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“El hombre de arena”, lecturas terroríficas de un clásico del romanticismo europeo Teatro del Puente hasta el 13 de noviembre

“El hombre de arena”, lecturas terroríficas de un clásico del romanticismo europeo

Si el relato “El hombre de arena” es la lucha entre dos formas de pensamiento para entender el devenir del hombre frente a su destino y condición ontológica, cimentado casi exclusivamente en el punto de vista de su narrador, esta adaptación del Colectivo Bestia busca generar atmósferas terroríficas desde zonas de teatralidad no siempre bien logradas, revelando la dificultad de enfrentarse a un género rico en texturas dramáticas pero que trasladado al lenguaje teatral exigen una mayor independencia de su fuente literaria


Obra fundamental de la literatura europea del siglo XIX, “El hombre de arena”, del autor alemán E. T. A. Hoffmann, es un texto que ha sido largamente analizado en virtud de su carácter como obra en que confluye el choque de dos corrientes filosóficas que cimentan la modernidad occidental: el racionalismo y el romanticismo.

La crítica hacia la búsqueda de respuestas racionales sobre la condición humana que buscaba la primera, permitió la estética romántica de lo profundo y pasional, un camino que rechazó lo intelectual para configurar una reflexión sobre el pensamiento anclado en lo infinito y lo misterioso.

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De ahí que el género de horror y fantástico haya sido creado como imaginario cultural por esta corriente, y Hoffmann haya sido su gran faro. En parte por estos rasgos, la literatura romántica en general y el autor alemán en particular ha sido adaptado con dificultad por otros lenguajes como el cine o el teatro, en virtud de su “literalidad”, un tratamiento de abierta subjetividad que presenta no pocas dificultades para formatos que se nutren de texto y acciones más que textos vinculados a un “sentir” como paisaje estructural del relato.

La apuesta de la directora Constanza Thümler y el dramaturgo Ronald Heim (“Sonata para un cuervo: dos cuentos y un poema”) se enfrenta de entrada con esta dificultad más aún cuando su adaptación busca ser fiel al lenguaje fuertemente adjetivado de Hoffmann.

La historia es la de Nataniel, un joven que narra su infancia y los terrores que le provoca la figura del “hombre de arena”: un sujeto horrible y maligno que el folclor dice que roba los ojos de los niños que no se quieren ir a dormir. Nataniel cree advertir su figura en el abogado Coppelius, un visitante de su casa que tiene misteriosas reuniones con su padre y al que le teme con pavor infinito, y que un día, mientras estaba escondido en la oficina, logra ver cómo asesina a su progenitor. Este episodio y la entrada a la adultez de Nataniel marcado por este trauma, lo narra el mismo afectado en una carta a su amigo Lotario.

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El relato completo se estructura en base a tres cartas, esta de Nataniel a Lotario, otra de su novia Clara a Nataniel, y una final de Nataniel a Lotario. En las tres misivas, asistimos a la progresiva pérdida de razón del atormentado Nataniel, aún torturado por la figura de Coppelius, a quien cree advertir -ya como adulto- que se ha convertido en el vendedor de barómetros Coppola, mientras surge su fascinación con la misteriosa Olympia, la hija de su profesor Spalanzani y quien esconde un terrible secreto.

Con una escenografía mínima, el montaje busca crear la atmósfera ominosa del terror de Nataniel en base a una iluminación de fuertes contrastes, jugando con zonas oscuras y cuyo correlato expresivo es la presencia en escena de la violinista Ángela Sánchez, quien entrega una atmósfera inquietante pero por momentos enfatiza machaconamente los peaks dramáticos del protagonista.

En la representación de la progresiva locura y la dificultad de teatralizar un texto tan abiertamente literario, Mario Horton se desenvuelve con aplomo y controlada gestualidad, bien apoyado por Alejandra Oviedo (Clara) y Felipe Ponce (Lotario), en un ejercicio de contención que busca provocar inquietud con el contraste dramático entre la inspiración sobrenatural que mueve a Nataniel, propiamente romántica, y la perspectiva racional y lógica que le ofrece su novia Clara. Ese juego de intensidad y dosificación es uno de los puntos fuertes de la puesta en escena, pero que entra en conflicto con las escenas que buscan otorgar “contemporaneidad” a la puesta en escena y cuyo cambio de tono poco aporta al sentido integral del relato.

Si el relato “El hombre de arena” es la lucha entre dos formas de pensamiento para entender el devenir del hombre frente a su destino y condición ontológica, cimentado casi exclusivamente en el punto de vista de su narrador, esta adaptación del Colectivo Bestia busca generar atmósferas terroríficas desde zonas de teatralidad no siempre bien logradas, revelando la dificultad de enfrentarse a un género rico en texturas dramáticas pero que trasladado al lenguaje teatral exigen una mayor independencia de su fuente literaria.

Con sus fallos, es un esfuerzo valioso por profundizar una imaginería fantasiosa y un uso del texto poco explorado en la escena local, situando a esta compañía junto al Teatro del Terror, autores de la muy lograda “El pelícano”, en unos de los pocos exponentes en trabajar variadas estéticas de un género que siempre tiene algo por descubrir.

Dirección: Constanza Thümler.
Dramaturgia: Ronald Heim.
Asistencia de Dirección: Romina Meneses.
Elenco: Mario Horton, Alejandra Oviedo y Felipe Ponce.
Músico: Ángela Sánchez.
Diseño escenográfico y gráfico: Sebastián Escalona.
Diseño Iluminación: Francisco Herrera.
Compositor: Daniel Salas.
Producción: Francisca Ruiz/ De la Hormiga Producciones.
El hombre de arena, de Colectivo Bestia. Hasta el 13 de noviembre en Teatro del Puente. Viernes y sábado, 21:00 hrs., domingo a las 20:00 hrs. Parque Forestal s/n.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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