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Waldo Rojas, amigo personal de Raúl Ruiz: «Tenía una cultura adquirida solo con la capacidad feroz de su inteligencia» Entrevista desde París

Waldo Rojas, amigo personal de Raúl Ruiz: «Tenía una cultura adquirida solo con la capacidad feroz de su inteligencia»

Waldo Rojas, es una persona sencilla tal como lo fue Ruiz. En Chile participó con él en «Tres tristes tigres», cantaron boleros, deambularon noches completas de boliche en boliche y una vez en París, a donde tuvo que partir Rojas tras los allanamientos a su casa, fue testigo de la filmación de «Diálogos de Exiliados», aquella película visionaria, que causó gran molestia entre los chilenos que partieron Europa tras el Golpe y que incluso le valió a Ruiz una amenaza de muerte de algunos ex miembros del Mir. Ahora cuando ya termina la retrospectiva que le dedicó el gobierno de Francia al maestro, Rojas, su amigo personal, presentó ante la audiencia La Recta Provincia.


Al cumplirse un mes del inicio de la gran retrospectiva de Raúl Ruiz en la Cinemateca de Francia, su amigo y vecino, el poeta Waldo Rojas hizo la presentación de  serie producida para Televisión Nacional y convertida en versión cinematográfica por la Cinemateca con financiamiento del Consejo de Cultura y las Artes.

Rojas, aparte de su amistad entrañable con Ruiz y su colaboración en cintas hechas en Chile, escribió en 1983 el texto Raúl Ruiz, imágenes de paso donde describe el ambiente de Chile en los 60’s y cómo se sitúa el nacimiento del cine de Ruiz.

En su departamento, en el populoso barrio de Belville visitamos al poeta para conversar de su relación de décadas con Ruiz.
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-Usted escribió el texto Ruiz, Imágenes de paso, que hace un análisis muy certero del cine de Ruiz y de los orígenes como creador…

-Resulta que a Ruiz lo habían invitado a dar una conferencia a la Universidad de Alcalá de Henares en España, pero él no podía ir, así que me pidió fuera yo en su representación. Entonces, pensando que no bastaba poner la cara, escribí un texto, sin que Raúl supiera, que fue publicado por la Universidad. Poco después éste fue publicado en la revista de cine Enfoques en Chile y para mi sorpresa, a pesar de ser un texto antiguo, y de ser la primera vez que escribía sobre él apareció en el libro de Valeria de los Ríos (El Cine de Raúl Ruiz: Fantasmas, simulacros y artificios, 2010, Chile), ha sido traducido al inglés (Ruiz, images de passage, Rouge, 2004), al francés y ha sido incluido en diversas publicaciones.

-¿Cuál era su idea original?

-Mi idea era cubrir dos aspectos, uno puramente biográfico, la presentación de la persona Ruiz; porque acá, cuando llegó, era conocido por algunas personas como director de cine y vinieron recién a conocerlo personalmente;en corto tiempo tenía un círculo amplio de amigos. Y ocurría que la persona Ruiz se perdía en el personaje que él tenía acá; Raúl era una persona extremadamente seductora para los franceses, en primer lugar, tenía una cultura muy superior a la de cineastas jóvenes, en segundo lugar conocía más del cine francés y europeo que los mismos franceses, no sólo las películas, sino lo que se había publicado, lo que se decía, la problemática de las producciones, además en un momento en que el cine francés estaba estancado, el cine de autor estaba en retirada. Entonces, muy a menudo me preguntaban a mí, porque sabían que yo era amigo próximo de Ruiz desde Chile y que había participado en algunas de sus películas.

Lo que quería en un comienzo era presentar al personaje y en segundo lugar, tratar de organizar lo que yo había aprendido del cine de Raúl, no sólo por las películas mismas, sino por algunas conversaciones, a pesar que Raúl hablaba muy poco de lo que estaba haciendo, de lo que él pensaba. Nuestras conversaciones derivaban al cine por casualidad de una manera casi lateral, dentro de su manera de hablar, como él solía decir “derecho al grano por las ramas”. Y eso es una fórmula de su cine, sus películas son un poco eso, desde el punto de vista narrativo.

