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La muerte de un cine Radical: pesar por el cierre de la sala que fue epicentro de la industria cultural Este viernes serán las últimas funciones

La muerte de un cine Radical: pesar por el cierre de la sala que fue epicentro de la industria cultural

Se acaba porque todo el complejo Radicales, que incluye el bar, una librería y el cine, va a dejar la casona que ocupa en la calle Monjitas. Lo hace «con la frente en alto, orgullosos de haber logrado construir una audiencia y un espacio de exhibición y difusión de cine chileno, latinoamericano e independiente de gran calidad artística», según su director, Rodrigo Rojas, quien no descarta una reapertura en otro lugar.


Después de 60 estrenos de cine chileno, más de 50 ciclos de cine, la exhibición de más de 300 películas y más de 100 conversatorios interdisciplinarios donde asistieron directores, académicos y protagonistas de las cintas, cierra la Sala Radicales. Fueron cuatro intensos años de trabajo, donde pasaron de un asistente al día a 250 personas por semana, cuenta Rodrigo Rojas, director y programador del espacio cinematográfico. Incluso resistieron a Netflix.

Este viernes será la última función. La sala va a tirar la casa por la ventana: habrá funciones desde las 14:30 («Stalker» del ruso Andréi Tarkovski), hasta la 01:00 de la mañana, con «Blue Velvet» de David Lynch. Entre medio mostrarán cintas de Jim Jarmush, John Carpenter, Aki Kaurismäki y Lucio Fulsi.

La sala cierra porque todo el complejo Radicales, que incluye el bar, una librería y el cine, va a dejar la casona que ocupa en la calle Monjitas.

«Las razones son varias, entre ellas la principal fue que Radicales no pudo desarrollar con plenitud su modelo de negocios, que tenía entre sus objetivos fundamentales transformase en uno de los centros del carrete asociado a las industria cultural y creativa más importante de la capital», explica Rojas, además miembro de la Red de Salas de Cine de Chile.

La imposibilidad de realizar eventos musicales masivos por una constante fiscalización municipal fue socavando la solvencia económica del proyecto, agrega.

La sala contó con un público fiel.

Pena en la Red de Salas de Cine

El espacio era parte de la Red de Salas de Cine de Chile, que lamentó el fin del espacio.

«Es un tremendo golpe a la gestión que se ha estado realizando en este último tiempo en el medio cinematográfico nacional, porque tiene un público que avala la posibilidad de continuar en el tiempo», señaló Claudio Pereira, vocero de la Red, que incluye cines de Valparaíso, Santiago, Constitución, Chillán Valdivia y Puerto Varas.

«Es algo que nos sorprende, es algo muy negativo, aunque sabemos que la naturaleza de los lugares de exhibición de cine independiente en Chile es de profunda fragilidad. Son lugares tan necesarios y demandados hoy en día por la comunidad, que lo hace suyo, y nos pone en alerta».

«Estamos preocupados por la subsistencia de estos espacios, fundamentales para el quehacer cultural, la formación de audiencia y la mediación de público», que han sido reconocidos por el Estado mediante el CNCA, lo cual hace aún más paradójico el cierre.

«Me parece una de las peores noticias del año para el cine chileno», coincide el cineasta Hans Mülchi.

«Era un lugar que se había consolidado como congregador de obras de calidad, invitando a autores interesantes con un público crecientemente motivado por ver buen cine», lamentó.

El escritor y cineasta Alberto Fuguet (izq.) fue uno de los expositores en la sala.

La historia de la Sala

La sala nació en 2013, como con la intención de trasformarse en un espacio para el nuevo cine chileno que durante los últimos cinco años estaba incrementado su producción de 10 películas por año a más 40.

«También surge con la intención de otorgarle identidad al proyecto Radicales, sabíamos que un cine, como emisor de contenidos, podría generar una relación con los públicos que deseábamos comunicarnos», señala Rojas.

El objetivo final era ser un espacio de exhibición de cine chileno latinoamericano e independiente abierto al debate interdisciplinario en torno al cine como expresión artística, social y cultural.

El público del cine mayoritariamente eran estudiantes de carreras ligadas a las ciencias sociales como sociología, antropología, literatura, etc. y personas a fin a estas materias, según el director.

