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De consolidados, revelaciones y nostalgia: Lo que dejó la Cumbre del Rock chileno 2018 Opinión

De consolidados, revelaciones y nostalgia: Lo que dejó la Cumbre del Rock chileno 2018

«Ver aquellas bandas o solistas que ya no giran o a aquellos que están recién partiendo en temas masivos, es siempre una jugada interesante, en las que a veces se sobrepasan las apuestas y en otras tantas se quedan al debe», escriben los periodistas Claudia González y Antonio Canales.


Se acerca el verano y en el hemisferio sur comienzan a aflorar los carteles de la mayoría de los eventos que se llevarán a cabo en periodo estival. De los nacionales, uno de los consolidados y más esperados por los fanáticos de la música nacional, es La Cumbre del Rock chileno, que ha ido evolucionando hasta convertirse en un mega evento en el transcurso de los 11 años de historia en la promoción de la música que se hace al final del mundo.

Este año el cartel traía varias de las bandas que suelen girar constantemente en nuestro país, más algunas nuevas que suelen ser mayormente reconocidas dentro de los circuitos underground de música. Cabe recordar un dato no menor, que es el de la participación de los músicos chilenos dentro de las parrillas musicales, la ausencia de canales formales de difusión y la incesante introducción a los medios de comunicación de artistas internacionales altamente rentables en términos comerciales.

Por esto es que ver, sobre todo aquellas bandas o solistas que ya no giran o a aquellos que están recién partiendo en temas masivos, es siempre una jugada interesante, en las que a veces se sobrepasan las apuestas y en otras tantas se quedan al debe.

Las bandas revelaciones de la Cumbre

Llevan años en la escena y para algunos –no pocos- no fueron una sorpresa, pero si algo quedó claro –y que fue comentario obligado durante la jornada tras su presentación en la Cumbre- fue “la revelación” y casi ya consolidación de Kuervos del Sur. En el escenario se mostraron como una banda que lleva décadas tocando, con una ejecución redonda, la voz de su vocalista (Jaime Sepúlveda) que recuerda lo mejor del Grunge pero con matices y tonos que se valoran –aún más en su rock fusión- y una puesta en escena que genera un magnetismo que se transmite en cada acorde. No por nada su disco “El vuelo del Pillán” (2016) recibió buenas y merecidas críticas. De las notas alta de la jornada.

Otra de las bandas que llegó a la Cumbre a demostrar su calidad y que logró rendición absoluta de los escépticos fue Lanza Internacional, liderada por los hermanos (Mauricio y Francisco) Durán, ex Bunkers. Radicados en México y con su primer disco ya lanzado (Mala Fama, 2017) demostraron que son una banda en serio, sin deudas que exigir por el fin de Los Bunkers, con una presentación impecable, que pasa por el rock and roll y el pop con una facilidad que impresiona y que deja un buen sabor en la boca y en los oídos. Otro de los puntos altos de la jornada.

Entre otros puntos altos, estuvieron, a lo menos correctos en sus presentaciones y que cumplieron con su público; el rock progresivo e intenso de Crisalida, en particular por la potencia y afinación de su vocalista (Cinthia Santibañez) logrando satisfacer con creces a sus fanáticos y curiosos presentes. El flow de Mariel Mariel, quien con una mezcla de estilos, ritmos y un discurso feminista directo y sin dobleses, logró –bajo un intenso calor en horas de la tarde- hacer bailar y pensar a varios de los presentes. Otra sorpresa –a pesar de muchos puristas del rock- fue la presentación de Denise Rosenthal, quien con un buen marco de público, desarrolló una buena y correcta presentación con temas que fueron coreados y mezclando ritmos que demuestran que quiere ir más allá del pop, si bien no fue descollante su show, si logró sortear los estigmas y sacar adelante una presentación más que aceptable.

En un escenario –y casi de otro planeta- Alain Johannes –junto a los hermanos Foncea- más que una presentación reveladora, fue (y es) una experiencia reveladora. Su calidad musical -que tras el documental (Unfinished Plan) que habla sobre su vida, comienza a conocerse cada vez más en Chile, su país de origen- sumado a su sencillez y magnetismo que proyecta es sin duda una de las cosas rescatables de esta Cumbre. Por eso no extraño que un buen marco de público coreara las letras de “Eleven” (el proyecto que tenía junto a su fallecida compañera Natasha Schneider) y otros como de su disco “Spark”, un placer y todo un lujo que el rock chileno haga oficialmente evidente la pertenencia del gran Johannes en la familia del rock nacional.

Mención aparte –y como acto de justicia- la banda Dixon también logró convencer en el escenario y proyectarse como una de las bandas interesantes y necesarias de escuchar por estos días, esto a pesar de que fue víctima del horario y, en plena presentación, su audio fue apagado y se dio –ante la sorpresa de muchos que disfrutaban su show- por terminada abruptamente su presentación.