Así que escribí ese texto, con alguna dedicación y fue un texto que tuvo fortuna tal vez por ser el primer texto de un chileno, un escritor.

Y no he escrito mucho más sobre él, salvo algunas presentaciones, porque Raúl me pedía a menudo que fuera donde lo habían invitado, porque él no podía por estar ocupado en algún proyecto.

-¿Pero participó en las películas de Ruiz en Chile, antes del exilio no?

-Sí. Empezando por Tres Tristes Tigres, donde participé doblemente: primero porque parte de esa película fue filmada en mi casa, en Portugal con Argomedo y además en un pequeño rol secundario, pero más que eso en nuestras deambulaciones gastronómicas y alcohólicas: el restaurante donde pasa buena parte de la película lo descubrimos con Raúl por casualidad, yendo a comer. Se llamaba El Cachivache, muy cerca de la Piscina Militar, ya que con Raúl habíamos asumido que estábamos muy guatones y teníamos que nadar. Fuimos la primera vez, estuvimos un rato y fue suficiente, salimos de allí y dimos con El Cachivache, nos picó la curiosidad y entramos. El cachivache era el nombre de un plato gigantesco que preparaban, tenía de todo y arriba un huevo frito.

A Raúl le quedó la imagen de ese restaurante y cuando tuvo la posibilidad de filmar, volvió a ese lugar.

 -En su texto dice que Los Tigres.. fueron importantes para el grupo gregario al que pertenecían, a los que participaban en al Realismo Púdico, porque de alguna manera los representaba

-Raúl tenía la idea de Los Tigres, no tanto del tema, sino de hacer una película en términos del mundo en que nos movíamos. No hay que olvidar que en ese periodo se están haciendo otras cosas: El Chacal de Littin un año antes, y al mismo tiempo está Ayúdeme Usted Compadre de Becker, que era la película de mayor audiencia en años, en la que todo Chile se reencontraba con toda la ideología demócrata cristiana incorporada a la película; era una película de optimismo flagrante en la cual patronos y obreros trabajan cantando, un país risueño, positivo. Ruiz tenía la idea de hacer -nunca me lo dijo así, pero todo el mundo lo entendió- un anti Ayúdeme Usted.., mostrar un Chile real, al precio incluso de pasarse un poco para el otro lado. El Chile real de ese Santiago un poco sórdido, cruzado de tensiones, donde se ven las verdaderas relaciones sociales: patrón y empleado no son del mismo mundo, tradiciones chilenas. Raúl tenía una idea bastante clara – a diferencia de lo que han dicho- y tenía que hacerla rápido, ya que tenía un financiamiento limitado, de los Tres Capitanes: su padre y otros dos capitanes mercantes.

Raúl me pidió que compusiera unos boleros: él había escuchado en sus deambulaciones, en Cartagena a Ramón Aguilera, que ya comenzaba a ser popular, conversó con él en el restaurant donde cantaba y le pidió verse en Santiago.

Cuando ya había comenzado la filmación, nos juntamos con el compositor Tomás Lefever, a quien ya había encargado la música y se le ocurrió que quería que incluir unos boleros, porque eso pegaba con el tono sociológico de la película y me pide a mí le escriba la letra, para que Lefever le ponga la música. Nos juntamos varias veces en mi casa, con Lefever, Aguilera y dos guitarristas; Lefever era un músico moderno, usaba elementos musicales ajenos a los patrones del bolero. A Raúl le encantó el bolero y me dijo: hace otros dos más…

Cuando la música estuvo lista, Aguilera fue a la RCA y propuso un álbum con esos boleros y otros temas suyos, el disco se editó como Raúl Aguilera canta Tres Tristes Tigres. Yo compré ese disco una docena de veces, pero mis amigos me lo robaban y luego ya no pude encontrarlo. En otras películas Rodrigo Maturana escribía las letras, él estuvo presente en casi todas las filmaciones.
En La Palomita hice una secuencia, pero no tuve participación en las otras películas de Chile, salvo ir a comer luego de las filmaciones.

-¿Al Parrón?

