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U2 en Chile: una experiencia solo para pocos Opinión

U2 en Chile: una experiencia solo para pocos

En un concierto de característica y calidad global, no se puede dejar de comentar la gran falta de respeto que cometió una parte no menor del público que abucheó cada vez que la banda tributó a personajes de nuestra propia cultura popular y que es la prueba irrefutable de la ignorancia suprema de aquellos turistas de la música que ni idea tienen del discurso pro derechos humanos de Bono.


Más de 58 mil personas se reunieron en el recinto de Ñuñoa, esperando el inicio del set list de una de las giras más caras a nivel mundial de la banda, y hasta cierto punto de las más discriminadoras a nivel económico, al no generar un espacio más accesible para los fans con menos recursos (como suele ser la cancha general).

Tal vez por eso es que a ratos resultaba irónico observar que mientras se proyectaba el discurso de «Tengo un sueño» de Martin Luther King Jr. en el fondo del video en 8K de cuatro pisos que luce la banda, en cancha se podía observar dos tipos de público: los turistas del espectáculo, que poco saben de la banda y los fans, esos que seguro se endeudaron para revivir «The Joshua Tree tour», la gira actual de U2, que, por cierto, es una celebración del 30 aniversario de la gira de 1987, completa, con una lista de canciones que incluye el álbum de Joshua Tree tocado en el orden de las canciones originales.

Todas las fotografías Agencia EFE

Cabe destacar, antes de cualquier cosa, que una de las mejores experiencias las entregó el nuevo material grabado por Anton Corbijn, el fotógrafo holandés que ha diseñado las imágenes de U2 desde que se encontró con la banda en Nueva Orleans en 1982, y que por casi dos horas llenó la extensión de 60 metros de pantalla de LED con vibrantes imágenes de alta definición en el desierto de Death Valley y Zabriskie Point.

Todas las fotografías Agencia EFE

En un concierto de característica y calidad global, no se puede dejar de comentar la gran falta de respeto que cometió una parte no menor del público que abucheó cada vez que la banda tributó a personajes de nuestra propia cultura popular y que es la prueba irrefutable de la ignorancia suprema de aquellos turistas de la música que ni idea tienen del discurso pro derechos humanos de Bono, y que en lugar de celebrarlo, mostraron su peor cara al pifiar a Violeta Parra ante una re versión de “Bad” con partes de “Gracias a la vida” e insultar la memoria de Sola Sierra al aparecer de fondo en  «Ultraviolet (Light My Own Way)», canción que rinde tributo a las mujeres del mundo, de artistas, activistas, líderes y figuras históricas.

En la parte musical no hay mucho nuevo que contar. Ver a U2 es siempre una experiencia gratificante y vibrante, principalmente porque su profesionalismo es y ha sido siempre impecable. Independientemente, la música de U2 siempre ha apuntado a elevar e inspirar. «Where the Streets Have No Name», la canción que inicia «The Joshua Tree», hizo precisamente eso, directamente desde el eco de su guitarra de apertura. Luego, la banda se lanzó a » I Still Haven’t Found What I’m Looking For», y Bono dirigió las líneas de apertura a la audiencia.

The Edge regresó a los teclados para «Red Hill Mining Town», pero el arreglo sufrió sin el tono distintivo de su guitarra.

Otra intervención destacable es la hicieron al reproducir un clip de 1958 de TV Western «Trackdown», en el que un estafador llamado Walter Trump, promete proteger a la gente del pueblo con la promesa de construir un muro.

U2 tiene la capacidad de equilibrar la cabeza y el corazón con canciones apuntadas directamente a locura de sus fans, como ocurre con una febril » Elevation», con sus riffs zumbantes y su estribillo woo-hoo, sin pausa, para luego continuar con el último gran himno «Vértigo», que tiene la característica de provocar locura hasta en aquellos que ni siquiera sabían mucho que hacían ahí, en cancha y vip.

Después de las «viejas canciones», Bono introdujo una nueva: » You’re The Best Thing About Me», el sencillo melódico de su próximo álbum, «Songs of Experience» para cerrar con «One», su himno por la paz, la unidad y el amor, mientras que la bandera de Chile aparecía en la pantalla de lado a lado. Mientras contemplaba que una cosa era ver desde la distancia, como suele ser, lo mucho que la multitud estaba sintiendo lo que pasaba ahí, pero otra cosa muy diferente era estar completamente inmersa con ellos, verlos alimentarse de su energía y deleite de muchos al volver a ver a U2. Y a su vez, ver la rabia, el odio y el desprecio por las diferencias, en un solo momento y en un solo lugar, en un espacio físico además que fue testigo mudo de todos los atropellos a sus derechos fundamentales que vivieron miles de compatriotas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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