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Gonzalo Rojas pulveriza al Guillier del libro de Sohr: «Es tal su afán por transitar entre el limbo, la nube y la cosa ninguna»

Gonzalo Rojas pulveriza al Guillier del libro de Sohr: «Es tal su afán por transitar entre el limbo, la nube y la cosa ninguna»


Alejandro Guillier, De cara al país, conversaciones con Raúl Sohr, Debate, Santiago, 2017, 148 páginas.

Piñera poco tiempo atrás, Lagos en plena campaña, Ossandón (con un texto apenas algo más denso que un simple folleto) y ahora Guillier: los libros de los candidatos presidenciales son un aporte.

Éste último, en el formato de tres entrevistas realizadas en febrero pasado, tiene méritos evidentes y presenta notables falencias.

Entre los primeros: un periodista que contesta como si continuara siendo el entrevistador, es decir que domina los códigos de las respuestas directas, de las palabras sencillas, de la carencia de citas complejas, del adecuado uso de frases coloquiales intercaladas, de la dosificada utilización de palabras duras: cavernarios, abusos, colusión, fracaso, maltrato.

Meritorio es también el esfuerzo de Guillier por mostrarse respetuoso de las religiones, los militares, las Pymes, los partidos políticos, etc. El empeño no siempre se corresponde con las opiniones del entrevistado (le gustaría que las Fuerzas Armadas cumplieran funciones de verdad útiles para Chile… como si hoy fueran un lastre ineficiente) pero se agradece el esfuerzo por manifestarse tan tolerante como se lo ha enseñado, suponemos, la Masonería.

Pero -vaya pero- cuando aparece el sociólogo, cuando el sociólogo quiere mostrarse en su faceta de candidato, el libro cae -y eso pasa tanto, que el texto se termina efectivamente cayendo de las manos- en tres defectos tremendos. ¿Defectos del libro? No, falencias del candidato.

En primer lugar, Guillier no sabe con quién podría gobernar. A lo largo de todas sus respuestas, por instantes es “la ciudadanía”, en otros momentos (muchos) son “los movimientos sociales” y en unas pocas menciones, “los partidos políticos”. ¿Y tampoco logra articular esas tres dimensiones adjudicándoles diversos papeles? No, de ninguna manera.

A continuación, el candidato confunde muchas veces independencia con indefinición. Es tal su afán por transitar entre el limbo, la nube y la cosa ninguna, que una y otra vez nos encontramos con un “ya se verá”, un “habrá que conversarlo”, “lo decidiremos consultando.” Por momentos es tal su insistencia en que la sociedad lo mandatará, que casi se aparece Lavín de cuerpo entero, con su gastada tesis del gerente de la gente. Una cosa es no tener programa de medidas concretas; otra es supuestamente hablarle al país con la cara, pero sin que se sepa qué hay realmente en el cerebro.

Finalmente -y para distinguirse más de Lagos (candidato aún en el momento de las entrevistas) que de Piñera- Guillier intenta dar un sentido de inmediatez a casi todo lo que dice, minimizando las miradas de largo plazo, los proyectos para el Chile del 2040. Busca así hacer sintonía con los abusados y los maltratados, pero no logrará convencer a ningún emprendedor, a ningún padre interesado en la educación de sus hijos, a ningún joven con ilusiones de servicio público.

Faltan las preguntas de entrevistadores que realmente quieran aclarar todos esos puntos, subsanar todos esos defectos. Si fuera posible.

 

Gonzalo Rojas Sánchez. Profesor Universitario

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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