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Carahue: La historia dormida Opinión

Carahue: La historia dormida

En mi humilde Carahue, antigua Imperial, se cobijaron Pedro de Valdivia, García Hurtado de Mendoza, Martín García Óñez de Loyola y otros destacados personajes históricos. Hoy vivo en Argentina. En su tiempo, Carahue fue el corazón de Chile. Hoy parece un pueblo detenido en el tiempo.


Nací en Carahue, pueblo de la provincia de Cautín, Novena Región de Chile. Estudié toda la enseñanza básica y parte de la enseñanza media en Carahue. En mis tiempos de estudiante, a fines de la década del setenta y comienzos del ochenta, nadie me comentó jamás que existía un poema famoso que hablaba de nuestro pasado, de la fundación de nuestra identidad de país, llamado La  Araucana, epopeya máxima de la época virreinal y el Siglo de Oro español, cuyo autor pisó esas tierras y sufrió contratiempos que influyeron en la elaboración de  su obra. Sé de memoria la estrofa sexta, aprendida aisladamente sin contextualización histórica, en alguna clase de castellano. En mi humilde Carahue, antigua Imperial, se cobijaron Pedro de Valdivia, García Hurtado de Mendoza, Martín García Óñez de Loyola y otros destacados personajes históricos. Hoy vivo en Argentina. En su tiempo, Carahue fue el corazón de Chile. Hoy parece un pueblo detenido en el tiempo.

Pedro de Valdivia fundó La Imperial en una colina sobre la confluencia de los ríos Imperial y Damas en 1551. En una carta que envió al Príncipe Felipe le explica el poblamiento: “… por el marzo adelante de 1551 poblé la ciudad Imperial, donde hice ochenta (vecinos): tienen todos sus cédulas” (1). En otra carta, dirigida al rey Carlos V desde Concepción, cuenta: “Hice un fuerte en diez o doce días, harto mejor que el que había hecho en esta ciudad al prencipio, aunque fue cual convenía a la sazón y era menester, porque me convino hacerlo así, atento la gran cantidad que había de indios, y por ésta tener nescesidad de nuestra buena guardia. Poblado allí, puse nombre a la ciudad La Imperial” (2). La edificación fue destruida por los mapuches y abandonada por los españoles en 1600, tras un asedio del caudillo mapuche Pelantaro. Recolonizada en 1632, fue destruida y abandonada definitivamente en 1723. En el mismo lugar, en 1882, se levantó mi ciudad de origen, Carahue (en mapudungún, “lugar de la fortificación”), en los  tiempos de la polémica Pacificación de la Araucanía.

¿Por qué ese olvido? ¿Fue motivo de una postura ideológica retrógrada o una negligencia imperdonable? Hoy, con orgullo, me digo que quizás estos hombres de relevancia histórica, militar y cultural caminaron por donde yo caminé cuando era niño y muchacho, comieron algún fruto silvestre que yo comí en la espesura de las colinas, experimentaron la noche húmeda de un temporal en el desasosiego del insomnio, navegaron o se bañaron en los ríos de la parte baja del pueblo (Imperial, ese Guadalquivir más calmo y cristalino, según Valdivia) como yo lo hice, resistieron expectantes un temblor o terremoto… ¿Cuánta nostalgia por su España natal pobló la soledad de esos territorios? ¿Cuánta furia, cuánto dolor? ¿Qué sentían los araucanos en las faldas de sus colinas mientras miraban caer la lluvia  y odiaban al invasor que les exigía obediencia a un rey desconocido y fe a un Dios ausente?

