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La energía inagotable del baterista Rodrigo Recabarren Músico es una especie de self made man a la chilena

La energía inagotable del baterista Rodrigo Recabarren

Radicado desde 2009 en Nueva York, el percusionista de jazz ha destacado como un original intérprete y un activo gestor de los más disímiles proyectos, que lo ha llevado a participar en más de una docena de discos, muchos de ellos producidos por él.


Desde que egresó en 2009 de la beca de Interpretación en Jazz en la Universidad de Nueva York y se convirtió en músico profesional en esa ciudad, el baterista Rodrigo Recabarren decidió que cada mañana haría lo mismo: sentarse al computador, mandar mails, inventar giras y contactar productores.

Lejana a la visión romántica que se suele tener de un músico instalado en el lugar en que todo está pasando y donde sólo cabe dedicarse a tocar, para Recabarren la situación obedece a un concepto brutalmente práctico: “No me puedo quedar sentado a esperar que pasen las cosas; tengo que hacer algo yo”, explica.

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Mal no le ha ido, ya que es uno de los jazzistas nacionales más activos que están radicados en la ciudad y su agenda ha estado intensamente copada por todo este año y gran parte del próximo, con presentaciones en lugares como Francia, Alemania y Japón, y una nutrida lista de discos con diversos solistas y proyectos propios. Pero por sobre todo, responde a una fidelidad a sí mismo encomiable: “Quizás por una cuestión de personalidad, desde el colegio estaba inventando cosas, y así ha sido siempre, empujo las cosas hasta que funcionen”, dice.

El baterista es una especie de self made man a la chilena, un tipo que fue afinando el pulso lentamente y convenciéndose de que podía llegar lejos en la ciudad más competitiva para dedicarse al arte.  “Yo parto de la base de que nadie tiene que escucharme, de que nadie tiene que ir a verme tocar, de que nadie tiene que querer ir a tocar conmigo. Me calienta el proceso de tocar y hacer música, pero también el contacto con los músicos, armar los tours. Y eso es importante porque no me estaba sonando el teléfono, y tampoco tenía por qué sonarme”, cuenta.

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En el centro del mundo

Recabarren estudió en el Conservatorio de Música de la UC y llegó al jazz de casualidad cuando vio a uno de sus profesores en la Big Band de la facultad. Lo que más le gustó fue lo contento con que tocaba. “Algo había ahí”, recuerda, y se lanzó a estudiar jazz mientras seguía con sus estudios clásicos.

De los cinco años y medio que estuvo en el conservatorio de la UC, desde tercero comenzó a estudiar paralelamente jazz, con Andy Baeza como su primer profesor. Y comenzó a escuchar obsesivamente: Pat Metheny, Kurt Rosenwinckel, Wayne Shorter.

“Cuando lo pensé, me dije: estos locos están en Nueva York. Siempre supe que para estar donde las papas queman había que venirse. Salí de la carrera y a los tres años, en 2009, me vine, postulé a una beca en interpretación en jazz en la New York University y me la gané”, cuenta.

Peregrinos

Estar en clases, ver pasar a músicos de fama mundial o tomar master class, fueron definiendo la idea de que había que quedarse en la ciudad. Una vez estaba estudiando y quedó de juntarse a almorzar con su entonces polola (actual señora), que estaba de visita en Nueva York, cuando el director de carrera le abre la puerta y le pregunta qué hará a las 14:00 horas. Voy a almorzar con mi señora, respondió. No, no, hay que tocar con el ensamble de John Scofield. ¿Quieres tocar o no?, le dijo. Obviamente fue. “Fue un proceso súper interesante para cachar dónde estaba parado”, resume Recabarren.

El percusionista se define como una persona racional, que musicalmente piensa las cosas y propone de manera intuitiva. “Esa es la imagen que me gustaría dar, alguien que razona y cuestiona. Y musicalmente es lo mismo. Intento hacer mi pega pero me gusta proponer. Si escucho una grabación, me puede gustar o no, pero no me puede no pasar nada. Alguien puede pensar que toco como el orto pero no que no te pase nada. Al salir de la NYU aprendí que puedo tocar con tipos que son mejores que yo pero me puedo parar de frente porque sé lo que tengo que hacer. Lo más importante para mí en este último año y medio es haber comprendido que tengo que hacer mi pega, tocar el pulso, tener el groove, entender las formas, ser un ente activo, comprender a la banda, y eso es la culminación de un proceso de aprendizaje”, explica Recabarren, quien comparte mucho en escena en Nueva York con otros jazzistas chilenos destacados, como Melissa Aldana, Pablo Menares, Camila Meza y Félix Lecaros, y destaca por ser un intérprete abierto a la improvisación y a fusionar desde el jazz contemporáneo hasta la tradición folclórica del país.

