Crítica de ópera
En Santiago se repuso la misma puesta en escena de Nicola Benois que con más de treinta y cinco años sigue siendo una propuesta convincente, en la época del drama y que no produce dobles lecturas.
Es la una de las tres óperas que más veces se representa en el planeta y a mas de cien años desde su estreno goza de la mayor de las popularidades en el género. La Boheme, escrita por el trío de artistas formado por los libretistas Luigi Illica y Giuseppe Giacosa junto al compositor Giacomo Puccini, está vigente por una razón muy sencilla: narra la historia de personas simples con grandes sentimientos… y por supuesto inolvidables melodías.
En Santiago se repuso la misma puesta en escena de Nicola Benois que con mas de treinta y cinco años sigue siendo una propuesta convincente, en la época del drama y que no produce dobles lecturas. La regie a cargo de Patrizia Frini tuvo como objeto reponer las mismas direcciones guionales que hemos visto en las últimas tres décadas. Ni siquiera se cambió la paradójica silla en la que Mimi muere y no en una cama. Ricardo Castro confirma su maestría en la iluminación. Sin embargo no hay nada nuevo por este lado por lo que el interés se centra en la orquesta, los solistas y coro.
La batuta de José Luis Domínguez es certera, ágil y con lectura pucciniana a la vena. Sorteó las complejidades, ordenó a los cantantes y todo parecía un reloj suizo tanto arriba del escenario como en el foso. Las melodías, los leit motiv y las atmósferas que Puccini crea con tanta precisión escénica fueron interpretadas con gran belleza por la Orquesta Filarmónica de Santiago. El coro dominó a la perfección su participación en el acto II y Jorge Klastornick merece un gran reconocimiento por este trabajo. Grandes aplausos para el coro de niños que pertenecen a diversas escuelas seleccionados a través del exitoso programa Crecer Cantando a cargo de Cecilia Barrientos.
El elenco internacional contó con la presencia del famoso tenor venezolano Aquiles Machado que cuenta con un registro vocal seguro cuya voz que corre fácil. Dueño de sólido registro central, tuvo algunas dificultades en los agudos las que sorteó con la pasión que le imprimió a su Rodolfo. Muy distinta actitud tuvo la soprano japonesa Eri Nakamura quien cumplió con su heroína Mimi con buena técnica pero sin entrega escénica. Gran disparidad entre la pasión latina del tenor y la frialdad japonesa de la soprano.
La revelación de la noche estuvo a cargo de la soprano chilena Catalina Bertucci quien en su Musetta no solo convenció sino emocionó a la audiencia. Con una perfecto dominio técnico demostró en su vals que su voz está perfecta y le imprimió un carácter juvenil y apasionado. Gracias a ella la función pasó de ser normal a tener un brillo especial. Su escena fue clave para convencernos de que su carrera está en ascenso y seria deseable verla mas seguido en nuestro país, ya que radica en Alemania.
Completan el reparto el barítono Vittorio Prato creó un convincente Marcello lleno de humanidad y con la voz precisa del pintor de la buhardilla. Completan el cuarteto de estos amigos, el filósofo Colline a cargo del bajo Oleg Budaratskiy, quien realizó su emotiva aria del abrigo con gran realismo escénico pero sin un registro grave consolidado resultando mas convincente el barítono Andrey Zhilikhovsky como el músico Schaunard.
Completan el reparto Cristián Lorca como un convincente Benoit y aún mas convincente Alcindoro, Parpignol a cargo de Claudio Fernández, el aduanero de Felipe Ulloa y un sargento a cargo de Francisco Salgado.
En esta versión internacional de La Boheme en la que rara vez vemos solistas chilenos en los roles principales, podemos confirmar que Bertucci es hoy una de las voces mas importantes de nuestro país en la actualidad.
También se espera una gran actuación en la versión nacional con Paulina González como Mimi y Yaritza Véliz como Musetta debutando en los roles femeninos de La Boheme que se presentarán en funciones el 14 y 16 de septiembre.