La espada contra la pluma

Voy a contar un hecho de relativa importancia histórica y gran importancia literaria, que me movió a escribir este artículo. Ocurrió en La Imperial, en el incipiente verano de 1558. La noticia tardía de la ascensión al poder de Felipe Segundo tras la abdicación de Carlos Quinto, hizo que García Hurtado de Mendoza organizara unas fiestas en su honor. Cristóbal Suárez de Figueroa, en su Hechos de don García Hurtado de Mendoza (3), relata así el incidente:

Con la entrada del verano se dispuso la partida de la Imperial. Súpose tres días antes la coronación del Rey don Felipe Segundo, por renunciación del glorioso Carlos su padre, vencedor hasta de sí propio. Mandó don García se solenizase este aviso con fiestas grandiosas. Hubo entre otros regocijos Estafermo, a que salieron muchos armados. Sobre quién había herido en mejor lugar, hubo diferencia entre don Juan de Pineda, y don Alonso de Ercilla, pasando tan adelante, que pusieron mano a las espadas. Desenvaináronse en un instante infinitas de los de a pie, que sin saber la parte que habían de seguir, se confundían unos con otros, creciendo el alboroto con extremo.

Esparciose voz que había sido deshecha para causar motín, y que ya los dos fingidos émulos le tenían meditado, por haber precedido algunas ocasiones, aunque ligeras. 

Esta disputa, hecho casual o pugna de poder, tuvo una importante consecuencia literaria. Alonso de Ercilla, al parecer, no perdonó jamás la ofensa. La venganza se trasladó a sus octavas reales. Le infundió a García Hurtado (y a toda su familia) esa frustración irrecuperable de no ser el héroe de la mejor obra escrita sobre la Guerra de Arauco, uno de los mejores poemas épicos de todos los tiempos. Decepción que lo acompañó hasta su muerte.

A Don García Hurtado, con poco más de veinte años, no le temblaba el pulso para mantener el orden e impartir justicia. A poco de arribar a Chile en 15, toma presos a Aguirre y Villagra, rivales en la sucesión de Valdivia, y los manda al exilio. En la obra El gobernador prudente (4), de Gaspar de Ávila, dice Don García para justificarse: “Y así, en la empresa que sigo/ viene a ser tan necesario/como rendir al contrario/el castigar al amigo”. Y fue quizás ese apego a la justicia (o injusticia) lo que lo indujo al fatal apresuramiento, como se corrobora en el juicio de residencia que posteriormente se le inició en el Perú.

Ercilla, en el canto XXXVI, relata así el incidente: No digo cómo al fin por accidente/ del  mozo  capitán  acelerado/  fui  sacado  injustamente/  a  la  plaza  a  ser públicamente degollado; / ni la larga prisión impertinente/ donde estuve tan sin culpa molestado/ ni mil otras miserias de otra suerte,/ de comportar más grave que la muerte.

 Los ruegos de dos mujeres – una mapuche y una española, que ingresaron a la casa del gobernador por una ventana para suplicarle – lo salvaron de ser degollado. García Hurtado conmutó la pena de muerte por el exilio. En agradecimiento a la doncella mapuche que le salvó la vida, Ercilla dio ese título a su obra. El poeta militar continuó tres meses en prisión y fue desterrado al Perú. Nació así el primer enfrentamiento entre la pluma y la espada, en el naciente Chile.

La pluma contra la espada

La Araucana es una epopeya sin héroe individual, pero con héroe colectivo: el pueblo araucano. El protagonista lógico, natural era Hurtado de Mendoza; pero no lo fue. La vanidad de la familia Hurtado quiso recuperar la honra perdida pagando obras de encargo, en las que el deseo de venganza contra Ercilla era evidente. Pero, para desgracia de la familia y la memoria de García Hurtado, ninguna de las obras que se escribieron después fue superior a la de Ercilla. Ercilla se convirtió en el primer poeta faro (en la terminología de Bourdieu) de Chile, o en el primer poeta “instaurador de discursividad” (según la terminología de Foucault). En otras palabras, La Araucana se erigió en el primer gran texto modelo para  muchos poetas posteriores.

