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Patricio Guzmán: Piñera «me parece un personaje muy sobrepasado en vista de la cultura política chilena» Entrevista con el director de «La batalla de Chile»

Patricio Guzmán: Piñera «me parece un personaje muy sobrepasado en vista de la cultura política chilena»

El cineasta comenta el resultado electoral de la primera vuelta presidencial, entrega su visión de la evolución del país durante los últimos cuarenta años y adelanta detalles de su próximo proyecto. «Creo que hay una inercia, un agotamiento, un aguantar demasiadas cosas durante un tiempo largo -como la salud y la educación- y que se pueden solucionar más o menos bien. Creo que mucha gente piensa lo mismo, pero va pasando el tiempo y la clase política no tiene una reacción clara. Entonces claro, a partir de esta frustración, se produce una rebelión», afirma sobre la votación de la primera vuelta.


El cineasta Patricio Guzmán (Santiago, 1941) está contento. Como para muchos otros referentes culturales de la izquierda, los resultados de las elecciones del pasado 19 de noviembre fueron una agradable sorpresa. Demostraron que el cacareado giro a la derecha de los chilenos, según vociferaban distintos analistas basados en unas encuestas que perdieron todo crédito, era un diagnóstico completamente errado, fruto de una desconexión con la realidad.

Guzmán, a pesar de vivir en Francia, a miles de kilómetros, parece estar muchos más cercano al chileno promedio. Y explica su voto con que muchos problemas siguen sin resolverse -como las magras pensiones, una gratuidad a medias o la odiosa segregación en el sistema de salud, unas injusticias de las cuales a su juicio la clase política al parecer no termina de tomar nota- y provocaron que por un tema de «sentido común» la mayoría de los chilenos haya votado por la centro izquierda, la única fuerza política que ha dado señales de querer enfrentar estos problemas y solucionarlos.

«Ahora hay que ver de qué manera el candidato  de la centroizquierda puede conseguir más apoyo de manera de superar al candidato de la derecha», comenta. «No sé hasta qué punto se pueden hacer estos frentes. Como muchos chilenos, estoy con el misterio de qué va a pasar. De todas manera está muy bien el resultado, me parece mucho mejor a lo que decían las encuestas. Parece que los sondeos no son muy eficaces en Chile».

Clase política sin reacción

La lejanía chilena, junto a la calma en su hablar, que se nota también en el cine que hace -pausado, reflexivo- hacen que a sus 76 años su análisis sea reposado, pero muy claro: las reformas en curso no deben detenerse, sino, muy por el contrario, profundizarse.

«Creo que hay una inercia, un agotamiento, un aguantar demasiadas cosas durante un tiempo largo -como la salud y la educación- y que se pueden solucionar más o menos bien», afirma el director de «La batalla de Chile», ese acabado fresco sobre el Chile de la Unidad Popular, considerado por muchos como uno de los mejores documentales políticos del mundo.

«Mucha gente piensa lo mismo, pero va pasando el tiempo y la clase política no tiene una reacción clara. Entonces claro, a partir de esta frustración, se produce una rebelión. La gente siente que el sentido común no se está tomando en cuenta. Hay algo lógico, a lo cual se le pasa por encima. Creo que este argumento tan simple, y a la vez tan real, ha hecho que se dé vuelta la tortilla. Lo que sacó el candidato de la derecha es poco, muy poco, en relación al resto de las fuerzas políticas que tiene Chile», dice.

Guzmán es optimista y aunque no se atreve a dar un pronóstico, hincha por el triunfo de la izquierda. Piñera le parece «un personaje muy sobrepasado en vista de la cultura política chilena».

«Ya se ve que la gente que no votó por él es una gran mayoría. Sería muy interesante para Chile seguir un camino de cambios, sin prejuicios, y creo que es mejor».

Inercia binominal

Con un poco de vergüenza, el director de «La Batalla de Chile» confiesa que, a pesar de su entusiasmo por la política, que se refleja en su obra cinematográfica, no votó. Tampoco tenía candidato fijo, aunque le parecían todos «respetables».  Y celebra que tras 27 años del retorno a la democracia los chilenos en el exterior puedan votar.

«Es lo que hacen gran parte de los países democráticos. Me parece muy bien, aunque yo no fui a votar. Tenía mucho trabajo y debía viajar afuera, era un lío. No tuve tiempo. Me parece una falta grave, pero no pude hacerlo», dice a modo de disculpas.

Tampoco le parece excesivamente grave la abstención, que superó el 50%, y señala que se trata más bien de un fenómeno global.

«Hay una especie de apatía por acudir a una votación, y cuando es legal no ir, tanto peor. Creo que el derecho a voto debe ser obligatorio. Pero bueno, si Chile eligió libremente ese camino, es inquietante. En todo caso corresponde al estado internacional de las cosas».

