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Opinión: Víctor de la victoria A días del iniciado el juicio en Estados Unidos por el homicidio del cantautor

Opinión: Víctor de la victoria

Arnaldo Delgado
Por : Arnaldo Delgado Miembro del Centro de Investigación Transdisciplinar en Estéticas del Sur (CITES) y docente universitario. Magíster en filosofía y licenciado en artes con mención en composición, ambos de la Universidad de Chile.
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En la construcción del tejido social pre-dictatorial, Víctor apuntó directamente a superar la noción de cultura concebida como exterioridad. Su concepción trascendió a entenderla como aquello a lo que se tiene acceso por medio del contrato de un servicio en las boleterías de un teatro, y no sólo desde las respuestas del “dónde canto” y el “a quién”, sino que, por sobre todo, dándole sentido a las preguntas del “cómo canto” y el “desde quién”. En esa línea, no son sólo sus canciones, sino que es, sobre todo, el ejemplo y experiencia creativa de Víctor la que debería contribuir a complementar las respuestas para las preguntas creativas de hoy. De allí la importancia de la rearticulación cultural a través del despliegue artístico y de la creatividad comunitaria para la construcción de una nueva sociedad.


Cuando tardíamente van apareciendo los culpables de su muerte, y donde el Estado está al debe en materia de reconocimiento de crímenes de lesa humanidad, los acordes de Víctor Jara siguen acompañando a los movimientos reivindicativos de justicia y derechos sociales con una vigencia que difícilmente tiene un horizonte de término. Cuando en Estados Unidos acaba de comenzar el juicio por su asesinato, Chile aún no se repone de su desgarro histórico y menos del cultural. Como Víctor, un trabajador del arte y la cultura, son más de treinta los artistas que corrieron similar suerte.

Si bien para la dictadura cívico-militar el ámbito artístico no estaba en la primera línea de su propuesta de “reconstrucción nacional”, lo cierto es que la censura, el destierro, la muerte y la desaparición, fueron prácticas que arremetieron eficazmente contra el tejido social construido por décadas en el país. La creación -desde obras de arte hasta nuestras relaciones sociales- es el eje central de lo cultural y, como tal, fue un blanco perfecto para ir aniquilando las identidades que situaban a las personas en colectividad. Con la cultura moría, entonces, parte importante de la arquitectura de nuestra vida en sociedad, aquella de la cual, hasta el día de hoy, seguimos fuera. Pero el Chile actual no fue el que pensó Víctor Jara.

En la construcción del tejido social pre-dictatorial, Víctor apuntó directamente a superar la noción de cultura concebida como exterioridad. Su concepción trascendió a entenderla como aquello a lo que se tiene acceso por medio del contrato de un servicio en las boleterías de un teatro, y no sólo desde las respuestas del “dónde canto” y el “a quién”, sino que, por sobre todo, dándole sentido a las preguntas del “cómo canto” y el “desde quién”. En esa línea, no son sólo sus canciones, sino que es, sobre todo, el ejemplo y experiencia creativa de Víctor la que debería contribuir a complementar las respuestas para las preguntas creativas de hoy. De allí la importancia de la rearticulación cultural a través del despliegue artístico y de la creatividad comunitaria para la construcción de una nueva sociedad. Y eso, Víctor Jara lo leyó bien en su tiempo.

En La Población, creada con apoyo de Alejando Sieveking, y en la cual se sumergió en la cotidianeidad del habitar de los pobladores de Herminda de la Victoria, Víctor halló un método de creación artística que implicaba investigar y conocer a fondo el material desde donde quería construir su obra, viviendo incluso entre los pobladores, y no sólo para lograr representarlos de acuerdo a sus condiciones de vida, sino que, principalmente, logrando un mecanismo de identificación y reconocimiento en los sectores sociales llamados a realizar los grandes cambios en el país. De allí entonces las grabaciones que aparecen antes de cada canción, usando el documento sonoro como material que otorga estatuto de realidad, yendo más allá de la ficción de un personaje popular y dando lugar a un sujeto real y concreto: a la pobladora y poblador de los 70.

Fue este uso metodológico-creativo lo que lo llevó un año después, en 1973, a Ranquil, Región del Bio-Bio, a investigar y a entrevistarse con sobrevivientes de la masacre del año 34, para tener testimonios y construir una nueva obra siguiendo el camino ideado en La Población. Así el indígena, el campesino y el poblador no sólo se situaban en la vida social, sino que también en la creación artística. Sin embargo, a sus cuarenta años, su obra quedaría inconclusa. Víctor Jara fue brutalmente asesinado un par de meses después.

El arte de Víctor fue la mediación entre aquello que estaba construido y aquello que faltaba por construir. Su arte se hizo revolucionario por la contribución a la construcción de sociedad y al desafiar la lógica fetichista de la cultura como aquello que está por fuera de nosotros y a lo que accedemos en un intercambio comercial. Para Víctor, el arte fue un elemento dinamizador de lo político, y la política un ejercicio dinamizador de la cultura. Hoy no se trata solo de cantarlo, sino que de tomar su experiencia creativa, pues debe ser la mediación entre aquello que tenemos hoy y aquello que queremos construir lo que motive a generar desde el arte un aporte al necesario cambio cultural en nuestro país. Y en este desafío, como jóvenes creadores, no podemos permitirnos la patudez de descansar en sus espaldas en la ardua tarea de darle sonoridad, gestualidad y visibilidad a las aspiraciones de cambio de nuestra época, tal como Víctor y muchos otros lo hicieron en la suya.

Arnaldo Delgado
Compositor, co-autor del libro Arte Invisible

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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