Un ejemplo de esta influencia es Purén indómito, la obra de Diego Arias de Saavedra, concebido en el primer tercio del siglo XVII. Allí se alude claramente al incidente ocurrido en la Imperial, cuando en el Canto III, Pailamacho, el cacique anciano mapuche, aconseja al jefe Pelantaro: Y aquel que mereciere algún castigo/ Se le daréis conforme a su pecado,/ Porque a vos teman más que al enemigo,/ Y no por ser feroz  ni acelerado:/ El bueno halle en vos continuo abrigo/ Que por amor seréis más respetado.

 La pluma contra la pluma

Pedro de Oña, en el final del Exordio de su Arauco domado (5), obra pagada, dejó así estampada la ingratitud de Ercilla: Otra razón también me hizo fuerza,/que si faltaran todas esta sobra/para poner las manos en la obra, /por más que de mi estudio el paso tuerza; /es que con más el ánimo se esfuerza,/ y aquel perdido anhélito recobra,/ver que tan buen autor apasionado/os haya de propósito callado.

Lope de Vega, en su Arauco domado (6), otra obra de encargo, lo ignora. En un momento lo rebaja cuando aparece tocando un tambor. Al final, lo muestra convertido en espía develando el paradero de Caupolicán, y por tal motivo se puede  inferir  que  fue  el  culpable  de  su  muerte,  lo  que  causa  estupefacción  y rechazo en el lector y espectador. Esta actitud se contrapone con lo que había publicado en El laurel de Apolo, donde dice de él: Don Alonso de Ercilla/tan ricas Indias en su ingenio tiene,/ que desde Chile viene/a enriquecer las musas de Castilla,/pues del opuesto polo/trujo el oro en la frente como Apolo;/porque después del grave Garcilaso/fue Colón de las del Parnaso.

En la obra El gobernador prudente (7), de Gaspar de Ávila se atenúa la denigración, quizás por considerarla contraproducente por la reputación literaria ya ganada por Ercilla en el momento de la elaboración de la obra, y se elige lanzar  a diestra y siniestra alabanzas ridículas al marqués de Cañete. La moderación se advierte cuando Don García dice: En su honor/ dudar nada fuera error,/ que aunque se muestra ofendido,/ porque preso le he tenido,/no he de negarle el valor.

En “Algunas hazañas de las muchas de don García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete” (8), escrita por los nueve ingenios, la intención también fue ignorarlo. En la obra, García Hurtado – versos 1912 a 1915, acto segundo -, sólo lo nombra en estos tibios versos: El famoso don Alonso/de Arcilla, para que empuñe/la lanza y la pluma tome/con que a Apolo y Marte junte.

Carahue y el Quijote

Para Heidegger la poesía es el cimiento de la historia. La Araucana se convirtió en la obra fundadora del carácter de la nación chilena. La épica inaugura aquí una base racial y cultural sobre la que se erige la nación con todas sus variantes actuales. Al leer estas octavas reales siento que, en la voz de Heidegger cuando alude a las leyendas, “un pueblo hace memoria de su pertenencia a lo siendo en su totalidad” (9). Pero hoy es necesario que hagamos un acto de justicia. Los héroes araucanos como Caupolicán, Lautaro, Galvarino, Rengo, Tucapel no son sólo personajes de una obra literaria. El estado chileno se apropió de sus nombres para usarlos como modelo de virtudes patrióticas, pero les negó legitimidad en la manifestación de su existencia histórica. Lucía Guerra afirma: Son los fantasmas alegóricos de esa abstracción discriminatoria que se apropió de algunas de las figuras literarias creadas por Ercilla, borrando y eliminando en su imaginario al pueblo mapuche como ente real e histórico (10).

El conflicto entre Ercilla y García Hurtado inaugura la tradición de enfrentamientos entre el poder político – militar y el discurso literario, instancia que vuelve a repetirse en varios pasajes de la historia de Chile. ¿Cuál es el lugar de origen? La antigua Imperial, vale decir, el Carahue de hoy. Esa tensión inaugural se mantendrá a lo largos del tiempo, en otras épocas y con otros actores de otros ámbitos de conflicto. Recuerdo uno: Pablo Neruda y Gabriel González Videla en 1949.