-No. Debemos de tener en cuenta que Chile de los 60 era un país pobre y nuestra vida nocturna pasaba en el Santiago antiguo, teníamos picadas populares, con mozos de chaqueta blanca, media manchada: Los Hijos de Tarapacá, en san Diego había parrillada brasileña; muchas veces, con Raúl no teníamos plata, nos tomábamos una botella de vino y comíamos pan con ají.

-¿ Y se juntaban en el Bosco?

-No éramos muy “bosqueros”, porque Il Bosco era interesante como fuente de soda de media tarde porque ahí la gente iba a tomarse una cerveza, jamás comimos allí. Era un lugar de citas, encuentros, si querías ver a alguien, seguro lo encontrabas allí.

-¿Quiénes formaban parte de este grupo errante?

-Estaban Germán Marín, Raúl Sotelo, Pepe Román, el crítico de cine, Leiva, que murió, Lucho Alarcón, a veces. Formamos entonces la La Cofradía de los Caballeros Antiguos de Chile y del Perú, la Orden de Cocineros de Ferrocarriles y otras asociaciones errantes.

-¿Cómo fue su salida de Chile y el reencuentro con Ruiz?

-Mi casa fue allanada, tuve que esconderme y con ayuda de amigos que me compraron el pasaje y del agregado cultural de Francia Roland Husson, pude conseguir salir, en mayo del 74, pero Raúl ya estaba en París desde diciembre.

No tenía casa, lo habían acogido algunos franceses y le habían prestado un departamento; luego vivimos juntos los cuatro, con Valeria y mi señora; conseguimos a cambio de cuidar una niñita poder usar un departamento, nuevo…pero de 20 metros cuadrados. Y allí vivimos los cuatro, más el Chuma, nuestro perro que mi señora trajo de Chile y a quién Raúl adoraba. Lo pasábamos muy bien, nos reíamos todo el día. La poca plata que teníamos la organizábamos en este orden: Le Monde (diario francés), una botella de vino malo, el pan para el desayuno y el tarro de comida del Chuma. Y salíamos con Raúl a encontrara alguien que nos prestara plata, habían muchos chilenos paseándose por la calle.

-¿Y cómo fue que se filmó el Dialogo de Exiliados?

-Bueno, Raúl tenía la idea de hacer esta película, que mostrara lo que vivían los chilenos llegados, basado vagamente en la obra de teatro del mismo nombre de Bertold Brecht. Tuvo apoyo de técnicos y gente del cine francés y el financiamiento tuvo varias fuentes, una de ellas Percy Matas. Pero no había grandes gastos y todos los chilenos que actuaron, salvo el cantante, Sergio Hernández , no eran actores, sino amigos y gente que había conocido desde su llegada.

No había un guión muy preciso, era imposible, ya que no podías contar con quienes aparecerían el día de la filmación y se dependía de logística, de disponer los lugares donde filmar.

-Pero la colonia chilena esperaba algo muy distinto, una epopeya de resistencia…

-La colonia no esperaba nada, los que participaron en la filmación lo hacían porque le interesaba hacer algo, nadie sabía exactamente de qué se trataba. La colonia no tenía ninguna organización ni poder ni de ayudar ni de vetar nada.

Posteriormente vino mucha crítica, mucha de ella de gente que jamás vio la película, que por lo demás apenas se mostró un par de veces en París entonces. Y así pasó que se hizo todo una leyenda en torno al Diálogo, la acusaron desprestigiar la resistencia chilena en europa, que iba a perjudicar la solidaridad con los chilenos, etc. Los comunistas más discretamente publicaron en Araucaria que Ruiz debía disculparse, pero la crítica más dura vino de gente del MIR, no como organización, sino tipos que les gustaba darse fama de duros, llegando a decir que Raúl estaba condenado a muerte.

Pero al final no tuvo otra trascendencia que Raúl se dedicara a trabajar en el medio francés.

– ¿Luego del Diálogo, participó usted en alguna otro proyecto de Ruiz?

