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Científico chileno asegura que somos el país más dependiente de la Antártica del mundo Esta es la segunda crónica a la última Expedición a la Antártica Chilena

Científico chileno asegura que somos el país más dependiente de la Antártica del mundo

En esta entrevista, el autor conversa con el paleobotánico Marcelo Leppe, investigador del Instituto Antártico Chileno, quien adelanta sus indagaciones sobre la interconexión entre el territorio antártico y el Chile continental. Según sus observaciones todo lo que ocurre en el continente blanco terminando impactando al otro lado del océano, incluso en el desierto.


El 21 de enero fue el día en el que mientras navegábamos abordo del Aquiles por el mar de Drake con destino a la Antártica, iniciamos la primera de una serie de conversaciones con el paleobotánico Marcelo Leppe, una de las voces científicas expertas en evolución de la biota austral-antártica y paleobiogeografía. Con él y su equipo habíamos partido a la Quincuagésima Tercera Expedición Científica Antártica, del Instituto Antártico Chileno, que se extendió hasta el 13 de febrero, fecha en que regresamos por el mismo paso marítimo que afortunadamente no mostró su temible ímpetu que lo ha hecho merecedor, según los navegantes, del reconocimiento como en el mar más tormentoso del mundo.

El proyecto que el Dr. Leppe lidera se denomina “Patrones paleogeográficos versus cambio climático en Sudamérica y la península Antártica a fines del Cretácico”, está financiado por Fondecyt y pretende buscar las raíces ancestrales de la biota austral a través de los fósiles y la manera en que estos seres vivos interactuaron con un mundo cambiante.

El paleontólogo realizó su trabajo muestral junto al doctor en Biología Luis Felipe Hinojosa, de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile y al memorista de Geología de la Universidad de Concepción Roy Fernández. Además, su equipo expedicionario contó con el japonés Dr. Harufumi Nishida, de la Universidad de Chou, en Tokio.

Leppe y su equipo trabajaron en el entorno del refugio “Copacabana”, de la NOAA (EE. UU.) en punta Llano y posteriormente en las proximidades de la base “Henryk Arctowski” (de Polonia). Ambos puntos están situados en las inmediaciones de bahía Almirantazgo, isla Rey Jorge, archipiélago Shetland del Sur.

Científico todo terreno

Marcelo Leppe Cartes tiene pareja y es padre de dos niñas. Es hincha del Club Deportivo Everton, de Viña del Mar, tiene 46 años y nació en Valparaíso. Es Licenciado en Biología y Doctor en Ciencias Biológicas, con especialidad en Paleobotánica, ambos estudios realizados en la Universidad de Concepción.

Leppe se caracteriza por una inusual versatilidad. Es capaz de representar a la ciencia antártica de Chile en foros internacionales exponiendo temas en lenguaje para iniciados, mientras simultáneamente puede exponer ante un público heterogéneo, como lo vimos hacer en el Aquiles, sobre algunos mitos antárticos: la existencia de pirámides o de cuevas subterráneas sin fin.

En el campo de la investigación desarrolla proyectos para el Departamento Científico del Instituto Antártico Chileno (INACH), es el representante nacional ante el Scientific Committee on Antarctic Research (SCAR) y también miembro del Steering Committee de Past Antarctic Ice Sheets (PAIS), un programa de investigación de SCAR. Además, integra el Directorio de la Fundación Piloto Pardo y es vicepresidente de la Asociación Chilena de Paleontología.

En cubierta del buque de la Armada, sorprende verlo de pantalón corto lo que refleja su habitualidad en este tipo de travesías. Otro elemento decidor en su participación en 13 campañas antárticas como investigador, jefe de base o inspector, durante los últimos 15 años.

– ¿Cómo impactan las variaciones de la Corriente Circumpolar Antártica en el intercambio de nutrientes y agua con la corriente de Humboldt?

