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“99 La Morgue”: Los muertos de antes, los zombies de ahora Crítica teatral

“99 La Morgue”: Los muertos de antes, los zombies de ahora

En tiempos acomodaticios como los actuales, cuesta dimensionar la vehemencia estética de Griffero para recrear en la propia década del 80’ una morgue repleta de cadáveres de torturados, la poderosa alegoría de la muerte y la putrefacción moral de quienes esquivaron la realidad. En 1986 el dramaturgo y director anticipó un futuro de verdades ocultas que debían emerger por doquier y que hoy, con el correr de las décadas, parece haber mantenido el extravío vital de su propia tragedia inconclusa.


Treinta años han pasado entre el estreno original de “99 La Morgue” y el actual remontaje que se presenta en el Teatro Camilo Henríquez. Treinta años de un país que cambió radicalmente en términos físicos, espirituales, éticos y políticos, pero la obra nos sigue inquietando por la inflamable pertinencia de su discurso. Estrenada en la desaparecida sala El Trolley, epicentro de la contracultura santiaguina de esos años, la obra vino a cerrar una trilogía del director y dramaturgo Ramón Griffero compuesta además por “Historias de un galpón abandonado” (1984) y la canónica “Cinema Utoppia” (1985), y fue presentada en una semi clandestinidad, donde el autor enarboló un discurso directo sobre la barbarie de esos días.

Porque en tiempos acomodaticios como los actuales, cuesta dimensionar la vehemencia estética de Griffero para recrear en la propia década del 80’ una morgue repleta de cadáveres de torturados, la poderosa alegoría de la muerte y la putrefacción moral de quienes esquivaron la realidad. En 1986 el dramaturgo y director anticipó un futuro de verdades ocultas que debían emerger por doquier y que hoy, con el correr de las décadas, parece haber mantenido el extravío vital de su propia tragedia inconclusa.

“99 La Morgue” concentra en el Instituto Médico Legal a un grupo de médicos y enfermeras que intentan hacerle frente a la violencia de esos días en momentos en que asume un nuevo jefe empeñado en adulterar las actas de defunción. El marcado tono alegórico de las escenas, que intercala la irrupción diaria de cuerpos torturados que se categorizan como “muerte por inmersión”, con la presencia de la religiosidad popular (la Virgen del Carmen) y cantos evangélicos, dan cuenta de la humanidad que busca emerger como vía de escape a un entorno pesadillesco del que los personajes parecen no poder escapar.

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Todas las fotografías de Guido Manuilo

Fiel a su concepción dramatúrgica que alterna distintas líneas narrativas como el montaje alternado del cine, Griffero introduce a dos personajes principales: el interno Germán (Ítalo Spotorno), un recién llegado que comprende que los muertos “ahogados” tienen signos de tortura pese a la insistencia del jefe por negarlo, y la enfermera Fernanda (Paulina Urrutia), un espíritu naif que vive en la ensoñación de las canciones evangélicas y la figura de la Virgen del Carmen, símbolo de la protección perdida.

Estas historias son presentadas casi paralelamente en un decorado único, imponente y deslumbrante, que responde fielmente a la “Dramaturgia del espacio”, concepto teórico que Griffero elaboró en los orígenes de su carrera, y que en el reducido espacio del Teatro Camilo Henríquez se aprecia en todo su minuciosa expresividad. Se trata de la escenografía de la morgue pero que se desdobla, adquiere vida y contiene muchos otros espacios simbólicos en sí, conectando en su especificidad narrativa a otros lenguajes como el cine, la pintura o la danza. En sus inicios Griffero concibió su teoría junto a los aportes escenográficos del belga Herbert Jonckers, y hoy esta concepción es retomada en el trabajo de Javiera Torres, logrando una perfección formal en forma y fondo que por momentos quita el aliento, secundados de manera sólida por la música de Alejandro Miranda y la expresiva iluminación de Guillermo Ganga.

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Todas las fotografías de Guido Manuilo

En este gran espacio simbólico, texturado por los colores oxidados de la morgue y sus muchas entradas y puertas, se despliegan las imágenes, objetos e historias que nutren la imaginería del autor y componen una escritura visual compleja, complementada con un texto poético que genera distintos niveles emotivos, y en el que el tono hipnótico de las actuaciones van desplegando la sensación de extrañamiento que crece a medida que avanza el montaje.
Griffero nos parece decir que su metáfora sobre los muertos que inundan el espacio y que parecen vaciar de alma a los vivos, es una manera de entender cómo el peculiar devenir de nuestra historia reciente no ha logrado conciliar el trauma por los muertos y el impacto en nuestras vidas actuales, personificados en estos casi zombies que de cierta forma nos hemos convertido, figuras espectrales que vivimos tiempos adormecidos y vaciados de sentido, que como dice la madre de Germán respecto a qué pasara luego del horror de la dictadura, la única salida es “ir a trabajar como todos los días”.

El juego temporal dado por este remontaje cimenta la poderosa capacidad anticipatoria de una obra capaz de haber leído las claves de su tiempo mostrando que la condición humana se rige desde la antigüedad por los mismos comportamientos, lo que en nuestra historia puede leerse como la gran tragedia que se resiste a abandonarnos.

Director clave del teatro contemporáneo chileno, Ramón Griffero entrega con “99 La Morgue” uno de los hitos de la temporada y es la comprobación de que su corpus teórico, la Dramaturgia del espacio, no solo no ha perdido vigencia sino que se actualiza como un lenguaje de hallazgos formales que lo hace aún ser un referente ineludible para la actividad escénica local.

Dirección y dramaturgia: Ramón Griffero

Elenco: Paulina Urrutia, Carmina Riego, Verónica García-Huidobro, Rafael Contreras, Ítalo Spotorno, Lucas Balmaceda, Ángeles Hernández, Javier Salamanca.

Escenografía: Javiera Torres
Música: Alejandro Miranda

Iluminación: Guillermo Ganga

“99 La Morgue”

Teatro Camilo Henríquez, Amunátegui 31.

Hasta el 4 de diciembre.

Jueves a Domingo, 20:30 Hrs.

Jueves popular: $3.500, Viernes a Domingo: $ 6.000 general, $4.000 estudiantes y 3ª edad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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