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«Auge y Caída de la ciudad de Mahagonny», una mirada feroz a la sociedad contemporánea de los excesos Crítica de ópera

«Auge y Caída de la ciudad de Mahagonny», una mirada feroz a la sociedad contemporánea de los excesos

La versión que se realiza en el Teatro Municipal tiene la firma de uno de los más importantes directores de escena latinoamericanos: Marcelo Lombardero, quien logró una propuesta ágil y efectista en los movimientos, violenta en lo simbólico, trágica en lo conceptual. Utiliza el sarcasmo y la ironía para resolver los conflictos propuestos por la inhumana condición de cada personaje.


Asistir a las óperas del siglo XX es poco habitual en nuestro país, por lo que el estreno de Auge y Caída de la ciudad de Mahagonny es más que bienvenido.

Son estas las obras que permiten formar audiencias, que atraen a público renovado.

Compuesta por una dupla vanguardista entre el dramaturgo Bertold Brecht y el compositor Kurt Weill, buscan crear consciencia de los vicios más profundos del capitalismo, detrás del mensaje hay una ácida crítica a la sociedad actual que no deja a nadie indiferente. (Nota del editor: Esta crítica a la sociedad actual está representada en la imagen principal, pero debió ser censurada para cumplir con los estándares decimonónicos de Facebook).

La historia ocurre en la ciudad de Mahagonny, emblema del nihilismo, creada por tres prófugos que huyen de la justicia, y se centra en la historia de un leñador de Alaska que vive todo el proceso de la pérdida de identidad en el consumismo, en el juego, la prostitución y la bebida.

La música es de fácil recordación, tiene inspiración en muchos estilos y ocupa el formato de singspiel, es decir, escenas separadas. Emociones que son descritas tanto en líneas populares como en las operísticas.

La versión que se realiza en el Teatro Municipal tiene la firma de uno de los más importantes directores de escena latinoamericanos: Marcelo Lombardero, quien logró una propuesta ágil y efectista en los movimientos, violenta en lo simbólico, trágica en lo conceptual. Utiliza el sarcasmo y la ironía para resolver los conflictos propuestos por la inhumana condición de cada personaje.

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Fotografías: Patricio Melo

En su propuesta se inspiró en la postura estética-teatral de Brecht del teatro épico y confirmó su maestría en comunicar en un lenguaje vigente una obra que sin duda logra capturar nuevas audiencias. Destaca además que es una coproducción con el Teatro Colón y el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo.

La propuesta escénica y de imágenes de Diego Siliano es impactante: los videos de carreteras abandonadas, recreación del huracán, las grabaciones en “vivo”, por un lado, y las escenografías del bar y del juicio, momentos claves de la ópera. Luciana Gutman creó el perfecto estilo de Mahagonny con un vestuario decadente, kitsch y provocativo. Las coreografías y movimientos de grupos estaban en concordancia con la propuesta teatral, logrando maximizar la tensión entre el texto y la música, provocando con fuerza propia la reflexión del absurdo, de la tragedia.

Desde el foso el director inglés David Syrus logró darle el soporte que la obra exige con una acertada lectura, con precisión de los clímax y balanceando los complejos momentos vocales que alternan el canto con la declamación. Sin duda, lo más notable es cómo la orquesta estuvo al servicio del teatro.

Por otro lado, el coro a cargo de Jorge Klastornick se destacó en las exigencias escénicas de Lombardero, apoyando las escenas con gran aplomo.

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Esta imagen debió ser censurada parea cumplir con los estándares de Facebook. Fotografías: Patricio Melo

En cuanto a los solistas, estuvimos en los dos elencos: la versión internacional del martes 28 de junio y la versión nacional del miércoles 29. Este ejercicio de espectador doble, permite entregar una mirada más completa de los esfuerzos desplegados por ambos elencos.

Cinco son los personajes principales: la viuda Begbick, sus aliados Fatty y Moses y el dúo de “enamorados” de Jimmy y Jenny.

Sin duda, en el elenco internacional la mezzo Susan Resmark (viuda Begbick) y el tenor Nikolai Schukoff (Jimmy) fueron los más sólidos del reparto, con timbres óptimos en cada cuerda y excelentes interpretaciones. Destaca la escena de la cárcel de Jimmy, en que crea un conmovedora lástima por su pronta ejecución. Una voz que se escuchaba fácil, íntegra y sin esfuerzo. Kim Begley como Fatty y Gregg Baker como Moses, cumplieron a cabalidad la dirección teatral de Lombardero, que caricaturiza a estos dos prófugos con los correctos recursos vocales. Finaliza el quinteto la soprano argentina María Victoria Gaeta, quien convence más en lo actoral pero queda al debe en lo vocal.

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Fotografías: Patricio Melo

Por su lado, en el elenco nacional, causó gran sorpresa la transformación de la contralto Evelyn Ramírez, teñida de rubia para interpretar a la viuda Begbick. La escena del juicio sirvió para demostrar su maestría, ya que debe imponerse musicalmente a una orquesta con gran volumen y en lo visual a las distractivas grabaciones “en vivo” y a las bailarinas de cabaret. Otra sorpresa fue Maribel Villarroel, como Jenny, que sí cuenta con el timbre preciso para la famosa Moon of Alabama, uno de los hits de esta ópera. Crea una convincente Jenny, seductora y trágica.

Destaca también el bajo barítono argentino Hernán Iturralde, como Moses, lleno de tatuajes y collares de oro, imponiéndose con su timbre sólido y de gran volumen, combinado con la actitud de desprecio que imprime a su personaje. Logran buen cometido los tenores Pedro Espinoza, como Fatty, y Gustavo Lopez Manzitti, como Jimmy.

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En roles coprimarios, los tres amigos de Jimmy son Jakob Schmitt, Bill y Joe. Jakob lo alternan los tenores Paul Kaufmann y Gonzalo Araya, siendo mucho mas sólido Araya. Este personaje muere de gula y Araya logra recrear al glotón Schmitt bajo la irónica mirada de Lombardero. Lo mismo ocurre con Bill a cargo de los barítonos Orhan Yildiz y Javier Weibel y es aún más patente en el rol de Joe a cargo de los bajos Thomas Stimmel y Homero Perez-Miranda. El elenco nacional comprende mejor la dirección de estos roles de carácter, al que imprimen mayor dramatismo que los cantantes del elenco internacional. Es sorprendente el nivel de alemán y la correcta dicción en los largos parlamentos.

La puesta en escena de Auge y caída de la ciudad de Mahagonny fue cumplir una deuda pendiente con repertorio contemporáneo reflexivo y cuestionador. Y el cometido se logró con creces.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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