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El insoportable paso del tiempo Crítica literaria

El insoportable paso del tiempo

Si tuviéramos que fichar ante la cámara esta obra, diríamos: se trata de un libro desbordante, torrentoso, lleno de “polenta existencial”, una placa de la geografía de Latinoamérica y no sólo de Chile, un texto exuberante y crudo, con cruces y entrecruces de los más diversos problemas que pasaron y siguen.


Al entrar en el luminoso laberinto de esta obra, El insoportable paso del tiempo, de Francisco Rivas, tiene sentido hablar de la dicotomía de forma y contenido. El acto de escribir, por naturaleza, es un acto de un contenido y maneras únicas. Cien años de soledad no pudo escribirse de otra manera, igualmente Pedro Páramo o Adiós a las armas. En los casos referidos –como en esta novela – la forma responde a las necesidades expresivas vitales que en un momento particular el creador se ve enfrentado a semejante odisea. Dicho brutalmente, esta novela no pudo ni se podría escribir sin las venas, el corazón y las inasibles inquietudes que caminan por el imaginario de Francisco Rivas. Más aún, trasunta en ella la figura de sus demás libros, algunos efectos en las imágenes y en los diálogos, figuras literarias que Rivas retrata de forma singular.

Al avanzar por sus páginas uno percibe un valioso asunto: que tiene episodios que los aspirantes a la novelística pueden considerar como buenas herramientas para su cultivación creativa.

Si tuviéramos que fichar ante la cámara esta obra, diríamos: se trata de un libro desbordante, torrentoso, lleno de “polenta existencial”, una placa de la geografía de Latinoamérica y no sólo de Chile, un texto exuberante y crudo, con cruces y entrecruces de los más diversos problemas que pasaron y siguen.

En los anteriores libros de Francisco, por ejemplo, El informe Mancini, Los mapas secretos de América Latina, Pequeña Leyenda de una ciudad ocupada, Martes Tristes o El pulmón del general, obras elogiadas y premiadas, está ese nudo narrativo y caracterización de un potente conflicto entre la realidad-ficción, hechos sociales, existenciales y políticos que sacuden a nuestras sociedades, en especial la nuestra. Denota el interés del creador por la alta arquitectura artística que se revuelca en vientres no tomados, incluso prohibidos, saca la voz de temáticas que no pocos dan la espalda, como en El insoportable paso del tiempo, donde plantea la posibilidad de reencarnarse en vidas pasadas, fundado en el espacio y el tiempo, camino ineludible para acercarse al origen de la especie humana.

Es decir, Rivas descubrió un asunto que es indispensable en la creación literaria, un sello narrativo, una marca de la impronta personal, lo que se llama “estilo”. Aspecto que los eruditos califican como la marca más difícil de encontrar.
La dimensión de lo imaginativo, acá, es un elemento tributario a los fragmentos narrativos que la complementan. Dichos fragmentos no son formulados para llenar espacios vacíos de escritura, sino para ahondar en los conflictos abiertos de la comunidad humana.

La atmósfera que se describe recuerda la prosa de grandes novelas. Los puntos de vistas demuestran el oficio logrado por su autor. Es verdad, luego de la tentativa de semejante proyecto artístico, donde nada menos que sopla en los oídos la inescrutable expiración humana, el lector advierte que por añadidos brotan maculadas perlas, porque el logro artístico, llevado a un profundo interés literario y científico, es patente, ofrece muchas ventanas por donde contemplar tamaña obra, donde no hubo ejercicio retórico, sino poético: el fundamento principal queda empalidecido ante la perfección descomunal de un libro poblado de una notable galería de personajes vivos en su dramatismo y esencia.

En rigor, El insoportable paso del tiempo, es un imán de tanta virtud, que no esperaba hallar en los ojos defectuosos que genera el insípido exceso de información de la sociedad. Abstrae, deleita, impacta, a ratos deja sin aire en los pulmones. Por ello, enfrentado a una obra hecha de carne y dones, sólo bastaría decir: léala. No deje de descubrirla.

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