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«El Gato con Botas», un estreno que tuvo de dulce y de agraz en el Pequeño Municipal Crítica de ópera

«El Gato con Botas», un estreno que tuvo de dulce y de agraz en el Pequeño Municipal

Creo que el Pequeño Municipal debe ser capaz de mantener el nivel de excelencia de los espectáculos que se realizan y con la posibilidad de ser proyectos de extensión visualmente atractivos, por lo que sería positivo pensar que El gato con botas merece una nueva oportunidad.


El Pequeño Municipal es un espacio consolidado y creado para acercar a los niños a las diferentes artes escénicas que se realizan en el Teatro Municipal. El abono se agota apenas sale a la venta y cada año hay nuevas propuestas que van superando las anteriores. Por fin le tocó el turno a una ópera que ha dado que hablar en España y que permite novedosas puestas en escena de gran atractivo: El gato con botas.

Inspirado en el cuento infantil de Charles Perrault, el compositor español-cubano Xavier Montsalvage creó una ópera con lenguaje y elementos contemporáneos; la versión que se realizó en Santiago fue con los arreglos de Albert Guinovart. De buena factura, los números se suceden de manera equilibrada con gran belleza melódica que cautivan de inmediato.

Sin embargo, el estreno santiaguino tuvo de dulce y de agraz.

El lado dulce provino de la música que funcionó a la perfección bajo la batuta de Pedro Pablo Prudencio, contando con músicos disciplinados que le dieron tempos y colores hermosos y a la vez con cantantes con excelentes condiciones como el molinero convertido en marqués de Juan Pablo Dupré y el gato con la soprano Florencia Romero. Completan el reparto, la soprano Andrea Aguilar como princesa, los bajos Arturo Jiménez de rey y Cristián Reyes de ogro.

El lado agraz estuvo en la puesta en escena, que en pocas palabras, perdió la magia. La propuesta estuvo a cargo de Christine Hucke, con la escenografía de Rodrigo Claro, vestuario de Montserrat Catalá y la iluminación de Ricardo Castro.

El gato manejado por titireteros vestidos de negro fue el más logrado de los personajes,con movimientos apropiados y divertidos. Sus poderes los usa para llegar a las cortes reales como la del ogro y para la sucesión de escenas separadas por interludios musicales. Los caminos del gato por pueblos y aldeas son representados con elementos móviles que invocan piedras y rocas que giran en el escenario, que no son de buena factura. El palacio real está representado por cartas gigantescas que no convencen y el carro del soberano es poco señorial y peor su trono.

Esta irresoluta puesta en escena tuvo un ejemplo muy claro en la escena que ocurre en el castillo del malvado ogro, cuando que éste se transforma en primero en león, después en loro y finaliza siendo ratón (guiño a Wagner) el que resulta comido por el gato. La escena no se entendió ni se vio bien. ¿Dónde quedó la iluminación?.

Creo que el Pequeño Municipal debe ser capaz de mantener el nivel de excelencia de los espectáculos que se realizan y con la posibilidad de ser proyectos de extensión visualmente atractivos, por lo que sería positivo pensar que El gato con botas merece una nueva oportunidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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