Multitud de proyectos

Los largos años de estadía en la ciudad han rendido frutos, porque hoy Recabarren es un solicitado sidemen y un incansable integrante de proyectos de todo tipo, donde produce discos, organiza giras y promociona trabajos.

Sólo este año, ha lanzado proyectos propios como los discos de Beekman Vol. 2 (un cuarteto integrado por el chileno Pablo Menares más el español Yago Vázquez y el estadounidense Kyle Nasser), Mural (que reúne al japonés Aki Ishiguro y el alemán Peter Schwebs), el segundo disco de Novas Trío, “Gravity’s empire” (junto al vibrafonista nacional Carlos Vera y el estadounidense Jeff Miles), el trío Recabarren/Menares/Vázquez, que grabó su disco en Santiago, y muchos otros como músico invitado: New York Quartet, del francés Alex Terrier, donde compartió créditos con el legendario pianista Kenny Barron, la agrupación Brooklyn Aliens, el proyecto “Brother spirit” del saxofonista Joshua Kwassman, y el disco del suizo Niculin  Janet, “No parking anytime”. Además de uno de sus proyectos más personales, el dúo Peregrinos, formado junto al guitarrista Raimundo Santander, el que ha desarrollado entre EEUU y Chile y que se encuentra en fase final de su segundo disco. El mismo con que dieron un concierto en Nueva York junto a Ana Tijoux, en abril pasado.

“¿Cómo defino mi estilo? Viene de una mezcla de cosas, me gusta Radiohead y Víctor Jara, Max Turner y Wayne Shorter. Le pongo mucha atención a las cosas que me gustan. Cuando escucho a Wayne Krantz lo estudio, le mando mails, le pregunto cómo hizo tal cosa y termino tocando con él”, dice sobre el guitarrista que fue su profesor cuando era estudiante de la NYU.

Recabarren define su trabajo bajo el concepto de “música improvisada” más que el de jazz. “A mí me gusta más este concepto porque la música improvisada se da en más variados estilos, ámbitos y estéticas. Hay música de todos lados que se basa en la improvisación, desde lo tribal de África a la música de la India y Oriente además de nuestra tradición amerindia. Me gusta tener la cabeza abierta y si me gusta algo de otras tradiciones lo integro a mi trabajo. Pueden ser frases, ritmos, formas, repertorio, lo que sea. Me gusta buscar eso y por eso creo que conceptualmente me sirve mejor la definición de música improvisada”, sostiene.

Esa búsqueda de formatos y sonidos va desde la experimentación de trío sin bajo (Novas Trío), al dúo jazz/folclore de Peregrinos, y cuartetos tradicionales con piano y saxo (Beekman). Entre todos ellos, Recabarren parece huir de las estandarizaciones y las fórmulas.

“Además, me gusta esta dualidad entre la producción y el tocar. Me encantaría tener un manager, pero al tocar más produciría menos, y la producción es una herramienta para llegar a tocar lo que quieres, porque al producir tú mismo manejas tu horario y haces las cosas como tú quieres”, sostiene.

Por estos días, el baterista está nuevamente en Chile (es su tercera venida del año) y el pasado domingo realizó una clínica dentro del “Drumday”, un evento para bateristas organizado por la tienda Drum Dealer. Además, se presentará en Thelonious el miércoles 23 junto a Nicolás Vera y Pablo Menares, y está cerrando las fechas de su próxima gira por el país, en enero de 2017, donde presentará al trío Recabarren/Menares/Vázquez y el nuevo disco de Beekman (en Thelonious, Concepción, Talca, Temuco y Valparaíso), mientras ya tiene agendada una presentación de Peregrinos en el Festival de Jazz de Lebu (febrero) y ese mismo mes una gira alemana con Mural, mientras que para mayo ya cierra una gira por el país con el guitarrista polaco Rafal Sarnecki.

Si bien su agenda no da respiro, el 2017 no será igual ya que estará abocado a participar en proyectos de otros músicos, como invitado. “Quiero tocar más para otros, porque es mucho desgaste hacer la gestión, producir, generar la prensa, molestar a los amigos. Ahora quiero empujar la energía para tocar música de otra gente”, finaliza.

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