– La surgencia es un fenómeno oceanográfico que consiste en el movimiento vertical de las masas de agua, desde niveles profundos hacia la superficie de la corriente de Humboldt en la costa chilena. Este fenómeno explica la gran productividad primaria que existe en el golfo de Arauco o a la altura de Iquique. Uno de los pilares fundamentales de la economía de Chile depende directamente de la Corriente Circumpolar Antártica que interactúa con la corriente fría de Humboldt, que recorre la costa chilena y al tocar alguno de los rasgos de la topografía del fondo marino hace que afloren esas aguas.

Por ejemplo, el desierto de Atacama -prosigue- que es el más seco del mundo,  parte importante de su aridez se explica por la surgencia de aguas frías frente a Iquique y Antofagasta. La superficie de estas aguas está tan fría, que evita la formación de evaporación superficial, por lo tanto, no permite la formación de camanchaca o niebla que produce nubosidad que va de oeste a este y que origina precipitaciones en el interior. Esas precipitaciones hoy no ocurren, pero hace 24 millones de años, sí existieron. Lo anterior está combinado con la elevación final de la cordillera de los Andes entre 9 a 13 millones de años atrás sobre los 2.500 metros, momento en que se convierte en una barrera para la lluvia orográfica desde el lado oriental.

Según explica Leppe «los estudios de precipitación en Atacama muestran que hace unos 25 millones de años, caían 200 mm por año, permitiendo la existencia de vegetación y animales, cayendo hace 23 millones de años a 20 mm por año y después de la elevación de Los Andes a 0 mm por año.»

«El tiempo que lleva Atacama desertificado es el mismo que lleva la Antártica congelada», revela. » Al conformarse la Corriente Circumpolar Antártica, se congeló ese continente y enfrió la corriente de Humboldt y todo eso influyó en secar Atacama. El régimen de precipitaciones de los últimos siete años ha estado fuertemente condicionado por la aparición de sistemas de alta presión en la Antártica. Debo reconocer que todavía no encontramos la razón causal, pero la estamos buscando».

Altas temperaturas y aguaceros

El investigar con cerca de 15 años yendo y viniendo al continente blanco, señala que es muy poderosa la incidencia de la Antártica y pese a las grandes distancias en miles de kilómetros con América del Sur, lo que incluye navegar 2 o 3 días para llegar a él, el territorio antártico ejerce una influencia muy grande en Chile.

«En marzo del 2015 hubo en las Shetland del Sur un alza de temperatura que llegó a 17,5 °C. Fue la más alta que se había medido en el territorio antártico. Allá el efecto inmediato en las bases fue que al principio toda la gente salió a bañarse. Pero, en Chile continental, en tanto, cuatro días después se nos vino el chaparrón en Copiapó y Vallenar, con pérdidas de vidas y muchos cientos de millones en pérdidas materiales. Llovió en un día lo que llovía en 24 años, y hoy día, si preguntamos si estos dos eventos están conectados, no podría decir sí o no con absoluta certeza científica, pero precisamente por todo ello es importante el desarrollo y profundización de la ciencia antártica, pues si de alguna manera podemos mejorar nuestro entendimiento y predictibilidad de estos eventos, la consecuencia es que quizás también podríamos alertar tempranamente».

Para el paleobotánico, uno de los presupuestos esenciales para comprender la interdependencia entre las cosas, es que todo tiene que ver con todo. «La floración de los cerezos en Japón está directamente relacionada con un fenómeno que se genera en la Antártica o el que en Escocia todavía los escoceses usen falda es porque la corriente del Golfo permite la calidez del mar del norte; si sacas la corriente del Golfo, se congelan», ejemplifica.

Otro punto clave tiene que ver con la economía chilena, específicamente con la pesca, la que depende del intercambio directo de la Corriente Circumpolar Antártica con la corriente Humboldt. «Si no estamos atentos a ella, no lo estamos a los efectos que puede tener sobre la corriente de Humboldt. Eso explica el por qué Ecuador está acá (la delegación científica y de marinos de ese país ha viajado en el Aquiles). Ellos saben que justo frente a Galápagos la corriente de Humboldt hace una vuelta y se va hacia occidente»,

Ciencia antártica

– Hagamos un poco de historia. Cuéntanos qué es y desde cuándo se puede hablar que existe una ciencia antártica chilena

–  La ciencia antártica tiene larga data y distintos orígenes, no es monofilética, sino polifilética, o sea, heterogénea en su génesis. Convoca a una territorialidad y, por lo tanto, significa trabajar en torno a preguntas científicas que son realizadas en un contexto geográfico delimitado, que hemos definido al sur del frente polar, un límite oceanográfico que deja dentro de lo “antártico” a las islas Shetland del sur, la Península y el cratón antártico más antiguo (o Antártica oriental). El ámbito de Chile ha sido históricamente la península Antártica, por razones obvias asociadas a la proximidad y la logística, nos ha sido mucho más viable trabajar en esa península. Pero miramos fijamente al sur.

