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El teatro callejero, la pulseada eterna de la Patogallina El veterano grupo ganó proyecto en el último Fondart

El teatro callejero, la pulseada eterna de la Patogallina

El trabajo permitirá al grupo continuar con su labor en la Escuela de Teatro de Calle Itinerante, cuyo objetivo es fomentar la creación del teatro de calle a partir de su método creativo y las técnicas especificas que caracterizan este formato, que tiene sus orígenes en la Antigua Grecia y tuvo gran relevancia en la lucha contra la dictadura en los años 80, con recordadas intervenciones en lugares como el Paseo Ahumada o el Barrio Bellavista.


Martín Erazo, el director de la compañía de teatro Patogallina, está feliz. En octubre, su grupo fue uno de los favorecidos con un proyecto por 70 millones de pesos para trabajar durante todo el año 2018 en diez comunas de Chile en su pasión, el teatro de calle.

Esto se suma a los $ 50 millones de pesos obtenidos en diciembre para implementar su propuesta “2118 – Geografía de la sangre”. El texto será creado a partir de un trabajo de investigación histórico encargado al escritor nacional Jorge Baradit. Desde ahí se generará el texto dramático, en una colaboración con la dramaturga Carla Zúñiga y el propio Erazo.

El primer trabajo permitirá al grupo continuar con su labor en la Escuela de Teatro de Calle Itinerante, cuyo objetivo es fomentar la creación del teatro de calle a partir de su método creativo y las técnicas especificas que caracterizan este formato, que tiene sus orígenes en la Antigua Grecia y tuvo gran relevancia en la lucha contra la dictadura en los años 80, con recordadas intervenciones en lugares como el Paseo Ahumada o el Barrio Bellavista. Será en talleres con actores y músicos, con 35 alumnos por taller.

Los talleres permitirán a la compañía compartir con estudiantes y profesionales sus 21 años de experiencia. El trabajo en las diez comunas además contempla la exhibición de su obra «Paloma ausente», su homenaje a Violeta Parra, en lugares como Iquique, Concepción, Temuco, Punta Arenas y Chiloé.

Imagen de un taller de la compañía.

Un lugar de encuentro

El teatro de la calle es algo que ha interesado desde sus inicios a la compañía como herramienta de creación y transformación, explica su director, que además es clave porque está dirigido a un público que no ve teatro habitualmente y que es de una enorme diversidad.

«Nos parece que es un lugar de encuentro, directo, transversal, que sale al encuentro de su público, gente que no necesariamente va al teatro», comenta Erazo para explicar su fascinación con esta variante del género teatral. «Además nos interesa a nivel estético como intervención del espacio público más allá de un sitio de tránsito, donde unos puede decir lo que piensa de manera absolutamente libre».

Por todas estas razones, la compañía está interesada en enseñar esta variante del teatro, dando cuenta de sus orígenes, características, formatos, estéticas y propuestas, tanto desde la teoría como la práctica. Erazo además resalta que hay pocos lugares donde se enseñe este tipo de teatro, «aunque está presente en la cultura popular, pero no se ha estructurado».

«La gente debe entender que el teatro de calle es otro formato, otra forma de hacer y pensar las cosas, de abarcar el espacio, de crear, de encontrarse con el público».

La música es parte esencial de la Patogallina.

Definiciones y vigencia

Aunque hay danza, circo e instalación en la calle, el teatro tiene sus particularidades y tampoco debe confundirse con aquel que se realiza al aire libre.

«Es un hecho teatral que ocurre en el espacio público», dice Erazo al ser invitado a definirlo. «Se hace cargo del espacio donde está, de su relación con el público, y utiliza una serie de elementos de la tradición y los nuevos lenguajes», donde hay una enorme cantidad de formatos: pasacalles, obra estacionaria y sitio específico.

Puede funcionar con luz de día -amanecer o atardecer- pero además -al tener un público disperso- debe focalizar la energía vocal y actoral de una manera diferente, sin mencionar el uso del entorno o la condición climática.

«Jamás ha perdido su vigencia», destaca Erazo. «Hoy es de gran importancia hoy, donde básicamente se han creado espacios ligados al comercio y menos al encuentro, la reflexión, al delirio», a los cuales apela el teatro de calle por dar la posibilidad a los grupos que los practican de entrar en contacto directo con el público, sin intermediarios, para mostrar su arte, «algo fundamental en los tiempos que corren».

Orígenes históricos

En cuanto a sus orígenes, Erazo menciona el juglar que iba de pueblo en pueblo, recitando sus obras, y también los autos sacramentales, que se montaban en las plazas con grandes escenografías.

También la «comedia del arte, con sus escenarios móviles, que se ponían en las ferias» en Europa, así como el carnaval y la fiesta más típica de Latinoamérica, mientras Oriente también aporta lo suyo.

«Es una línea que se ha desarrollado en todos los continentes, de maneras muy diversas, logrando diferentes lenguajes y formas», comenta Erazo.

En el caso específico de Chile, el artista menciona el teatro que se hacía en las salitreras -entre otros Luis Emilio Recabarren, fundador del PC- y también el de los 70 y 80, que «marcó un hito y también a los que pudimos verlo siendo niños, en un momento crítico de la sociedad, donde Chile estaba sufriendo mucho», con artistas como Andrés Pérez, el Teatro del Silencio, Sociedad Anónima o el Teatro Q.

«Como muchas cosas que se construyeron en contra la dictadura, muchos grupos luego desaparecieron o pasaron a salas porque se pensó que el objetivo se había logrado», señala sobre el destino de estos grupos.

Aún así, el teatro de calle siguió desarrollándose de distintas maneras, y la propia Patogallina es un ejemplo de ello.

«La calle es un espacio de libertad, donde todo el mundo llega. Hay tantas posibilidades, tan infinitas», que los grupos alrededor seguirán apareciendo y desapareciendo, concluye.

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