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Crítica literaria: “el legado de las corrupciones” Carolina Melys. Editorial Montacerdos, 2016

Crítica literaria: “el legado de las corrupciones”

Gonzalo Schwenke
Por : Gonzalo Schwenke Profesor y crítico literario
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La construcción de personas tiene su génesis en los aconteceres que están ligados a la memoria y tradición familiar. Justamente aquello que es perteneciente al hogar es el foco de la narración que la autora ataca: los niños, los adultos y los muertos en distintos niveles están corrompidos, manipulados por la transmisión de valores hereditarios y que los sucesores deben comprometer como una molesta obligación casi sin rencores. En este sentido, evidenciar el régimen de corrupciones de la familia a través de infantes que no tienen las suficiencias, es mostrar en segundo plano observaciones que denotan temores en analizar la sociedad.


Incorruptos (2016) es el primer libro de Carolina Melys (Santiago, 1980). En estos cinco cuentos se despliegan recuerdos familiares que son contemplados desde la niñez y la adultez temprana. En ellos, los personajes observan la tragedia, habitando espacios donde la incomodidad y las ausencias de los parientes son el común dominador. Porque nada permanece limpio, toda herencia es una carga que hay que asumir irremediablemente: los familiares militares, las enfermedades y la religión.

La manipulación de la información, la ignorancia o alejar a la verdad de los hechos constituyen un sistema de control instaurado por los mayores y donde los niños se ven sometidos e incluso, colaboran en sustentar este orden. Es decir, en el terreno simbólico ciertos sectores de la población controlados durante la década de los ochentas consentían aquellos discursos que expresaban que los trapos sucios no debían exponerse fuera de las fronteras geográficas: “La abuela (…) le dice que uno nunca debe hablar de su familia en el colegio” (41). Así, en uniformes, fragmentos de una higiene doméstica y como un rey, se presenta la ideología de la tradición cristiana occidental, la vigencia de hábitos y costumbres que están ligadas y representadas por el régimen militar a través de la formación educacional tanto privada como pública. De igual modo, los protagonistas carentes de suficiencia de análisis, intentan comprender las diferentes circunstancias en que se ven envueltos pero incapaces de llegar a descifrarlos.

En el primer cuento, las historias que nos contamos, la protagonista narra el proceso en que el padre es desahuciado debido al cáncer, lo que provoca que padre e hija forjen una mayor unión en un ambiente marcado por la desolación y que progresa hasta el punto de la desesperanza. En esta dinámica, el progenitor entrega una serie de recuerdos en la que ficcionaliza su infancia y la devoción en la religión para sobrevivir en la memoria de la hija: “esa imagen que nunca vi es la imagen que mejor recuerdo”. (28)

Nadie está libre de la degradación y esto se subraya en Incorruptos. Laura va al cementerio de Andacollo para observar el cuerpo del predicador Manuel Yépez y declararlo santo si es que se encuentra sin descomposición.

Utilizando analepsis, la narración va intercalando momentos del pasado familiar de la protagonista: la tos emparentada, el olvido del padre y la colección de fotos de cuerpos mortuorios.

Esta perspectiva que aparenta ser ingenua contiene narraciones marcadas por la austeridad: frases cortas y diálogos directos. Los hechos dan el tono sombrío en los relatos, lo que evita una descripción innecesaria y, por tanto, permite una lectura rápida.

Caso aparte es la extensa dedicatoria de cierre, que cada escritor/a emergente incluye como si fuese la tesis o el golpe de suerte para las carreras literarias. Todavía no encuentro a un artista visual realizando similar gesto.

La construcción de personas tiene su génesis en los aconteceres que están ligados a la memoria y tradición familiar. Justamente aquello que es perteneciente al hogar es el foco de la narración que la autora ataca: los niños, los adultos y los muertos en distintos niveles están corrompidos, manipulados por la transmisión de valores hereditarios y que los sucesores deben comprometer como una molesta obligación casi sin rencores. En este sentido, evidenciar el régimen de corrupciones de la familia a través de infantes que no tienen las suficiencias, es mostrar en segundo plano observaciones que denotan temores en analizar la sociedad.

Incorruptos está enmarcado dentro del circuito de la literatura de los hijos y que marca el debut de Carolina Melys.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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