Desde la primera Expedición Científica Antártica chilena (ECA), que hoy llegó al número 53, hubo incursiones de chilenos que fueron a responder preguntas científicas, incluso varios participaron en cruceros de otras nacionalidades. Hubo investigadores que tenían preguntas científicas interesantes y con instrumentación muy precaria lograron producir trabajos pioneros en Antártica.

– ¿Hubo pioneros?

– Para mí los pioneros son los que estuvieron en esa etapa primigenia, de mucha voluntad y pocos recursos técnicos. Comenzaron con líneas de investigación poco estructuradas. Entre ellos están Francisco Hervé en geología, Hugo Moyano, zoólogo, que falleció recientemente. El profesor Anelio Aguayo investigando los cetáceos (él también estuvo con Cousteau en uno de sus viajes de exploración). Hay que mencionar al geólogo Vladimir Covacevich. Cada uno de ellos en su disciplina, echó a andar una bolita de nieve que ha tomado hartos años para que sea reconocida y legitimada en el país.

Posteriormente, continúa, «se inauguró la Serie Científica INACH, que fue una revista antes de la aparición del sistema de medición ISI, que publicaba artículos científicos y que tuvo periodicidad hasta unos 12 años atrás, cuando se descontinuó. Esa fue la época de la exploración romántica, como se denomina, donde muchas de las preguntas y búsquedas científicas ocurrían en condiciones bastante precarias».

Antes, el entendido básico -clarifica- era la soberanía que se hacía en forma presencial. «Hoy en día, lo fundamental es justificar la presencia a través de la investigación científica. Hubo un cambio de paradigma, a pesar de que no todos lo han entendido: Antártica quedó definida como un continente consignado para la paz y la ciencia».

– ¿Qué parte de esa ciencia antártica ha sido orgánica del INACH y qué otra está situada en una red de centros, universidades, etc.?

– En un principio casi todos los actores entraron vía INACH, muchos de ellos con proyectos de larga duración, como ocurrió con la pionera paleobotánica Teresa Torres. Francisco Hervé ha tenido proyectos por muchos años (viajó por primera vez a la Antártica en 1964), lo que le significó el reconocimiento mundial a través de la Medalla SCAR de Excelencia, entregada el año pasado. Armando Mujica, de la Universidad Católica del Norte, desarrolló trabajos de monitoreo en base Prat durante mucho tiempo y era uno de los pocos que se quedaba durante el crudo invierno polar. También hubo estudios en cabo Shirreff, tales como el monitoreo de pingüinos, lobos finos, todo asociado al nombre de Daniel Torres.

La conexión internacional

– ¿Qué sintonía tienen los estudios científicos antárticos chilenos con las alertas mundiales?

– En abril del 2014 fuimos convocados por el Comité Científico de Investigaciones Antárticas (SCAR, en inglés) durante tres días en Queenstown, Nueva Zelandia, para participar en la conferencia Antarctic and Southern Ocean Science Horizon Scan (“Escrutinio del Horizonte Científico para la Antártica y el océano Austral”).

Antes se solicitó a la comunidad científica mundial que hicieran las preguntas que tuvieran trascendencia para el hombre y para el medioambiente antártico en el contexto de lo que va a suceder en 20 años y más. Llegaron miles de preguntas de todos lados del planeta y de Chile me parece que unas 40. Hubo un comité que recogió esas preguntas y fueron seleccionadas 924. En toda Latinoamérica fueron 6 invitaciones: 2 de Chile, 2 de Argentina y 2 de Brasil. Viajamos dos chilenos: el Dr. José Retamales, Director del INACH, y yo.

