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Crítica de cine: “Anomalisa”, la adicción artística de una de las joyas en competencia en Chilemonos Una película de Charlie Kaufman y de Duke Johnson

Crítica de cine: “Anomalisa”, la adicción artística de una de las joyas en competencia en Chilemonos

Este es un filme espectacular desde cualquier punto de análisis: su guión es potente literariamente y con motivos argumentales bellísimos, y la plasticidad a la que recurre para exponer sus ideas, también: la del stop motion. Audacia estética y virtuosismo técnico y de cámara, componen esta fábula audiovisual y metafísica en torno a la soledad, el entusiasmo, los espejismos de la existencia, y a la insatisfacción afectiva del hombre contemporáneo. Estuvo nominada a un Oscar 2016 como mejor obra de animación, y se trata de un estreno exclusivo de la sala Normandie.   


“Dejaste caer al suelo / el paquete de quesadas / te reíste, ¿por qué no? / La vida está hecha de nadas”.
Fernando Pessoa, en Cantares

Una cinta como Anomalisa (Anomalisa, 2015) produce adicción y locura artística. Es una pieza maestra y un ejercicio compositivo y cinematográfico llamativo, inaudito, donde mediante los cuidados y complejos métodos fotográficos del stop motion, se consigue plasmar un relato fílmico arrebatado de sorpresas (en su peculiar representación de la realidad), y de valentía creativa a la hora de llevar a cabo esos preciosos teoremas ideológicos: la desazón, las ilusiones, la depresión y las grandes esperanzas humanas.

Esta hermosa fábula audiovisual, especula con esa situación de abandono y de perplejidad existencial en que se encontraría el hombre posmoderno: pletórico de bienes aparentes, pero deudor consigo mismo, en sus necesidades psicológicas más arraigadas y esenciales. En efecto, esta es una historia dura e irónica, en donde un conferencista y motivador exitoso (el ficticio Michael Stone, dotado con la voz “real” del actor David Thewlis), transita por sus miedos, fracasos e inesperadas posibilidades de redención.

La escultórica plasticidad propia del stop motion, se conjuga con una destreza fotográfica difícil de conquistar, si se toma en cuenta que la ubicación y movimientos de la cámara, sigue respondiendo a patrones manuales, y que el montaje debe guiarse por la misma fluidez narrativa que se exige a un largometraje de ficción, apellidado convencional. El guión fue urdido por el propio Charlie Kaufman, uno de los mayores escritores de libretos cinematográficos, a nivel mundial en la actualidad.

En Anomalisa, así, existe ese maridaje escaso, que se propicia entre una estrategia audiovisual exquisita y trabajada, y la compañía de una historia literariamente compleja y poderosa.

Al respecto, debemos anotar algo del concepto estricto al que hacemos referencia cuando se menciona el término “fábula”: el argumento es fuerte, y quizás no lo es tanto, pues se expresa dentro de los cánones de la animación, en una situación que se transforma en emoción poética y audiovisual (ángulos y planos preñados de sentido, y de intencionalidad dramática), al manifestarse de una manera tan artística y cuidada: cuerpos y rostros que se fragmentan, en aras de exhibir la multiplicidad y la dificultad de variantes que ofrece la vida, y el rostro común y corriente, de cualquier persona (esa misteriosa debilidad, al que apelaba Sartre).

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La verdad diegética puede ser terrible, y a veces es mejor disfrazarla con las técnicas metafóricas e hiperbólicas del stop motion, sin renunciar por ello ni a la intensidad argumental del relato, ni a las fortalezas técnicas, inherentes a todo producto simbólico de carácter audiovisual: el “medio” es el mensaje, como reflexionó un famoso teórico de la comunicación, y los directores emplean la animación para expresar esa tragedia de una biografía insatisfecha, en la que el nihilismo y la monotonía, son moneda y cambio corriente.

Y aún así, hay espacios para que surja, sin aviso, la belleza: en un aria de ópera, por ejemplo, cuando a Michael lo asalta en su memoria una de las melodías de mayor sugestión, jamás “compuestas”, en la historia de la música docta: el Dúo de las Flores, de la Lakmé, de Léo Delibes.

Y también, se presentan coyunturas para que esa sensación de renacimiento, invada en el timbre de voz de una mujer desconocida, aparentemente trivial y algo sosa, no obstante, sencillamente, singular y extraordinaria. Por ahí es dónde atraviesa la paradoja audiovisual que cruza por este crédito: expresar una realidad desconcertante, gris y aplastante, bajo la seducción y la posibilidad infinita que permiten los géneros de la animación. Ni el dolor es tan fuerte, entonces, ni la felicidad tan grave y elusiva.

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Anomalisa equivale a una fábula cinematográfica, acerca de problemáticas actuales y hasta esenciales de la ubicación espiritual del hombre, en esta hora: la cita de un par de encuadres al ineludible Edward Hopper y a sus ventanas (además de una estética del anonimato y de la indiferencia en la ciudad moderna), resultan pertinentes y un sostén hermenéutico para este título que dialoga en torno a la soledad, y la gratitud, y alrededor de la capacidad de sorprendernos, y de la necesidad de la ilusión y de la expectativa.

El miedo a no poder reconocerse en esa selva hostil y desaprensiva, es otro de los tópicos por los que transita esta pieza luminosa: una constante en la filmografía de Kaufman, como guionista (El ladrón de orquídeas, Eterno resplandor de una mente sin recuerdos y ¿Quieres ser John Malkovich?); es plantear esa interrogante e indagar en la búsqueda de la identidad, por ese océano de dudas y de sospechas identitarias. De pronto se sabe lo indeseado, y luego se descubre o se empuja la puerta, que no se debía abrir, y menos, echar hacia adelante.

(L-R) David Thewlis voices Michael Stone and Jennifer Jason Leigh voices Lisa Hesselman and Tom Noonan voices Emily in the animated stop-motion film, ANOMALISA, by Paramount Pictures

Así, el pensamiento acerca de la esencia afectiva de una persona (en este caso el “protagonista”), asume el rol de la incomprensibilidad y de la inexactitud en relación a ciertas cuestiones fundamentales: la locura se esconde agazapada del éxito, y el vacío se bifurca con la tranquilidad y la ausencia de orfandades, ya sea materiales y hasta emocionales, en apariencia, claro. En esa dinámica de una civilización pagada de sus logros y del progreso, anida el virus de la insurgencia y del desvarío sentimental: la del delirio amoroso, el de la elucubración posesiva, o mejor dicho, la gesta de los amores imaginarios.

El poeta francés Alfred de Musset (citado por el genial Xavier Dolan en alguno de sus filmes), escribió que esa alucinación, era la única verdad cierta del mundo y de la vida. Para Kaufman y Duke Johnson, ese hecho, igualmente, es una máxima estética y audiovisual: Anomalisa se encuentra marcada por ese supuesto, y su acción dramática, estrategia cinematográfica, locuciones (prestada por actores de carne y hueso), libreto y montaje, yacen bajo el “sino” de esa propuesta literaria y direccionalidad de contenido cinético.

Una película hermosa, paradójicamente, en idéntica igualdad de condiciones que la vida: es que sólo a través de una fábula, la herida puede sangrar y sanarse, sin demasiada crispación, penas ni olvido. Eso provocan las piezas maestras como ésta.

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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