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Charapo: Los discursos hegemónicos y el blanqueamiento racial Crítica literaria

Charapo: Los discursos hegemónicos y el blanqueamiento racial

Gonzalo Schwenke
Por : Gonzalo Schwenke Profesor y crítico literario
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Charapo es una narración que se instala en el bajo pueblo. Tras el viaje de Camacho por lugares populares y céntricos, Sheng realiza un retrato de los valores degradados en el Chile actual, en que los migrantes subyacen entre la precariedad y el subordinación del que no parece haber salida. El mérito está es la propuesta de discursos que alteren el orden oficial, pero con el personaje plano y el cambio de escenario, la historia se diluye hasta obligar un desenlace forzado.


Charapo, Pablo D. Sheng. Cuneta ediciones, 2016, 94 p.

“Las puertas al ‘mundo libre’ están cerradas, y si logras pasar

La ley blanca del racismo te echará a la marginación.

¡culpable! No eres blanco.

¡culpable! De ser pobre.” Inmigrante ilegal, Sin Dios

“Las puertas al ‘mundo libre’ están cerradas, y si logras pasar

La ley blanca del racismo te echará a la marginación.

¡culpable! No eres blanco.

¡culpable! De ser pobre.” Inmigrante ilegal, Sin Dios

Los discursos hegemónicos han intentado ofrecer el blanqueamiento racial para controlar un país que intenta ser sofisticado y de primer mundo. De esta manera, la inmigración y la morenidad son elementos que los poderes orientan en función al libre mercado, pero dicha integración no reconoce las diferencias del otro/a. En consecuencia, los cruces de ciertos sectores dentro de la sociedad se ven discriminados y marginados de acuerdos a motivos económicos y de clase.

Utilizando “la vieja confiable” del circuito, donde autores con trayectoria presentan a un escritor emergente para tener mayor preponderancia en el mercado. Mike Wilson colabora en la contraportada presentando el oficio de observar la ciudad basada en la espectacularidad del lugar común. Es lo primero que leemos en Charapo (2016), primera novela de Pablo D. Sheng (Santiago, 1995). La narración se sitúa en Camacho, quien de la sierra peruana llega a Santiago para salir de la pobreza y enviar dinero a la familia, la que en su ausencia prontamente le da la espalda. El personaje se encontrará no solo con el abuso laboral sino también con la miseria que se encuentra indistintamente en los habitantes de Santiago: “Lo que más salían eran cables. Casi todos estaban colgados y no pagaban luz.” (49)

De igual forma, es indudable no ligar el tema de la migración con la canción “si vas para Chile”, la que expresa: “verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero”. Una de las formas en que opera el discurso cultural como publicidad y patriotismo barato en la época del régimen militar. Lo anterior se ha proyectado y arraigado en la sociedad chilena, pero que solamente es operativo para la clase alta, aquella que se contrapone a reconocer los rasgos latinoamericanos que predominan y nos caracterizan.

Sin caer en la desesperación, el personaje transita por infortunios en ambientes de inestabilidad social, económica y territorial: la prepotencia de Santelices, los inquilinos de la pensión, las enfermedades de Luisa, la carnicería, la familia a distancia, los coreanos y los turcos, entre otros. La narración se torna llena de desdicha y la esperanza tiene cabida en su mínima expresión. Un lenguaje parco y ensimismado, la mayor debilidad de la obra es el personaje estático que cruza todos los escenarios y son estos cambios los que profundizan su estado de desorientación y desgracia.

Charapo es una narración que se instala en el bajo pueblo. Tras el viaje de Camacho por lugares populares y céntricos, Sheng realiza un retrato de los valores degradados en el Chile actual, en que los migrantes subyacen entre la precariedad y el subordinación del que no parece haber salida. El mérito está es la propuesta de discursos que alteren el orden oficial, pero con el personaje plano y el cambio de escenario, la historia se diluye hasta obligar un desenlace forzado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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