Opinión
Cuando las mujeres deciden emprender, sus opciones de financiamiento son limitadas: tienen menos acceso a créditos, acceden a ellos a mayores tasas y pese a que son mejores pagadoras que los hombres, con menores tasas de morosidad y protesto de cheques, las instituciones financieras les prestan menos dinero y en condiciones desiguales.
Cuando una mujer trabaja de forma remunerada y genera sus propios ingresos, ya sea de forma asalariada o a través de su propio emprendimiento, cambia su calidad de vida y la de su familia, porque una mujer autónoma, es una mujer que toma sus propias decisiones, que conoce y hace valer sus derechos.
No obstante, el mundo del trabajo remunerado sigue siendo poco inclusivo con las mujeres. A pesar de ser la mayoría de la población, mientras un 71% de los hombres participa del mercado laboral, sólo un 48% de las mujeres está en esta condición, reciben alrededor de un 30% menos de sueldo que los hombres por una misma labor y deben cumplir con una doble jornada, porque el cuidado de las hijas e hijos, adultos mayores y personas con discapacidad, recae de forma casi exclusiva en las mujeres.
Por otra parte, cuando deciden emprender, sus opciones de financiamiento son limitadas: tienen menos acceso a créditos, acceden a ellos a mayores tasas y pese a que son mejores pagadoras que los hombres, con menores tasas de morosidad y protesto de cheques, las instituciones financieras les prestan menos dinero y en condiciones desiguales.
Porque tenemos el deber de crear las condiciones y las oportunidades para que las mujeres puedan contribuir al desarrollo y progreso de nuestra sociedad y del país, en el Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género estamos trabajando fuertemente, en conjunto con otros actores del Estado y del sector privado, en la promoción y fomento del emprendimiento asociativo de las mujeres en nuestro país.
Contamos con el área Mujeres y Trabajo, que lleva a cabo programas hacia las mujeres jefas de hogar, las emprendedoras y hacia las empresas públicas y privadas y sindicatos, los que están orientados a generar las herramientas para la autonomía económica de las mujeres. En este contexto se desarrollan estrategias de formación y capacitación para que las mujeres puedan incorporarse y permanecer en el mercado laboral o emprender un negocio propio, asociarse con otras mujeres, compartir sus propias experiencias, acceder a servicios de cuidado y a otros programas de gobierno en materia de fomento productivo.
En este marco y en conjunto con la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena, CONADI, organizamos la VI versión de la Expo Feria Mujeres Emprendedoras Indígenas, que se lleva a cabo entre el 5 y el 7 de septiembre en la Plaza de la Constitución, y en la que participan 100 mujeres emprendedoras pertenecientes a pueblos originarios de Chile. Esta es una oportunidad para visibilizar sus emprendimientos, facilitar nuevos mecanismos para la comercialización de sus productos y establecer una instancia para fortalecer la asociatividad entre ellas.
Las mujeres indígenas son grandes emprendedoras, y sus productos son elaborados en base a fuentes de orígenes naturales, por lo que sus emprendimientos están fuertemente ligados a la cultura y tradiciones de sus pueblos originarios. No cabe duda que junto a esa inagotable capacidad de creación e innovación, a través de su trabajo también están aportando a la economía del país.
Chile necesita del aporte de las mujeres en la economía, en la cultura, en la política y en todos los espacios de participación. Solo de esta forma podremos desarrollarnos de forma integral, como el país diverso, inclusivo, mestizo y pluricultural que somos.
Laura Echeverría Correa. Directora del Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género
