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Sacco y Vanzetti protestan desde las bodegas de Matucana 100 Opinión

Sacco y Vanzetti protestan desde las bodegas de Matucana 100

Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron acusados de asaltar y matar a Frederick Parmenter y a su asistente Alessandro Berardelli, cuando transportaban el dinero para pagar la nómina de los empleados, en South Braintree en 1920. De nada sirvieron los apoyos mundiales para protestar, por años,  contra el juicio sesgado y pedir su libertad.


Casi un siglo después de su drama, los anarquistas Sacco y Vanzetti se han venido a vivir a una bodega de la Dirección de Aprovisionamiento del Estado de Chile (DAE) en calle Matucana 100. Dicen que estarán ahí hasta el 15 de octubre, que fueron condenados injustamente a la silla eléctrica en 1927 sólo por ser pobres, inmigrantes y anarquistas, gracias a un juez de apellido Thayer.

¿Será necesario informarles a Bartolomé Vanzetti y a Nicolás Sacco que desde donde emiten su proclama ya no son las bodegas de la DAE? Hace años son dependencias del Centro Cultural Matucana 100. ¿Cómo explicarles que ésas personas atentas a su historia ahí, no son del sindicato, sino público de teatro en el siglo XXI?

Son dos actores, Luciano Morales y Cristián Ruiz más la actriz Nathalie Nicloux y el dramaturgo, Federico Zurita, de la compañía Hueso de Santo, los que consiguieron traer al presente a los dos laburantes. Ambos, fueron víctimas de un sistema político y judicial, ágil en convertir su caso en un escarmiento público contra cualquier idea roja que osare amenazara el “american way of life”.

Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron acusados de asaltar y matar a Frederick Parmenter y a su asistente Alessandro Berardelli, cuando transportaban el dinero para pagar la nómina de los empleados, en South Braintree en 1920. De nada sirvieron los apoyos mundiales para protestar, por años,  contra el juicio sesgado y pedir su libertad.

Hoy declaman su inocencia e ideales por las bodegas y patios de este centro cultural, ex bodega obrera. Por ello estremece, cuando los actores consiguen proyectar el grito de ambos, ahora que el capital triunfó sobre el trabajo.

Vanzetti y Sacco, representaban pobreza, inmigración, rebeldía, conciencia de clase, ilustración popular e ideales de fraternidad. Ellos, pertenecen a un mundo que suspendió una globalización con la primera guerra mundial.

Los trabajadores, a diferencia de hoy, no sólo trabajaban, se sabían en su misión como agentes de una pronta revolución y evolución hacia una sociedad comunitaria. Con los millones de inmigrantes, ingresaban a EEUU ideas y acciones, comunistas, anárquicas o socialistas. Arribaban, viralmente, millones buscando salir de la pobreza con sus ideales libertarios.

El sistema judicial y político estadounidense, aislacionista y nacionalista, por ende, debía demostrar con mano dura que no había espacio para un sindicalismo radical y menos para ideas como las del anarquismo. De ahí la tragedia.

En la segunda mitad el siglo XIX la revolución de las comunicaciones y el transporte, en el primer mundo, permitió a olas de millones de pobres, por primera vez salir a buscar las bonanzas encontradas y explotadas en el siglo XV.

El periódico, la fotografía, el cine y la radio fueron la multimedia decimonónica que vistió esa globalización, clausurada con las dos guerras mundiales. Así entre 1914 y 1945 el mundo dio un vuelco hacia el racismo y el nacionalismo, en lugar de más puertos aparecieron trincheras y fronteras.

La globalización del siglo XIX había permitido a personas como Sacco y Vanzetti educarse siendo pobres, sin haber ido a la universidad. Con la educación vienen las preguntas, con éstas la inconformidad, con posterioridad la lucha, la reflexión y la elaboración de un proyecto social. Los trabajadores del mundo edificaron conciencia de clase, movimientos políticos, mutuales, diarios y escuelas para combatir la explotación.

El aporte del anarquismo a la historia del pensamiento es indudable y en Chile el artista que encarnó ese ideario fue Manuel Rojas. Es imposible escuchar en Matucana 100 a Sacco y Vanzetti, sin pensar en su pariente chileno Aniceto Hevia. Y esta obra de teatro llega en el momento de un nuevo paradigma de globalización del capital, esta vez vencedor sobre el trabajo, gracias a un método más sofisticado del de hace un siglo atrás.

Post 1990 ya no es necesario masacrar a los huelguistas. El trabajo se hace hoy sin disparar una bala, pues impera entre los trabajadores la disciplina a través del crédito de consumo (Chile) y la aceptación de la Pax de Augusto (primer mundo).

Sacco y Vanzetti gritan su protesta a trabajadores del siglo XXI en Matucana 100. Éstos no desean saber que son pobres, no están en un sindicato y no aspiran a una utopía, sólo anhelan no ser estafados, en una sociedad ultra tecnologizada, comercial y llena de comodidades.

Un siglo después de Sacco y Vanzetti,  no se consolidó ni la era de Acuario pregonada por los “pilarsordianos” de los 60 y al capital no lo derribó un proyecto socialista. Vivimos una Pax de Augusto, una era de la “Economía Social del Avaro” a nivel social, personal y espiritual. Realidades profetizadas por Orwell y Huxley ya en los años treinta.

“Independiente del sistema, los de arriba se sientan en los de abajo”, decía un artefacto parriano. En la actualidad, se cree en no creer, sólo queda rebeldía fragmentada y trabajo precario para quienes piensan y sienten como consumidores o comerciantes.

“¿Morirías por tus ideas?, mira que pueden estar equivocadas”, nos pregunta aún Bertrand Russell. Los italianos ejecutados sembraron conciencia con su sacrificio, una hazaña a valorar y rescatar siempre.

Sin embargo, la pista del hipódromo hoy es de hielo y todos los caballos están borrachos. Ambos migrantes, arengan hoy desde Matucana 100 a un colectivo histórico ya inexistente y que durante el siglo XXI verá hecho una realidad  al primer ser humano clonado, el cual será seguramente explotado por su original.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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