Para él, al desinterés han contribuido que la alternancia de dos bloques -como el PS francés y los conservadores, o el SPD alemán y la CDU, que incluso podría extrapolarse a la derecha chilena frente a la ex Concertación- no es tal, ya que ninguno resuelve los problemas de fondo, y todos terminan pareciéndose tanto que se hacen indistinguibles. Ello ha explicado, a su juicio, el surgimiento de un centrista Macron en Francia, un país donde ni la izquierda ni la derecha han logrado determinar el funcionamiento -especialmente económico- de la nación gala en el contexto de la globalización.

«Han pasado muchos años en que no se ha hecho nada. Ha pasado el tiempo, los gobiernos han sido mediocres, las cosas no se han solucionado, y la cosa ha continuado. Entonces ahora, que se produjo una crisis real, sí hay una reacción mayor, pero tampoco es demasiado profunda. La gente va por su cuenta. Hay un despego del fenómeno político».

A pesar de este pesimismo, Guzmán insiste en que la democracia es la única forma de solucionar los conflictos.

«No se me ocurre otra forma de manifestarme. A pesar de los defectos que hay, del lastre que arrastra el sistema, no tenemos otra alternativa».

Pinochet y la indignación constante

A pesar de salir de Chile tras el golpe militar -tras estar varios días detenido en el Estadio Nacional- y de no haber nunca a vivir de forma permanente en nuestro país, Guzmán nunca ha roto su vínculo con la patria. Al contrario,  toda su filmografía está dedicada a Chile y sigue atentamente los acontecimientos en nuestro país.

«Es un país pequeño, pero es enormemente interesante. En América Latina, un país como Chile es la base de un pensamiento rico, diverso. Hay algo en Chile que es bastante universal. Chile ha atravesado por los mismos problemas que otros continentes, de una manera muy interesante. Al contrario, me parece una suerte tener detrás un país como Chile, porque es muy amplio, es interesante. Me resulta siempre apasionante lo que pasa en Chile. Depende de cada uno, pero me siento mucho mejor que si fuera argentino o brasileño. Son mundos diversos, y el mundo chileno es muy universal.

Su lejanía además le permite tener una visión de alturas, aunque admite que se pierde «los detalles, que son importantes».

«Creo que al estar afuera tienes una mayor perspectiva, más amplia, que adentro. Afuera lo que se pierde son los detalles, que son importantes. Pero afuera también se adquiere una visión global muy nítida de lo que pasa, y eso es muy bueno en el cine documental. Es bueno tomar distancia, y eso no significa hacer películas frías, por el contrario».

Para Guzmán, es cierto que Chile ha cambiado en las últimas cuatro décadas, especialmente con la imposición del neoliberalismo como nuevo modelo de sociedad, pero también cree que el dinamismo político que ha tenido el país en su historia republicana sigue incólume.

«Hay un deseo de participación y de estar en el mundo de la política», afirma. «No es una cuestión de marciano. Chile siempre ha sido un país muy politizado, como muchos países de América Latina, y la cosa va a seguir. Claro, hay una crisis general, una especie de fatiga, que es normal. Creo que hay que considerar todos esos factores en el presente. Pero la estructura no se ha roto».

Para el cineasta, más allá de las imposiciones sociales, económicos y culturales que realizó la dictadura del general Augusto Pinochet, el mismo generó una indignación y un rechazo que persiste hasta hoy, y actúa de combustible en diversas situaciones.

«Creo que la dictadura provocó una indignación, un punto de vista crítico, que se manifiesta mucho o no. Pero está ahí. Pinochet es un personaje que sobre todo puso a la gente en contra. Fue un fenómeno muy duro, muy trágico para Chile. Creo que eso no ha dejado indiferente a la gente».

Una música atonal

Esta división de aguas de la dictadura se suma a otro elemento a que juicio del cineasta el clave: tras la UP y la dictadura, lo que ha habido ha sido una sucesión de gobierno tibios, sin audacia y temerosos del conflicto, probablemente por el trauma que dejó la polarización política y sangrienta represión desatada en los 70.

Gobiernos que, aunque incluso prometieron que la alegría ya venía, no fueron capaces de revertir los cambios que impuso la retroexcavadora que sí usó, y sin dudar, Pinochet en todo ámbito. Esto hizo que la recuperación de ideas elementales -una Constitución de génesis democrático, una educación universitaria gratuita o un sistema de seguridad previsional colectivo-  hayan avanzado a paso de tortuga.

«¿Qué gobierno ha habido, después de Pinochet, realmente brillante? ¿Dónde está ese político carismático que arrasa con todo? No lo hemos tenido. Todas las ambiciones, las ilusiones, el deseo que muchos tenían, no llegó nunca a concretarse, porque vino un gobierno, luego otro, luego otro… ¿y qué? Ese es el problema».

