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Carta Abierta a la comunidad artística en las vísperas de un próspero nuevo contexto Opinión

Carta Abierta a la comunidad artística en las vísperas de un próspero nuevo contexto

«El 2018, a diferencia de años anteriores, promete ser un año lleno de ventanas por donde podríamos convertirnos en un sector accionador de nuevas estrategias de relación con el aparato público, rompiendo con la lógica asistencialista en la que el Estado y nosotros mismos hemos delegado toda participación del arte», señala en esta columna de opinión el realizador escénico Ignacio Vargas.


¡Feliz año Nuevo! Llegó el 2018, un 2018 que viene con no pocas oportunidades para el área de la cultura, un nuevo ministerio que se crea, que requiere de una orgánica y de una implementación administrativa no menor.

Un cambio de gobierno que instala una nueva ministra en el cargo con el reordenamiento de los puestos de confianza al interior del mismo, así como de implementar una nueva organización administrativa.

Este 2018 viene también con la implementación de las diferentes políticas sectoriales, una pauta de buenas intenciones que de ser necesario nos interpela a la comunidad artística a ser garantes de que se cumplan o en nuestra desidia, que queden enterradas en los archivos del ministerio como una letra muerta que puede ser obviada por la nueva administración.

En el caso de las artes escénicas este 2018 viene con la promesa de la macro área, un espacio de reordenamiento de un sector vasto y diverso que requiere de generar equilibrios de fuerza al interior de ella, para evitar la sobre producción de algunos en desmedro de la invisibilización de otros.

Hay que articularse entonces de manera que las necesidades de cada sector que la compone no quede fuera, habrá sectores que recién se articulan como tales, otros quizás con mayores necesidades técnicas o de infraestructura. En esta lógica de las artes escénicas quizás cabe preguntarse si los futuros centros culturales deberán contar con un espacio escénico inclusivo de todas estas particularidades o si seguirán reproduciendo la lógica de sala de teatro frontal, por ejemplo.

Ahí quizás habrá que coordinarse en conjunto con los sectores de trabajadores técnicos, de manera de crear una directriz acorde.

El 2018, a diferencia de años anteriores, promete ser un año lleno de ventanas por donde podríamos convertirnos en un sector accionador de nuevas estrategias de relación con el aparato público, rompiendo con la lógica asistencialista en la que el Estado y nosotros mismos hemos delegado toda participación del arte.

Seguir siendo receptores de fondos no nos ayuda en nada ni a mejorar nuestro entorno de trabajo ni menos a la relación de precariedad en torno al consumo cultural, temática que domina talleres, seminarios y publicaciones, pero que en lo concreto nuestro campo de afectación se reduce cada vez más.

Hay mucho que hacer para acortar la brecha arte-publico, ya no basta con las buenas intenciones ni con la falsa promesa de las “escuelas de espectadores”, se debe cuantificar y estudiar con detención los comportamientos del público y las formas de relación que se establece con ellos, se debe asumir esa responsabilidad por parte de quienes creamos y por parte del Estado.

Este año nos invita a movilizarnos, articularnos y accionar por construir un aparato publico que nos sea útil, que responda no solo a nuestras necesidades sectoriales, sino a las necesidades propias de cualquier actividad que requiere de un cierto marco de contención mínimo para funcionar.

Necesitamos que las nuevas seremis de cultura, cuenten con una dotación de personal acorde, con infraestructura acorde, con presupuesto acorde.

De nada nos sirve que se perpetúen los actuales estándares donde los consejos regionales muchas veces son “atendidos por su propio dueño” con equipos de trabajo exiguos, donde 2 o 3 personas se deben “supervisar” y promover la totalidad de las diferentes formas lingüísticas de creación artística de una región, quedando la producción local obligada a interactuar con entes que muchas veces no manejan expertise acordes a las demandas del sector.

Cada lenguaje artístico posee sus complejidades y su contexto propio, lo que requiere de un interlocutor que pueda ver con propiedad como se puede maximizar el quehacer en cada área, así como diseñar estrategias de difusión, de divulgación, de integración con el área de educación, con promover vínculos de financiamiento con las empresas locales, etc.

Esto requiere también la infraestructura adecuada (centros culturales, bibliotecas, museos, centros de investigación, espacios de creación y reunión, etc.) infraestructura compleja que va más allá de un escritorio y un PC standard, que podrían bastar en otras secretarias y subsecretarias ministeriales. Se requiere comprender que las seremis de cultura deberán contar con una logística propia.

Esto llama entonces a aumentar el gasto fiscal en torno a la cultura. No hablamos de más fondos concursables necesariamente, sino, de presupuesto sectorial que permita que las políticas se puedan materializar de la mejor manera posible, mediante el equipamiento y el personal adecuado.

Este 2018 entonces nos pide tomar una posición como gremio, exigente, quizás atenta y participativa, nos interpela a que las artes que no cuentan con espacios de representatividad civil fuertes se empoderen, se renueven y/o se creen nuevas, pero por sobre todo se participe.

El ministerio en ciernes se construirá solo una vez, si esperamos a ver como es para actuar ya será tarde, ya habremos quedado una vez más rezagados de/por nosotros mismos.

Recordemos que la nueva ministra de cultura no es del todo parte del sector, lo que no debe anteponernos de manera negativa, pero si estar atentos, activos y participantes.

Todo el espectro que contempla la creación nos debe interpelar, muchas veces la investigación estética nos hace olvidarnos de esa dimensión que es constituyente del hacer artístico, nuestra ignorancia sobre ciertas practicas y modos de hacer “administrativos” nos instalan en falsos bandos contrarios. Debemos pedir entonces capacitaciones, asesorías en materias menos “artísticas” que nos permitan generar encuentros entre ambas dimensiones de la actividad.

Este 2018 entonces nos pide prepararnos activamente, comprender que nuestra actividad también debe incorporar metodologías y herramientas que exceden la practica lingüístico/estética.

Hay que pedirles a las universidades e institutos que sumen a sus mallas curriculares conocimientos que aporten a crear un artista completo, acorde a su contexto y con las herramientas para desarrollarlo y transformarlo, el virtuosismo o la capacidad expresiva de nada sirven sin las herramientas adecuadas para buscar los financiamientos para realizarlas, ya sea de manera dependiente vía fondos o auspicios o por la vía independiente de la autogestión.

Este 2018, año de creación, de organización y de inicio de un proceso de implementación de un nuevo ministerio que tomara varios años (se supone que serán 8) no solo nos exige como sector estar atentos a lo que viene, nos exige también hacernos responsables de nuestras condiciones futuras, de hacer política, de ser política, de salir y reclamar si fuese necesario.

También construir un nuevo contexto de relación con el aparato publico, un contexto que vaya más allá de una relación de dependencia financiera, sino de un robustecimiento del arte como una experiencia tridimensional, una experiencia de relación: social, artística, estética, económica, política y generadora de contenidos, constructora de nuevos contextos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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