Publicidad
Bernardo Oyarzún, de la periferia a Venecia: “Yo he sentido la violencia social y racial en Chile” Su trabajo será presentado en la 57a Bienal de Venecia que se realizará el 2017

Bernardo Oyarzún, de la periferia a Venecia: “Yo he sentido la violencia social y racial en Chile”

Patricio Olavarría
Por : Patricio Olavarría Periodista especializado en Política Cultural
Ver Más

Este valorado artista visual conoce de cerca la discriminación de la gente, del Estado y de sus propios pares, por su aspecto indígena. Hace algunos años recibió una paliza durante una detención policial desde donde emanó la obra «Bajo sospecha» y, hoy, combate esa violencia racial con «werken», una obra que enfrenta a máscaras indígenas con miles de apellidos mapuches.


Bernardo Oyarzún (53), chileno de origen mapuche por parte de su abuela materna, y artista visual de enorme trayectoria fuera del país, es el hombre que va a representar a Chile en la 57a Bienal de Venecia junto al destacado curador paraguayo Ticio Escobar.

Este artista, que ha vivido en carne propia el racismo -incluso de sus propios colegas- y de una sociedad arribista, sabe que su obra se instala por su propio peso. Tiene muy claro que los chilenos hemos omitido parte de nuestra historia y mestizaje, y, por lo mismo, se mantiene fiel a dar sentido a una operación visual que busca desde el arte, poner sobre la mesa la idea ancestral de un pueblo olvidado.

Con Werken (mensajero en mapudungún), una enorme instalación étnica que pone de frente a miles de máscaras mapuches Collón y más de 6 mil apellidos de la etnia, el artista abre un diálogo que hoy parece clausurado entre chilenos y mapuches. De esta forma, Bernardo Oyarzún, licenciado en Arte de la Universidad de Chile, quien se identifica con la cultura popular, sus márgenes, y sus gestualidades, no para de trabajar en los preparativos de esta gigantesca instalación, y ejercicio reivindicatorio.

-¿Cómo se dio lo de Venecia?

-El proceso empieza cuando Ticio Escobar me invita como curador especializado en el tema indígena y en arte contemporáneo latinoamericano. Para mi fue un desafío enorme y ha sido un trabajo intenso de mucho intercambio de ideas hasta que definimos lo que queríamos hacer evitando caer en el fetiche o en lo meramente ilustrativo. Ya había trabajado el tema de los apellidos mapuches, algo que yo ya había realizado a partir de un estudio que se hizo de La Araucana. Ahí hice la linotipia de los apellidos y desde ese momento que tenía la idea de trabajar este tema en forma más visible.

-¿Tiene todo un sentido para ti me imagino?

-Para mí había toda una proyección y en especial todo el sentido épico que tiene el Mapuche, ese imaginario que permanece hasta el día de hoy, del guerrero, de ese tipo que no cede y que lucha, que tiene paciencia. Todo ese imaginario se concentra en esta visualidad.

-¿Y cómo se refleja en la obra?

-La obra se sintetiza en el Werken que es el mensajero, una suerte de portavoz dentro del territorio que estaba al tanto de todo lo que sucedía políticamente. Además, era el consejero del lonco. Es un personaje poético que tiene el don de la palabra, que transmite la memoria, la historia del pueblo. Cada vez que él habla existe esa fuerza, un arsenal de conocimiento. Podía ser el Werken o el Waichafe que es el guerreo… Al final nos inclinamos por el primero. Y también tiene otro núcleo que son esas mil quinientas máscaras que se convierten en una multitud que representan otro imaginario.

-Me lo imagino como una gran puesta en escena

-Claro, se arma una suerte de escenario teatral que te traslada a una cierta atmósfera. De alguna manera siento que la escenografía que se va a armar con las máscaras, más los casi siete mil apellidos mapuches, será una gran representación étnica cultural que va a interpelar al mundo latinoamericano y al arte contemporáneo. Es un asunto transversal para la visualización de la cultura indígena en los países latinoamericanos. Ahora estoy en la etapa de preproducción por llamarlo así, y estoy trabajando con un montón de artesanos mapuches que harán las máscaras. Los apellidos ya los tengo.

-Claramente el motor de tu trabajo ha sido este tema, el Mapuche y el mestizaje

-Sí. Llego al tema Mapuche, que es el eje de mi obra, como una necesidad de investigación para los proyectos de arte y eso comienza con mi primera obra que fue “Bajo Sospecha” y después con “Foto álbum” en donde digo que mi abuela es Mapuche y cuento la historia de una familia marginal, popular, que por las migraciones del siglo XX llegan y se instalan en Cerro Navia que en los años sesenta se llamaba Barranca. Es el resultado de la investigación que hago de mi propia familia porque estos temas no se trataban. Cuando era chico nunca se habló que mi abuela era Mapuche o que teníamos esa descendencia. Yo soy el que cuenta esta historia y le da una lógica que poco a poco se fue convirtiendo en la columna de todas las operaciones visuales que hacía. Es más que una necesidad. Es algo inherente que no se puede evadir, y es necesario dentro de toda mi actividad artística.

