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Compras públicas de libros: La predilección del Estado por los grandes conglomerados Opinión

Compras públicas de libros: La predilección del Estado por los grandes conglomerados

Cuando el Estado dirige preferencialmente sus recursos a grandes conglomerados, expresa el carácter subsidiario de su accionar en la esfera de la cultura. En vez de apoyar al sector independiente del campo editorial que existe en Chile, limita su despliegue. Esto influye en el tipo de desarrollo cultural del país, en tanto el Estado descuida el fortalecimiento de los agentes que precisamente están aportando a la producción cultural y la diversidad bibliográfica en Chile.


El jueves recién pasado se inauguró en el Centro Cultural Gabriela Mistral la décima versión de la #Furiadellibro organizada por la Cooperativa de Editores de la Furia. Un evento que desde el año 2009 reúne a muchas de las editoriales independientes de nuestro país y, cada vez más, a sus pares latinoamericanas. Este año, bajo el indicativo lema “libros otrxs”, se han dado cita estos editores para ofrecer a la ciudadanía una enorme diversidad de publicaciones de autores nacionales e internacionales y un nutrido programa cultural que incluye charlas, música, recitales poéticos y talleres.

La realización de este encuentro nos brinda un escenario propicio para destacar los aportes que las editoriales independientes vienen realizando: el fomento de la bibliodiversidad, la publicación de autores emergentes, la difusión de obras literarias no comerciales, así como una persistente lucha por eliminar el IVA al libro, entre otras contribuciones. Pero es también una buena ocasión para mirar críticamente el rol del Estado en la producción editorial y mostrar cómo este, en vez de hacer una opción decidida por fortalecer este polo dinámico y rico de nuestro campo cultural, sigue destinando una ingente cantidad de recursos a los grandes conglomerados editoriales. De forma similar a como ocurre en el área de la salud y la educación, el Estado fortalece, vía recursos públicos destinados a las compras de libros escolares, el poder de grandes empresas.

Para aclarar el panorama del campo editorial en Chile, las cuatro asociaciones que agrupan gran parte de sus agentes ofrecen un buen mapa: la Cámara Chilena del Libro, la Corporación del Libro y la Lectura, Editores de Chile y la Cooperativa de Editores de la Furia.

Grosso modo, las dos primeras asociaciones representan el polo más comercial y reúnen a las filiales nacionales de grandes conglomerados como Santillana del Pacífico S. A, McGraw-Hill Education, Penguin Random House, Planeta, entre otras.

Editores de Chile y la Cooperativa de Editores de la Furia representan el polo independiente. Si bien la distinción entre lo comercial y lo independiente no es absoluta, dado que toda editorial busca ser sustentable económicamente y que el libro es a la vez un objeto cultural y económico, puede apreciarse que las editoriales del polo comercial se orientan principalmente por las probabilidades de éxito de sus títulos y del rédito económico que tendrán. De tal manera, en general desestiman la publicación de autores y obras que no tengan un nicho de mercado asegurado. En contraste, las editoriales que llamamos independientes hacen un esfuerzo constante por sustentarse económicamente, al tiempo que se arriesgan a publicar autores no consagrados, proponiendo catálogos orientados por principios estéticos y políticos, que pueden no significar éxitos en el plano comercial. Tal como han mostrado diversas investigaciones, existen muchos proyectos editoriales de este tipo en Chile y desde la segunda década del 2000 en adelante se observa que año a año nuevas editoriales aparecen y enriquecen el panorama cultural del país.

No obstante el nutrido campo que representan las editoriales independientes, no se observa un correlato en el trato que estas reciben por parte del Estado. En Chile, el Estado es uno de los principales agentes del mercado del libro, fundamentalmente por las compras de textos escolares que realiza cada año. Ahora bien, si nos preguntamos a quién le compra el Estado los libros escolares, constatamos que la gran mayoría de los recursos son destinados a la compra de material bibliográfico producido por grandes conglomerados editoriales.

Los datos recabados por Paulo Slachevsky muestran que de los 28 mil millones de pesos que el Estado invirtió el año 2013 en comprar libros, un 84% se gastó en textos escolares. En este ítem, el de mayor peso relativo al total de recursos destinados por el Estado al mercado del libro, se observa que un 31% de las compras ($7.377.295.326) se hicieron al grupo Santillana del Pacífico S.A. (uno de los conglomerados editoriales más grandes del mundo hispanohablante).

A la inversión en textos escolares, le sigue un 10,3% del presupuesto destinado a compras para los Centros de Recursos para el Aprendizaje (CRA), un 3,3% de compras de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam), y un magro 1,6% de recursos invertidos a través de los distintos instrumentos del Consejo del Libro y la Lectura. Estos últimos, se supone, son los fondos disponibles para fomentar la industria editorial nacional y apoyar a las pequeñas y microeditoriales. Este 1,6%, equivalente a 450 millones de pesos, representa 1/16 de lo invertido por el Estado solamente en el grupo Santillana.

Cuando el Estado dirige preferencialmente sus recursos a grandes conglomerados, expresa el carácter subsidiario de su accionar en la esfera de la cultura. En vez de apoyar al sector independiente del campo editorial que existe en Chile, limita su despliegue. Esto influye en el tipo de desarrollo cultural del país, en tanto el Estado descuida el fortalecimiento de los agentes que precisamente están aportando a la producción cultural y la diversidad bibliográfica en Chile.

La concepción neoliberal que está detrás de estas decisiones políticas equipara, como agentes económicos en competencia, grandes transnacionales del libro a medianas y pequeñas editoriales. A partir del uso dado a los recursos públicos para comprar libros, pareciera que para el Estado chileno no es tan relevante el aporte cultural que sus “proveedores” hagan al país. De forma que, en vez de crear un círculo virtuoso con el polo independiente de la producción editorial, contribuye a fortalecer el polo comercial y transnacional del mercado. La política de compras públicas de libros es así otro indicador de muchos de esa densa trama entre Estado y mercado; dinámica que ha caracterizado las políticas de la postdictadura en muchos ámbitos de la vida social.

*Por Pierina Ferreti y Cristóbal Moya, investigadores Fundación Nodo XXI

 

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