobia, una comedia plena de humor negro, que a través de un lenguaje coral y sarcástico, instala el concepto homónimo, heterofobia, como idea central para hablar de la discriminación, con una lectura astuta del problema, porque no solo muestra el mundo gay desde el punto de vista de los discriminados, sino que también instala en perspectiva el lugar de la víctima, espacio ideológico al que se acostumbra sacar partido político.

Esta obra pone distancia con ese espacio a fin de proponer la posibilidad -fantasiosa y que sirve de contrapunto sistémico- en torno a qué pasaría en un mundo donde los gays fuesen mayoría, donde los discriminados fuesen los heterosexuales y no quienes posean una sexualidad alterna a la tradicional.

El montaje trata de un grupo de actores aficionados que intentan hacer una obra de teatro que retrate la temática de la discriminación contra el mundo homosexual, para trasmitir la importancia de la lucha por sus derechos, precisamente porque el grupo está conformado por gays y lesbianas, los cuales –estratégicamente- buscan a una actriz de televisión, que ha perdido popularidad, justamente por hablar mal de un colega homosexual, lo que ha tenido como consecuencia que ella no continúe en las teleseries. Interesadamente, en virtud de una posible reivindicación, la actriz  venida a menos, acepta ser parte del montaje.

Lo atrayente de la obra y el merito del tratamiento dramatúrgico a cargo de Pablo Dubott es que el montaje  genera una puesta en abismo, “la obra dentro de la obra”, no obstante, ese efecto no es simplemente un recurso escénico, sino que funciona como un medio discursivo, debido que a raíz de la creación de un montaje dentro del montaje, surge la posibilidad de tratar el tema desde dos mundos (hetero y homo, para simplificar aquí algo mucho más complejo),.

El recurso funciona, entonces, como una opción para representar ambas “fobias”, la hetero y la homo, ya que en la ficción dentro de la ficción, los personajes quieren transmitir las consecuencias de la homofobia, pero en paralelo y como efecto contrario, los propios gays y lesbianas, dan claras muestras de distancia con el mundo hetero, rozando y profundizando una suerte de heterofobia. Así es que se genera el contrapunto discursivo perfecto para poner en discusión las identidades de géneros y los estereotipos sociales.

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Los personajes que intentan actuar y construir la obra, están construidos en matices de comedia, por lo que inevitablemente los clichés que tiene el teatro, como el training, el ego del director y dramaturgo, el estereotipo del artista creador, emergen con ironía, también con mucho humor y cariño, este mismo fenómeno también se observa en lo que podría llamarse la vida privada de los personajes, en el modo que tienen de vivir su homosexualidad, lesbianismo y heteronormativismo, con clichés y modos reconocibles de ser y enfrentar a la sociedad desde ese lugar tan identitario que es la opción sexual, así, resulta seductor observar a través de la propuesta de la obra que, tal vez, mucho de lo que nos une son los prejuicios y estos, a la larga, llegan a constituir (lamentablemente) nuestras personalidades.

El montaje, bajo la dirección de Jimmy Daccarett, en tanto propuesta escénica, genera polifonías constantes, es un modo incluso de sustentar la acción, pero también ello permite que emerja gran parte de su sentido del humor, el montaje se traslada de la comedia al drama con facilidad y dinamismo, ya que el tono actoral de los personajes es cómico, estereotipado, resuelto; sin embargo, la obra que ellos intentan crear tiene un tono dramático, sus preocupaciones en este proceso son serias y creen en su lucha y necesidades con verdad absoluta, estos son los recursos que movilizan al espectador de un estilo a otro.

No obstante, el contraste de los dos espacios centrales de la acción (la obra que intentan montar y el proceso de montarla) podría haber sido más claro o radical, demarcando dos realidad paralelas, pero más diversas, generando un mayor efecto de yuxtaposición de mundos, puesto que, a ratos, todo parecía ser parte de lo mismo, hubiese sido interesante visualizar de manera más extremada estas distinciones.