La Araucana fue considerada por Cervantes una de las más importantes obras épicas en verso castellano. Así aparece en el capítulo VI del Quijote, donde se dice que es de los mejores en verso heroico escritos en lengua castellana y está a la altura de los más famosos de Italia.

Se puede concluir que, de alguna manera, así como Carahue está presente en La Araucana (con el nombre de La Imperial), estuvo en la mente y la imaginación de Cervantes cuando leía la obra de Ercilla o en la mente del Fénix de los Ingenios cuando leyó las obras que le sirvieron de modelo a su Arauco domado. Ercilla, incluso, inició su escritura en esos territorio de conquista del sur de Chile, estampando a veces en la corteza de los árboles algunas octavas reales de los XXXVII cantos que compusieron su obra. Pero, como dije, lo que quiero destacar esta vez es el incidente ocurrido en La Imperial que dio lugar a la creación de un amplio corpus en el Siglo de Oro español, impulsado por García Hurtado o su hermano Andrés, para riqueza o no tanto de nuestra lengua castellana. La verdad  o mentira de las tramas poco importan; la ficción siempre se construye con ambas. Lo que queda es la calidad literaria, que en este caso fue disímil y contrastante.

Carahue, con otro nombre, estuvo presente en la mente de los más grandes poetas y escritores del Siglo de Oro español, de Voltaire, Chataubriand o Amado Alonso cuando la elogian, y de todos aquellos que alguna vez leyeron o leerán La Araucana. Es tiempo de despertar esa historia dormida para que, de alguna manera, saquen de su modorra existencial a esos pueblos del sur de Chile, incrustados en las colinas lluviosas, desbordantes de historia, como mi recordado Carahue, inserto en el corazón del glorioso pueblo mapuche.

La lectura de La Araucana será el despertador mágico.

Bibliografía

1.- Valdivia, Pedro de. Carta de Relación al príncipe don Felipe. Memoriachilena. cl archivos.

2.- Valdivia, Pedro de. Carta de Relación al rey Carlos V. Memoriachilena.cl archivos.

3.- Suárez de Figueroa, Cristóbal. Hechos de don García Hurtado de Mendoza. Madrid, 1616, Imprenta Real. Texto virtual preparado por Enrique Suárez Figaredo.

http://users.ipfw.edu/jehle/CERVANTE/othertxts/Suarez_Figaredo_HechosCanete.pdf.

4.- Ávila, Gaspar de. El gobernador prudente. Madrid, 1663. Texto digital de Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. http://www.cervantesvirtual.com/buscador/?q=el+gobernador+prudente.

5.- Arias de Saavedra, Diego. Purén indómito. Primera mitad del siglo XVII. Biblioteca Americana, colección de obras inéditas o raras sobre América. Versión digital: https://archive.org/details/purnindmitopoem01arangoog.

6.- Oña, Pedro de. Arauco domado. Lima, 1596. Versión digital de Memoriachilena.cl. http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0011395.pdf.

7.- Vega, Lope de. Arauco domado. 1625. Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes ; Madrid : Biblioteca Nacional, 2009. http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcdf773.

8.- Belmonte y Bermúdez, Luis de y otros. Algunas hazañas de las muchas de don García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete. Madrid, 1622. http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcs48h0.

9.- Heidegger, Martin. Holderlin y la esencia de la poesía. Traducción de Antonio Bergmann y Cayetano Betancur. Versión digital: https://revistas.upb.edu.co/index.php/upb/article/viewFile/3444/3037.

10.- Guerra Cunningham, Lucía. De la historia y otras barbaries: La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga en el imaginario nacional de Chile. Anales de Literatura Chilena, año 11, diciembre 2010, número 14, p. 13-31. Versión digital: http://analesliteraturachilena.letras.uc.cl/images/N14/A14-A-01.pdf.

Jorge Carrasco es profesor y escritor chileno radicado en Argentina.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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