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Rojas Sánchez califica nuevo libro de Allamand de ramplón e inverosímil Crítica del libro «La salida. Cómo derrotar a la Nueva Mayoría en 2017»

Rojas Sánchez califica nuevo libro de Allamand de ramplón e inverosímil

Los análisis de Allamand, aunque presentan importantes dosis de realismo (el hombre es observador perspicaz) incluyen significativas zonas de oscuridad (el hombre ignora u oculta información que no le conviene). Cuando Allamand se refiere a la carencia de intelectuales en la derecha y hace un listado de los que estima más influyentes en los últimos 25 años, resulta evidente que la carencia es en realidad la suya.


Como en tantas ocasiones anteriores, Andrés Allamand lo está intentando de nuevo.

Es su mérito, es aquello por lo que será recordado: una perseverancia ejemplar destinada a empujar un sistema de ideas sencillo y estrategias múltiples –casi para todo- clasificables, algunas de ellas, en los dos extremos de lo ramplón y de lo inverosímil.

Pero es cierto que esas sugerencias a la acción parten de un serio intento de comprensión. Buena parte del libro acierta sobre las coordenadas tanto de la derecha como de la actual coalición de gobierno; por eso, buena parte del libro será útil como manual para operadores político-electorales de ambos lados: gestores de programas, jefes de campaña, asesores de futuros ministros. Ese es su nivel de eficacia.

la salida

Pero los análisis de Allamand, aunque presentan importantes dosis de realismo (el hombre es observador perspicaz) incluyen significativas zonas de oscuridad (el hombre ignora u oculta información que no le conviene).

Por ejemplo, respecto de los intelectuales en la derecha.

Sí, tiene razón, pensamos poco los de acá e influimos también poco. Correcto diagnóstico, por tantos compartido.
Pero cuando Allamand se refiere a la carencia de intelectuales en la derecha y hace un listado de los que estima más influyentes en los últimos 25 años, resulta evidente que la carencia es en realidad la suya.

En su nómina ni de lejos aparecen Juan de Dios Vial Larraín, Gonzalo Vial (q.e.p.d.), Julio Retamal, Jaime Antúnez, Hermógenes Pérez de Arce, Joaquín Fermandois, Pedro Gandolfo, Raúl Bertelsen, Cristóbal Orrego, José Luis Widow, Carlos Frontaura, Carmen Domínguez, Julio Alvear, Álvaro Ferrer, Alejandro san Francisco y… O sea, Allamand transmite por vía de omisión uno de estos dos mensajes: o es mejor ignorar a esas personas porque pertenecen a la derecha que debe salir de escena o lo que han aportado carece de todo valor.

Pero sí aparece Axel Kaiser. Bueno en realidad, no aparece, sino que algunas de sus afirmaciones más polémicas son citadas por Allamand, en medio de las diatribas con las que califica ese pensamiento de arrogancia estéril, aberración, groseramente equivocado, etc.

Pocas páginas antes el autor había insistido en la necesidad de discutirlo todo en la derecha, pero ante el liberalismo extremo de Kaiser no trepida en la descalificación. Y además le entró el curioso pudor de evitar la alusión directa.
Parecida pérdida de coherencia se da cuando Allamand defiende el Acuerdo de unión civil y escoge a cuatro parlamentarios del mundo UDI para enrostrarles lo que califica de “motín” contra la iniciativa. Pero, curiosamente, el tema termina con un llamado del autor a tener grados muchos mayores de diversidad en la derecha. Diversidad cuando lo diverso le gusta y, al mismo tiempo, prohibición de defender desde la diversidad aquello que no le gusta.

Y es en este tema donde se nota el principal déficit de Allamand, quien ya en su sexta década va a tener serias dificultades para superar esta carencia: su olvido de lo fundamental, de la naturaleza humana. No la niega, simplemente la ignora. No la niega, la reemplaza por una sociabilidad consensuada, a lo Cameron.

Pero sobre esa base no hay buena política posible: sólo podrá haber una salida hacia más de lo mismo, es decir, hacia unos gobiernos más de acá o más de allá, pero casi equidistantes de lo que la persona humana es y necesita.

Bueno, pero para entenderlo hacía falta conocer a los intelectuales omitidos. Con uno habría bastado. Con uno solo.

Gonzalo Rojas Sánchez
Profesor Universitario

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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