Otro aspecto considerable es el personaje de Tatiana Molina, a través de una excelente actuación, interpreta a la actriz famosa de televisión que ha sido marginada de la misma y es interesante que ella misma, una actriz famosa de televisión y que desde  algún tiempo no está presente en ese medio (se la están perdiendo), desarrolle esa caracterización, esto genera un vértigo entre la realidad y la ficción que permite un juego más profundo del efecto de puesta en abismo, de teatro en el teatro y de reflexión sobre la propia disciplina a través de mostrar el trabajo de dicha disciplina. Así mismo, la obra que los personajes montaban, también trataba  este efecto constantemente.

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Jimmy Daccarett,  es inteligente en su dirección, a través del humor nos trasmite un gran contenido discursivo, utiliza coros para comunicar fuertemente esa ironía, y esos coros son memorables, puesto que trasmiten el sentido de la obra y nos trasportan inmediatamente a estilo Brechtiano, jugado en una visión política de los temas, una visión política que, ciertamente, no es cómoda ni políticamente correcta, por el contrario, resulta jugada y trasgresora incluso. Además, en cuanto a la dirección actoral, los personajes logran gran precisión en los ritmos textuales y de acciones, solidez en los gestos y en los ritmos de sus acciones. Cada personaje tiene su lugar en escena, con peso específico en la obra, lo que no deja de ser especialmente meritorio y demostrativo de un gran nivel actoral, ya que a pesar de ser personajes tipos, están muy bien logrados, desde la dirección hasta la interpretación.

También vale la pena detenerse en el personaje de la travesti peluquera, interpretada por Cristián Gajardo, es un rol que genera una empatía con el público a través de una gran competencia actoral, dando constantemente el remate de los chistes y momentos álgidos de la obra, sosteniendo situaciones y trasgrediendo el orden a cada instante, imposible no sentir simpatía con él.

Es complejo revisar a cada uno de los actores, pues es un elenco extenso, pero puede decirse que las actuaciones poseen un nivel profesional pertinente al trabajo que se presenta y todos responden de manera muy profesional al estilo coral que presenta la obra.

El humor, la crítica, la reflexión sobre la identidad y los que esperamos de una sociedad civilizada, corren parejos en esta obra, con un ritmo dinámico y a ratos delirante, se establece como una apuesta interesante, inteligente y bien constituida.

A pesar de ser una obra que trata de la discriminación y la división de estos dos mundos, como los “heteros” y “homos”, lo interesante es que no busca ser moralizante, no busca ser edificante en torno a una supuesta moral pre-figurada, y no transmite una declaración del tipo “los heteros son los malos y los homos son los buenos”, de hecho, se aleja de esa lógica binaria y cerrada.

Efectivamente, es interesante la inversión del concepto, en Chile siempre hablamos (hablamos y practicamos) la homofobia, al mismo tiempo que desarrollamos el discurso políticamente correcto de juzgarla negativamente, paralelamente, día a día aceptamos trazos de homofobia constante y cotidiana, disfrazada de chistes, comentarios y tradiciones viriles, con un doble estándar provinciano y gratuito, con hombres y mujeres “fóbicos” a lo que desconocen y que juzgan las conductas desde una moral tradicionalista, tan instalada, que no recibe ni permite críticas de ninguna especie; con una coherencia notable, la dramaturgia y la dirección de Daccarett también ilustran una mirada alterna: ¿Qué pasa del otro lado? ¿Qué pasa cuando la minoría discriminada también discrimina a su modo? Esta obra no deja a nadie muy bien parado y, efectivamente, trata a todos por igual y eso es, precisamente,  gran parte del carácter polemizante y, por extensión, reflexivo, del montaje.

Obra «Heterofobia»

Lugar: Teatro Sidarte

Fechas

29 abril 21:00

30 abril 21:00

Precio: $6.000

Sitio Web: www.sidarte.cl

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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