-No, yo trabajaba y él hacía lo suyo, rara vez hablaba de sus proyectos, era muy reservado en eso y mi colaboración se remitía a actuar en su nombre en ocasiones en el que no podía asistir.
Yo tampoco quería mezclarme en su trabajo ni comentarlo, pero una vez que leí que había ganado un premio importante, fui aquí al lado a felicitarlo, me escucha y dice: “un premio más, un amigo menos”.
Aunque sí participé en otra película, aunque lejos del set de filmación, en calidad de cocinero: Raúl había comenzado a filmar en Agosto de 1981 en Holanda El Techo de la Ballena ( una fantasía en el futuro, durante una guerra en Tierra del Fuego entre Chile y Argentina).

Pero resulta que el team francés de técnicos y actores no aguantaron más la comida holandesa que les proveía el hotel en donde alojaban y amenazaban parar la filmación. Así que Raúl me llama y me dice: vente con tu señora a cocinar y partimos, era agosto y estaba de vacaciones; estaban en un hotel grande en las cercanías de Rotterdam y me ponen a disposición una cocina inmensa, con todos los recursos. Raúl me dice: no se fije en gastos, les he prometido que tendremos un plato distinto cada día y así fue, durante 23 días hicimos 23 platos y todos quedaron contentos

Algunos piensan que Raúl era muy rico, pero la verdad es que él vivía muy sencillamente, nunca tuvo automóvil; no le preocupaba el dinero sino para poder filmar. Era muy generoso con su dinero, una vez, cuando compramos este departamento quedaba a veces corto para pagar la hipoteca, yo iba aquí al lado y le decía “Raúl, tengo un problema”..”cuánto?” me decía y me hacía un cheque. Cuántas veces nos invitaba a comer: nos llamaba y decía : “un cuz cuz?”

Su capacidad de trabajo, extraordinaria y su memoria increíble: se sabía poemas de memoria en distintas lenguas. Una erudición que yo llamaría, a pesar que es palabra de poco prestigio ahora, autodidacta. Raúl estudió un año de leyes- estuvo con Pepe Román en Derecho – y luego por razones personales, teología, debió haber asistido a ciclos, conferencias, no más que eso y el resto lecturas.

A pesar de la precariedad en que vivíamos cuando recién estábamos en París, la primera cosa que Raúl reconstituyó fue su discoteca (eran cassettes en ese tiempo), en plazo muy breve, él necesitaba tener su música y luego su biblioteca, al cabo de un año tenía un estante lleno de libros y una discoteca con su música.

-¿Música popular?

-Música popular y clásica, Raúl sabía bastante de música, podía leer partituras, tenía buena oreja y buena voz; en Chile solíamos terminar cantando boleros, corridos mexicanos, en la mesa, eso se usaba antes en Chile.
Habían boleros que le gustaban, de los Quincheros, recuerde que cantó con ellos Marcial Edwards, un Quinchero comunista, los llamábamos los Huasos Quincheraton.

Cuando conocí a Raúl; en Concepción, en la Escuela de Verano de 1963, con la cultura de un egresado del liceo con pretensiones me interesó su cultura ; llegando a Santiago, me encuentro con Raúl y conversábamos de filosofía – a él le interesaba la filosofía analítica: Wittgestein, círculo de Viena- él me lo explicaba sin ninguna pretensión, en dialecto chileno.

Yo era más bien francófilo, de la fenomenología, no pegábamos mucho, pero Raúl me hizo que comprara Proceso y Realidad de Alfred Whitehead, que era un libro caro, él me hizo meterme en esas aguas profundas.

Aquí en París trató de armar este grupo: el Círculo de Belville en el café de París donde se discutía filosofía, literatura y ciencia, en especial matemáticas. Raúl se interesaba sobre todo en la teorías de los transfinitos.

A Raúl le interesaba también la religión, en Chile discutíamos mucho, yo era un ateo absoluto, Raúl decía no soy católico, pero la existencia de Dios me interesa porque da un fondo de imaginario verbal, visual, artístico. Lo mismo que el psicoanálisis, que como terapia nunca le creyó, decía es una aventura intelectual, espiritual interesante, una ficción formidable: como la religión es un fondo de imaginarios.
Esa cultura que poseía, que sólo se puede adquirir con la capacidad feroz de su inteligencia y la cosa genial: a la hora que la palabra genial tiene sentido, Raúl fue uno de los genios chilenos, que no hay muchos.

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