-En ese sentido es un Arte Político

-Todas las operaciones tienen un sentido político en el sentido que hay una escena, un espacio geográfico, una inserción que tiene una consecuencia política. Ahora lo que pasa es que a veces comienzas a tocar el círculo del poder.

-¿Cómo se instala tu trabajo en un circuito que en Chile es bastante elitista?

-Yo tuve al principio resistencia, pero al final se impone la contundencia del trabajo. Yo he sentido esa violencia social y racial. No sé cuál es más fuerte en Chile. Pero la obra se instala por su propio peso y difícil derribara.

-¿Hay celo?

-Creo que los artistas siempre son celosos. El tema de la competencia no es un tema menor dentro de circuito. Ahora creo que es necesario sentir a veces esa energía.

-¿Pero has recibido mala leche de tus pares?

-Es una vergüenza, pero por ejemplo, en la propia Bienal Indígena el año 2006 en la Estación Mapocho, fui insultado. Y los autores intelectuales eran gente vinculada al mundo del arte. Una chica joven que trabajaba en la Bienal con todas esas banderitas de colores, lucecitas y poca densidad, se me acerca y me dice “bueno tú eres el más feo así que eres Bernardo Oyarzún”. Quedé para dentro y los que estaban trabajando conmigo también. He viajado no se a cuantos países y solo en Chile me ha pasado algo así. Cuando fui a reclamar la cosa se convirtió en una chacota en donde todos se sacaban los pillos. He sufrido ese tipo de situaciones que van más allá del celo profesional.

Eso está instalado en la médula.

-Hace algunos años también te tomaron preso sin razón alguna y de ahí nació tu obra “Bajo Sospecha” ¿Qué te pasa cuando te acuerdas de ese episodio?

-Hoy ya no me pasa nada en lo sicológico, pero cuando volvieron a revivir esta ley con otro nombre este año (detención preventiva), sentí impotencia al saber que en este sistema «democrático» podían revivir estas prácticas que violan tus derechos básicos. Creí que eso ya estaba superado. Pienso en todos esos jóvenes de clases sociales bajas y aspecto indígena como yo, que pueden estar sufriendo las mismas pellejerías, cuando sabemos perfectamente que el origen de la delincuencia es otro y no el color de la piel, en otras palabras y como lo decía en el relato de la obra Bajo Sospecha, te detienen por un defecto de delincuente inventado en la sociedad chilena.

-¿Qué tan racistas te parece que seamos los chilenos?

-Vaya que lo somos, solo basta ver cómo se comportan ante el fenómeno de la inmigración que está viviendo Chile hoy. Pero tan violento como el racismo es el clasismo que va de la mano, esa violencia nunca la he dejado de sentir, lo veo en mi actividad diaria, sobre todo en el mundo del arte en el que me muevo, en detalles muy sencillos desde que llegas a un espacio. Últimamente me ha llamado la atención el periodismo, por ejemplo, he notado beligerancia y lo digo por hechos puntuales que me han llamado la atención. Puede ser porque en Chile no existe un periodismo profesional de arte, falta investigación, hay mucho desenfoque y se dejan llevar por los instintos…Puede ser también por este episodio del envío chileno a Venecia que genera estos impulsos, lo dejo ahí para la autocrítica, no lo sé.

-¿Y los artistas?

-Los artistas son pocos los que provienen del lugar de donde yo vengo. Nací en el campo en un lugar recóndito, después emigra mi familia a Santiago y se instala en la periferia. Recuerdo la chacra que había al lado de mi casa, por ejemplo, mi padre obrero de la construcción que dio su vida por su familia. Sigo siendo un tipo raro o periférico, odio los celulares y trato de vivir más afuera que dentro de la ciudad, y paso más tiempo trabajando en Cabrero en la Región del Bio Bio que en Santiago. En términos de relaciones hay de todo como pasa en cualquier comunidad, tengo muy buenos amigos y en general siento que al menos hay respeto y eso se agradece.

-Sin embargo instalas un tema que ha sido ocultado por la sociedad chilena y el Estado

-Pero esas son estrategias del poder. Es la forma cómo se enseña la historia, qué cosas se visualizan y cuáles no. Cómo se visualiza el tema Mapuche por ejemplo es un tema que ha sido manoseado por la cultura oficial y el Estado. El imaginario indígena se trabaja casi como un negocio. Estoy hablando de blanqueamiento de imagen. Por ejemplo, la moneda de 100 pesos. Eso es una estrategia mediática, ahí no estamos frente a un sentimiento real del Estado Nación. También está la fetichización de la cultura ancestral. Fíjate cuando viaja un Presidente y lleva un regalito como por ejemplo un chamanto. Eso para mí es convertir en mercancía el inventario indígena.