Tuvimos -cuenta- » jornadas de trabajo de 14 horas diarias, durante cuatro días. En total éramos 64 científicos, además de observadores de Nature, Antarctic Science, y otras revistas. Finalizamos con un documento que redujo por agrupamiento el número de preguntas, eliminando las no pertinentes. Trabajamos divididos por áreas de trabajo y por jerarquía de la pregunta. El 2015 salió el listado oficial y hace un mes salió publicado el tercer artículo que recoge los resultados del comité ARC (Antarctic Roadmap Challenges), comité que se forma entre estos managers, la logística y la ciencia, para analizar las limitaciones tecnológicas y logísticas para responder a las 80 preguntas, resultado del SCAR Horizon Scan.

«La ciencia que hoy hacemos en Chile está vinculada estrechamente con los ejes programáticos que se establecieron para la ciencia mundial en los próximos 20 años. Bajo el abrigo de 6 líneas principales, las que a su vez se subdividen en muchas más, se ha estructurado el Programa Nacional de Ciencia Antártica (PROCIEN), que es el conjunto de proyectos de financiamiento directo del INACH, de Conicyt, del PIA, Milenio, Corfo, etc. Es decir, todos los proyectos elegidos por mecanismos de ciencia concursable de alcance nacional, están bajo el abrigo de lo que llamamos PROCIEN. La expresión práctica de todo ello son las Expediciones Científicas Antárticas (ECA) como esta que estamos vivenciando», apunta.

Seis ejes

El primer a lo que se refiere Leppe busca comprender cómo, cuándo y por qué los hielos se están perdiendo masa; la segunda es revelar la historia geológica de la Antártica; la tercera, aprender cómo la vida antártica ha evolucionado y sobrevivido; la cuarta cómo aprovechar de mejor forma las condiciones que la Antártica ofrece para la observación del espacio y el universo; la quinta, definir el alcance global de la atmósfera de la Antártica y el océano Austral; y la sexta y última es reconocer y mitigar la influencia humana en la región, es decir, hacerse cargo de nuestra huella.

– ¿Hay proyectos pertinentes y otros no?

– Hay mucha ciencia que no se puede realizar en Antártica, por ejemplo, los que usan sensores radioactivos, exploraciones mineras, estudios que impliquen afectar poblaciones o comunidades de organismos. No son pertinentes para la Antártica, nosotros somos signatarios y pertenecemos a los países que está defendiendo la moratoria del tratado minero. Tampoco hemos avalado, por ejemplo, la caza de ballenas con fines científicos.

Tienes 46 años. En 30 años más, ¿cuál sería tu Antártica ideal?

– Me imagino una autopista virtual entre Punta Arenas y el polo sur, vía península Antártica, con distintas bases y estaciones, donde pudieran aterrizar y hacer puerto distintos tipos de aeronaves y buques. Todo ello, en un marco de una preocupación cabal por la huella de nuestro paso en Antártica, que debiera tender a cero.

Qué habría que hacer para proteger la Antártica?

– No podemos ser un país reclamante y no ser capaces de tomar las decisiones suficientes para evitar dejar una huella en la Antártica. También esperar que todas las bases que no están en uso se removueban completamente; eso significaría también hacer una modernización para que nuestras estaciones funcionen bajo la doctrina de huella cero. Imagino a Chile como un país responsable con su vocación y destino como país antártico y esperaría que tuviéramos más plataformas científicas que dieran espacio a la colaboración internacional.

¿Y desde el punto de vista de la legislación chilena?

-Esperaría que el Tratado Antártico fuera renovado y con ello fortalecido. Habría que imaginar un esquema político-jurídico basado en la ciencia (como dicta una sociedad basada en el conocimiento) para mantener esto inalterado, porque el sistema antártico es un modelo fuerte, basado en la confianza mutua, pero que podría sufrir lo que Garrett Hardin denominó como “la tragedia de los comunes”, que implica que un bien común puede terminar destruido por el interés personal o la superposición de los intereses de un grupo, por sobre lo colectivo.

 

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