La nostalgia en la Cumbre: Agua Turbia, Supernova y Quilapayún

Para los conocedores de la historia del Rock chileno, la oportunidad de ver en vivo a Aguaturbia no se podía desaprovechar, sin duda son parte de las leyendas vivas del rock nacional y demostraron en el escenario que el rock es una actitud que trasciende la edad, además –hecho no menor- que su calidad está intacta. Con una guitarra (de las mejores de Chile, ejecutada por el ya mítico Maestro Corales) y la voz electrizante de Denise, Aguaturbia dijo presente y cumplió más allá de la nostalgia. Mezclando sus reconocibles sonidos psicodélicos y de blues, dieron paso también al funk (reversionando por ejemplo parte de Get it away de la banda Red Hot Chili Peppers) y entregando a raudales rock puro y desatado, con una fuerza impresionante en el escenario. El respeto y los aplausos se sucedían tema tras tema y la presentación se agradeció con ganas en esta versión de la Cumbre del Rock, tal como ocurrió el 2007.

Supernova fue el fenómeno comentado de la jornada. La introducción en guitarra de la canción “Tu y yo” desató una verdadera estampida que corrió hasta al escenario para corear las canciones que evocaban la nostalgia de una adolescencia perdida y eterna. Constanza Lüer y Constanza (Coni) Lewin, acompañadas de una banda correctísima, llevaron a cabo una presentación que tuvo el apoyo de una multitud –que fluctuaba de los 15 a 45 años en promedio- que coreaba en éxtasis cada letra que emanó de sus bocas, y en 30 minutos (de solo hits) deleitaron con una banda sonora oreja y un pop que destacó.

Y la jornada de nostalgia tuvo también a Quilapayún, banda sonora de una generación y de la historia social del país. “La Muralla”, “El Pueblo Unido”, fueron coreadas al unísono por el público asistente. “Qué dirá el Santo padre” (letra de Violeta Parra) fue dedicada por la banda al Papa Francisco, criticado por su actitud ante las víctimas de abuso sexual a manos de sacerdotes católicos y su apoyo al Obispo Barros. “Plegaria de un labrador” letra de quien fuera director artístico del conjunto, Víctor Jara, emocionaba visiblemente a quienes se encontraban ahí. Musicalmente impecables y contingentes, quienes aprovecharon de realizar un homenaje y mandar fuerzas a Álvaro Henríquez, vocalista de Los Tres –quien debido a su estado de salud debió ausentarse de la Cumbre- cantando “Pájaros de Fuego” para el deleite de los presentes.

Cecilia, la Incomparable sin embargo fue la nota alta de la jornada con su show –y homenaje- que emocionó e hipnotizó a los presentes, cerrando un acierto en cuanto a los números de la nostalgia y la historia de la música chilena.

Y ya en la noche, Saiko, con la increíble voz de Denise Malebrán y acompañados de Mauricio Clavería (ex baterista de La Ley) demostró que están vigentes y en la mejor de las formas. Se vieron enérgicos, sólidos y aprovecharon el tiempo de su presentación evidenciando una cantidad de hits que muestran a una banda con historia y con un público fiel que cantó y acompañó más cada uno de sus temas generando una conexión a toda prueba.

Los que quedaron en deuda

Álvaro López, ex vocalista de Los Bunkers, llegó a la Cumbre con su proyecto “López”, y si bien su presentación estuvo lejos de ser catalogada como mala, las expectativas no eran pocas y la sensación –generalizada- es que quedó al debe y no logró convencer ni aprovechar la instancia.

Otra de las bandas que estuvieron en deuda fue Tormenta, con un sonido que evocaba a “opening de animé” donde la voz de Begoña Ortuzar recordaba a ratos a la banda de los 90’ Los Christianes (con Evelyn Fuentes). Calidad no les falta, eso quedó en claro, pero su presentación evidenció que aún tienen cosas por cuajar y, a pesar de que sus temas logran en varios pasajes generar una atmosfera hasta onírica, quizás el calor o bien un “algo” dejó esa sensación de que aún falta por consolidar y eso se evidenció en su presentación en esta Cumbre.

En resumen, y entendiendo que en general los festivales en la actualidad, para bien y para mal, son más un evento social que una instancia de mera contemplación musical cultural ¿A dónde se podría ir, entonces, para aprender más sobre la música tal como se está haciendo y se está reproduciendo actualmente en este país?

Con todo, en la Cumbre del Rock tenemos un evento que tiene una historia: una historia sobre una estética, un territorio espacialmente definido y una reacción, la que se reduce en muchos casos a nuestra área de mayor conocimiento: La música como cultura e identidad, la nuestra con todos sus claros y oscuros, con sus escenarios diversos y a veces contrapuestos, pero que, a pesar de la lógica, logran convivir en un lugar, y como todo lugar, puede mejorarse e incluir más sonoridad que asimile nuestra idiosincrasia y nuestra propia vivencia y cotidianeidad, con estridencia o con melodías calmas, y eso dependerá del propio público y sus deseos y exigencias.

En la suma y resta, sin duda fue una buena Cumbre y bastante representativa del rock pop nacional evidenciando que nivel musical en esta tierra sobra, eso aunque no faltarán quienes reclamen por la inclusión de tal o cual artista –abriendo posibilidades para ser incluidas en otras versiones- o mire con recelo la inclusión de artistas más pop o de otras tendencias, pero como dice el dicho “para gustos, los colores”, lo que si queda claro es que se sigue consolidando un espacio y una de las más atractivas vitrinas para la escena musical chilena que, con leves mejoras organizativas –escuchando las críticas y propuestas de su mismo público asistente- eleven a lo más alto la Cumbre del Rock chileno.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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