-¿Qué opinas de las señaléticas bilingües?

-Creo que en algunos lugares se trata de una operación técnica vacía. Pero elmapudungún no se ha declarado como lengua. Entiendo por ejemplo que en Sudáfrica hay alrededor de catorce lenguas oficiales. Pero en Chile no existe el espíritu para hacerlo. Para mí es lógico que se incluya la lengua Mapuche porque además le daría una visualidad muy diferente al Estado chileno.

-¿Qué esperas del futuro Ministerio de las culturas?

-Creo que es una buena iniciativa. El asunto es cuál será el espíritu de ese Ministerio, cómo se va a organizar esta institución porque existe mucha burocracia. Recuerdo que fui invitado a participar hace algunos años para trabajar en la organización y en el diseño de la Bienal Indígena, y por ejemplo ahí en las reuniones yo decía que una verdadera Bienal indígena tenía que ser más representativa y que tenían que invitar a Aymaras de Bolivia, Perú, Argentina, Chile, etc. Lo mismo si quiere invitar artistas Mapuches debes invitar a creadores que vengan de Argentina porque no se trata de culturas circunscritas a una Nación post colonial como la conocemos. Pero siempre las miradas tienen un enfoque y una base formal y teórica occidental. Lo que quiero decir es que debe existir mayor integración y un protagonismo real de los sectores que han estado marginados de la cultura.

-¿Hay un blanqueamiento del arte?

-Claro es cultural. Estamos bajo los patrones en Sudamérica del arte occidental. Por eso esta muestra que va a Venecia es inédita porque seguramente ningún país latinoamericano pondrá en escena una obra con acento indígena. Por qué, porque estamos pensando en el arte occidental o bajo los cánones europeos. En ese sentido nuestra cultura es blanca y lo que hacemos es herencia de la estructura colonial que no ha variado en nada hasta el día de hoy.

-¿Y cómo se expresa eso en Chile?

-Bueno a Chile lo han confundido totalmente porque hemos olvidado lo que somos. Vivimos a partir de una matriz impuesta en todos los sentidos.

-Y te parece que eso termina afectando el acceso a los bienes culturales?

-En lo que se refiere al mundo popular y a las poblaciones marginales y a las provincias, veo que por rebote le llega algo. El pueblo Mapuche por ejemplo tiene tan poco acceso como cualquier poblador que vive en La Pintana o en Renca. Es más, solo tienen acceso a la televisión y a la farándula que más bien es la polución cultural, es el deshecho.

-¿Lo que bota la ola?

-Claro, por lo tanto, es un sector que se alimenta de toda esta basura que no hace otra cosa que debilitar su constructo cultural. Ahora qué hace la gente. En el caso de La Pintana, por ejemplo, existen programas de inclusión artística en donde por iniciativa propia han logrado revitalizarse y existir como comunidad y tratan de mantener viva su cultura. Lo mismo hacen grupos culturales de otra índole.

-¿Crees que es genuina la preocupación de la cultura oficial por quienes están fuera de ella?

-No, nunca ha pasado eso. Si nos remontamos a una escena de unos cien años atrás, veríamos que la chusma andaría mendigando un trabajo indigno y con malos salarios en una situación de semi esclavitud como sucedía en los campos con el inquilinaje, las mineras, etc. Niños con mala educación y sin ninguna posibilidad de acceder a nada, futuros esclavos para el sistema o un potencial delincuente, toda una miseria. Esta escena hoy día es la misma, pero con una pantalla digital, la misma injusticia social, pésima distribución y cero accesos a cualquier bien cultural, la respuesta es que al Estado de Chile jamás le han interesado los marginados, los pobres, los mapuches, Aymara….Esto es básicamente porque el Estado en realidad es una empresa que tiene dueño y administra sus recursos a su conveniencia, no para hacer caridad con el pueblo que trabaja.

-Todo eso suena a que la cultura es un proyecto para la élite

-Creo que siempre ha sido de elite y sobre todo las artes visuales, y por lo mismo llega muy poco o nada a las provincias y los sectores marginales. Es una realidad. Es triste y da pena que no todos puedan disfrutar y aprender del trabajo que realizas.

-¿Qué opinión te merece el proyecto Cerrillos que se acaba de inaugurar?

-No he ido al lugar. Me he enterado a través de la copucha, pero no sé exactamente de qué se trata. Tampoco sé que tanto se va a involucrar con el sector. Esa es una zona popular. Es Cerrillos y está cerca de la comuna de Pedro Aguirre Cerda, está la población José María Caro al lado, la Victoria también. No sé qué vinculación social va a tener con el entorno. Ojalá no sea una isla instalada en donde todos los artistas caigan en paracaídas y luego regresen a sus casas. Hay que ver cómo va a funcionar.

Publicidad

Tendencias