«Porque después de haber tenido un Allende y un Pinochet, dos personajes completamente antagónicos, viene una especie de cadena de personas que sí, que parece, que van a ser, pero no lo logran, etc., y sobreviene una especie de música atonal. Ya no pasa nada, en el fondo, entonces la gente se cansa».

La memoria histórica, fuente inagotable

De la misma manera, cree que otro tema pendiente es la memoria histórica, un tópico usual en su filmografía, y que califica de «enormemente atractivo y lleno de descubrimientos».

«Al entrar en ese tema, uno entra a los sujetos principales, pero poco a poco va encontrando otros y otros que completan la historia chilena de las últimas décadas», define.

«Es un tema maravilloso, hay cientas de cosas de qué hablar, que no se han tocad o se han tocado poco. A mí me resulta muy interesante la temática chilena, desde el punto de vista geográfico, de las personas, de la manera de ser, la austeridad, la forma tan sobria de ser y no ser, de estar y no estar».

¿Cree que como país estamos enfrentando bien el pasado?

«Han pasado tantas cosas que no se ha hecho el balance completo», responde. «Quizás es muy pronto. El país se ha dado varias vueltas de carambola y hay mucha vida detrás de casa uno de nosotros. Quizás falta aún más tiempo para que salgan esas cosas, porque la memoria juega en contra de uno, a veces. Es difícil de dominar».

Volver a Chile

Actualmente, Guzmán trabaja en su próximo documental. Lo hace, como siempre, desde su casa en París, donde reside por más que haya pensado muchas veces en volver a Chile. ¿La razón? Es el único lugar donde puede conseguir el financiamiento necesario para filmar el cine que quiere hacer, algo que en Chile le resultaría difícil o casi imposible.

«Los documentalistas en Chile están sometidos a una grave presión para obtener la subvención del Estado, y ella tampoco alcanza para toda la película. La primera razón que tuve para quedarme afuera fue seguir haciendo películas sobre Chile, pero desde un lugar donde podía distribuirlas mejor en todo el mundo. Porque mi cine se ve en todo el mundo, prácticamente. Esa es la razón principal. Y por otro lado, como yo ya había estudiado cine, antes de comenzar a trabajar, en España, ya estaba habituado a moverme en el afuera y el adentro. Por eso opté por quedarme donde estoy».

Si sus anteriores films estuvieron centrados en el desierto de Atacama («Nostalgia de la luz», 2010) y la Patogonia («El botón de nácar», 2015), ahora su tópico será la cordillera, un elemento que para muchos chilenos en el exilio, un colectivo que por razones obvias conoce bien, era un ícono del imaginario colectivo.

«Lo que hay que decir lo voy a encontrar escuchando a la gente que deseo entrevistar. Cuando un documental no está hecho, son cuatro o cinco ideas, pero nada más. En el caso de mi última película (‘El botón de nácar’), sobre el sur y los hielos y el fin del mundo, yo no tenía nada más concreto que eso antes de hacerla. No sabía para dónde iba a ir la película, porque un documentalista recorre un camino y lo filma, y mientras no haga eso, no hay nada».

– ¿Eso significa que va a venir a Chile próximamente?

– Sí, pero no próximamente. Primero hay que presentar el proyecto, estamos en la mitad de la presentación. Eso a durar por lo menos cuatro a seis meses. Y después, una vez que uno tiene una parte del dinero, puede planificar en qué fecha, en verano o invierno, puede ir, cuando es conveniente. Es lento. Hacer una película documental dura muchos años. Es distinto que la ficción. Un documental se piensa en uno o dos años, y se concreta en otros dos o tres. Cada cuatro o cinco años, yo hago una película. Es un trabajo lento, de investigación, y no tiene que ver con el mercado inmediato. Si la película tiene buenas ideas, camina bien, igual si es ahora o dentro de dos años.

Hoy por hoy, su obra puede verse gracias al reciente lanzamiento de una colección con lo mejor de su obra. La compilación, llamada «Colección obra Patricio Guzmán», reúne por primera vez las obras más relevantes de la carrera del destacado director chileno. Obras nunca antes vistas en Chile estarán disponibles para los espectadores en distintas plataformas.

La colección, en DVD y la plataforma de VTR, comprende 12 películas dirigidas por Guzmán y cinco de ellas -por primera vez- son editadas para Chile. Estas son «En nombre de Dios» (1987), «La Cruz del Sur» (1991), «Pueblo en Vilo» (1995), «Isla Robinson Crusoe» (1999) y «Madrid» (2002).

“Es la primera vez que mi obra completa se estrena en Chile. Es paradójico porque muchas películas se tratan sobre Chile y es uno de los únicos lugares donde esta colección no existía”, concluye.

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