La sala contaba con una alta calidad técnica profesional, equipada con 54 cómodas butacas, Sonido Dolby 5.1 y un DCP (formato de exhibición profesional para Cine Digital), gracias al apoyo de Fondo de Fomento de Audiovisual, que reconoció en tres oportunidades (a través del otorgamiento de tres fondos audiovisuales) el aporte del lugar al desarrollo del cine local y la industria audiovisual chilena.

Hitos

Entre los hitos, Rojas cuenta el primer estreno de la película «Mitómana» de José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola, «la pareja de realizadores más radical en ese momento».

También nombra los premios de exhibición que otorgó la Sala en distintos festivales de cine como Festival de Cine/B, Festival de Cine de Lebu, FEMCINE y Festival BioBioCine.

Otro punto destacado, uno de los más trascendentales para la sala, fue haber realizado el proyecto de formación de audiencias “Lo chileno del cine chileno”, un proyecto de ciclos de cine más conversatorios (financiado por el CNCA) que permitió construir una audiencia y hacer de la sala un espacio de conversación entre los realizadores, académicos, protagonistas y los públicos.

La batalla con Netflix

El cine incluso pudo dar batalla a plataformas online como Netflix, sólo una de muchas que existen a nivel online. Rojas admite que «es en parte una de las batallas con la que debemos lidiar día a día los que lideramos un proyecto como éste».

Sin embargo, asegura, existe un público consumidor de cine “arte o independiente” que aún busca en la sala de cine una experiencia que va más allá de la sola exhibición, «que busca una experiencia individual que desemboque en una experiencia social y colectiva a través del diálogo. En definitiva, existe un público que entiende el cine como una herramienta de transformación individual y social».

«Bajo esta lógica Netflix no es el enemigo, ni el contexto, ni tampoco lo es el desarrollo cibernético o tecnológico, es más bien una invisibilización de alternativas de contenidos de calidad. En ese sentido, el contexto es un sistema social capitalizado que desprecia el pensamiento crítico debido a que le es inconveniente para el predominio de la ideología del consumo que sostiene al mismo sistema», asegura.

Para Pereira, el Netflix ocupa hoy el lugar de amenaza al cine que antes fue la televisión y el video, que las salas enfrentan con una experiencia diferente.

«Una sala de cine no se compara con ver una película en casa. La experiencia es otra, es inmersiva, participativa, colectiva, tanto visual como de sonido, que incorpora elementos  que no pueden ser emulados en un formato distinto».

El verdadero enemigo de las salas

En su experiencia, Rojas ha visto que la mayoría de las personas, independiente de su profesión, oficio, o condición social, tiene la inquietud cognitiva, el hambre de saber, de entender, de mirar y viajar a través de la ventana cinematográfica, «pero el esquema imperante aplasta las oportunidades y los espacios e invisibiliza las alternativas que permiten el imprescindible y necesario desarrollo cultural».

«Los extensas jornadas de trabajo, las condiciones laborales esclavizantes, los bajos sueldos, el escaso tiempos de ocio, una educación escolar pública precaria y el no reconocimiento del lenguaje audiovisual como uno de los lenguajes que moldean actualmente los discursos y contenidos, son los verdaderos enemigos de las salas de cine alternativas», señala.

«En semejante escenario, a la gente lamentablemente, y es comprensible, no le queda otra alternativa que escapar y evadir a todo costa y rápidamente de la prisión en la que están envuletos, a través del consumo de entretenimiento rápido y ligero como el que ofrece Netflix y el cine de entretención que exhiben las grandes cadenas de cine comercial. He ahí que una de las grandes luchas de la Red de Salas de Cine de Chile, que tiene como propósito potenciar la exhibición de cine de calidad, ampliar y democratizar la oferta cultural y el acceso de la ciudadanía a contenidos diversos, que no tienen cabida en otro tipo de salas», señala.

Ahora el Cine Radical cierra sus puertas «con la frente en alto, orgullosos de haber logrado construir una audiencia y un espacio de exhibición y difusión de cine chileno, latinoamericano e independiente de gran calidad artística», dice su director.

Pero no todo está perdido. La sala podría abrir próximamente en otro espacio.

«El Cine depende de un proyecto como Radicales y actualmente el creador de Radicales, Patricio Mora, está buscando un nuevo espacio que cumpla con las condiciones que requiere un proyecto como éste. Esperamos que de aquí a enero tengamos noticias respecto a una nueva apertura», concluye.

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