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«La velocidad del agua», cuentos que retratan conflictos existenciales cotidianos con intimidad y reflexión Una nueva edición de Ojo Literario Ediciones

«La velocidad del agua», cuentos que retratan conflictos existenciales cotidianos con intimidad y reflexión

La obra es la primera publicación de Nicolás Bernales, quien escribe con un lenguaje contenido, sin pretensiones. Sus historias son las de la vida misma, esa que vivimos cada día, sin grandes palabras. Las cuenta sin ambigüedad, sin juicios, sin condena o apología, dejándolas ser. Usa distintas voces, tiempos, construye diálogos reales, da saltos en el tiempo, tal como funciona la memoria o la percepción de lo vivido que es nuestra experiencia de lo real.


El libro La velocidad del agua reúne diez cuentos escritos con dedicación y sentido narrativo, con ambición y, al mismo tiempo, con sentido de la prudencia. Nicolás Bernales (Santiago, 1975) sabe contar sus historias, a través de las cuales explora los conflictos de la existencia, de la vida de cotidiana, de las parejas, las familias.

Escribe sobre los silencios, esas emociones que vamos dejando en el tintero y se convierten en recuerdos íntimos, secretos, en miradas o reflexiones que desde lugares íntimos y profundos marcan la vida, definen a las personas.

El autor fue escritor privado durante toda su juventud, escribiendo sin dar a conocer sus textos. Decidió finalmente publicar su obra. La literatura siempre ha sido una pasión que mantenía para sí mismo hasta que, a los 36 años, tomó la decisión de someter su escritura al escrutinio de terceros.

“Si no lo había hecho antes, era porque consideraba que mi trabajo no tenía la calidad necesaria, y frente a esa duda es mejor no exponerse. También influye que avanzo lentamente, y una naturaleza pudorosa.  Por otro lado, al mismo tiempo, sientes esa inexplicable necesidad de escribir y el temor a una posible frustración. De esa mezcla de sensaciones un día nació la decisión de publicar. Hasta ahora no me he arrepentido”, dice.

Son diez cuentos con distintas temáticas cotidianas, descritas de manera un tanto intimista y reflexiva. Sin embargo, para Bernales, se hace difícil definir su estilo propio de narrativa.

“Me es casi imposible autodefinirme. Soy el peor lector de lo que hago. Me interesa contar historias a partir del personaje y la organización de imágenes. No hay ideas preconcebidas: intento que el lector ‘vea’ lo que esta sucediendo. De esos detalles, de esos movimientos, sacará sus conclusiones personales”, apunta.

Al mismo tiempo escribe con un lenguaje contenido, sin pretensiones. Sus historias son las de la vida misma, esa que vivimos cada día, sin grandes palabras. Las cuenta con ambigüedad, sin juicios, sin condena o apología, dejándolas ser. Usa distintas voces, tiempos, construye diálogos reales, da saltos en el tiempo, tal como funciona la memoria o la percepción de lo vivido que es nuestra experiencia de lo real.

En esta colección hay una bruma, a través de la cual vamos descubriendo los distintos escenarios que se describen, obligando al lector a poner atención en los detalles, a recordar, a mantener la atención vigilante hasta esa última frase que cierra con precisión cada relato. Y lo que queda es una sensación, una idea, una emoción en la cabeza del lector, que se filtran como veloces gotas de agua por su conciencia.

Las buenas novelas siempre tienen algo de monumental. Los libros de cuentos, como éste, aspiran a convertirse en un caleidoscopio, juegan con fragmentos para construir breves paisajes, esculturas sutiles que hay que observar desde distintos ángulos para comprender su grandeza, que no es de escala, sino de sentido. Al final, los cuentos, aunque sin intención deliberada del autor, relatan los conflictos de la existencia a través de las situaciones que pasan los personajes.

“No creo que tenga más intenciones que las de escribir un buen cuento. No dudo de que el material de trabajo de la literatura es el hombre, como individuo y sociedad.  Entonces los conflictos de la existencia se dan de forma automática.  Pero claramente uno no está pensando en la ‘existencia’ cuando escribe. Hay veces en que uno está con la cabeza en si dejo al personaje en la terraza o no», explica.

Además el autor deja a los lectores la tarea de interpretar cada una de las historias.

«Mis cuentos son lo que resultó después de no lograr lo que deseaba. Si ves conflictos existenciales, intimidad y reflexión, te lo agradezco”.

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