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Lo pequeño y lo menor (o La representación de lo trans en dos películas chilenas contemporáneas y simultáneas) Casa Roshell y Una mujer fantástica

Lo pequeño y lo menor (o La representación de lo trans en dos películas chilenas contemporáneas y simultáneas)

Naomi Orellana
Por : Naomi Orellana Periodista de la Universidad de Chile.
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Hace un poco más de un año, fueron estrenadas en el festival de cine de Berlín, dos películas chilenas protagonizadas por transexuales. Casa Roshell, de Camila José Donoso, inspirada y filmada en un club mexicano, donde cada semana acuden desde transexuales hasta cisgénero, para compartir en un ambiente protegido conocimientos, sensibilidades y deseos travestis. Y Una mujer fantástica de Sebastián Lelio, de la cual no es necesario contar demasiado, pues ha gozado de una sobrecobertura mediática por el hecho de ser una película industrialmente exitosa protagonizada por una actriz transexual. Hecho que ha determinado a su vez, su éxito y el interés de los medios.

Casa Roshell es una película pequeña. Hacer una película pequeña es tanto o más complejo y me atrevo a decir, meritorio, que hacer una película grande. Que no es lo mismo que una gran película. Una película pequeña puede ser una gran película. Y una película grande puede ser una película mediocre, y esto es, hoy en día, escandalosamente común.

Cercano a los días en que se publicará este texto, se celebrará la fiesta más ostentosa de la industria cinematográfica norteamericana: los Oscar. El año 1972 Luis Buñuel ganó el icónico galardón antropomorfo, en la categoría Mejor película extranjera, con El discreto encanto de la burguesía. 46 años más tarde, Sebastián Lelio, tiene altísimas expectativas de compartir el mismo logro, con Una mujer fantástica. ¿Involución de La Academia? Si llegase a ganar, quizás tendríamos un antecedente para afirmarlo.

Si lo que realmente nos interesa es estimular la producción cinematográfica local de calidad, y no solo la capacidad de lobby -que si bien es importante, entre otras cosas, para la circulación de las obras no garantiza el aporte artístico al medio- puede resultar saludable tomar distancia de la euforia nacionalista que un reconocimiento así pueda generar, y tener la cautela de no poner en el altar de obras trascendentes aún, a una película cuyo único mérito indiscutible (porque todos los otros, incluído el de poner a una actriz trans como protagonista, son debatibles) es haber hecho un brillante recorrido por alfombras rojas.

Las maneras de abordar lo trans en ambas películas son distantes. Camila José Donoso realiza con Casa Roshell una tercera tesis, en forma de película, de un trabajo que ha venido desarrollando desde sus primeras obras. Es una inmersión en otra manifestación posible y existente de lo trans. Una exploración hacia el interior de un ecosistema mental y social íntimo, proponiendo un cine que rehuye del exotismo, de la mirada hacia lo otro y se inventa sus propias reglas, herramientas y métodos para filmar. No necesita recurrir a formas probadas de narrar, estéticas de catálogo, ni extravagancias ajenas. Conquista su propia singularidad para desde ahí observar y provocar remezones de sentido, agitación creativa y complicidades políticas.

Durante los días en que pienso y escribo esto, leo la primera crítica sobre Una mujer Fantástica que reúne y expone de manera contundente argumentos parecidos a los que intento argüir. Me alegro de no tener que escribirlo todo y encontrar compañía en la tediosa labor de estar en contra.

“Por su parte, al inscribir en Marina esa estructura narrativa tan propia de la manera en que el sujeto minoritarizado mujer ha entrado en el circuito comercial, Lelio guía la forma en que el espectador debe aprehender esa “otra subjetividad-otra”, volviendo legible y transparente a la mujer transgénero”, escribe Mónica Ramón Ríos en su crítica “Una mujer con adjetivo”, publicada en La Tempestad.

En nuestros tiempos, en que en nombre del feminismo se han producido aperturas, revueltas y también disputas, a partir de la incitación a denunciar y poner en evidencia conductas cuestionables o indiscutiblemente abusivas, machistas, desde las que se ha levantado toda una industria cinematográfica, y donde el cine independiente o “de autor” no ha salido ileso, es, dependiendo del caso, una oportunidad o un deber, poner otra luz sobre las formas de hacer cine.

¿A qué le podríamos llamar un cine feminista? ¿Cómo reconocer una postura artística feminista a partir de los códigos que configuran las las imágenes? ¿Por qué es relevante considerar, sobre todo en estos casos, este factor?

Decía hace un rato que Casa Roshell me parecía una película pequeña. Pero es, no es una película en la que se haya invertido un gran presupuesto, fue incluso uno de los problemas que enfrentó su realizadora al momento de conseguir financiamiento, pues a los productores les parecía una película sospechosamente barata. Fue filmada en seis días, en una sola locación cuyos espacios no superan los 3 metros cuadrados; escrita, producida y post producida en el transcurso de un año, y en paralelo a la filmación y producción de otros proyectos, constituye sin embargo una pieza cinematográficamente impecable y, desde las exigencia políticas que algunos le hacemos al cine, no solo coherente, si no que materializa lo que podríamos llamar un cine feminista desde su quehacer.

Casa Roshell, más allá del tema, establece vínculos creativos y diseña una acertada y ética estrategia artística, que le permite por un lado y desde el documental, respetar y mantener la fuerza de lo verídico, y desde la ficción proteger, blindar y jugar. Lleva a la pantalla grande como personaje principal no solo a “una” mujer trans sino a toda una colectividad de cuerpos que habitan el margen de lo socialmente establecido como normalidad, pero que lejos de buscar el reconocimiento y la aceptación del mundo heterosexual burgués, construyen un espacio cariñoso de resistencia, libertad y complicidad en la penumbra. Lo que hace feminista al cine de Camila José Donoso, es que no encandila. Guarda secretos.

La operación maestra de Sebastián Lelio de poner en la pantalla grande a una protagonista transexual, para representar una historia supuestamente inspirada en la vida de una mujer transexual, no logra, más allá de la pirueta, dejar de ser el testimonio de un ojo masculino intentando recrear, explicarse a sí mismo, una subjetividad que le es ajena y que solo se permite narrar bajo los códigos del mundo heterosexual y sin privaciones de producción.

“Creo que esta es una estrategia extrafílmica y comercial a la que debemos poner atención: la película es en muchos sentidos bastante esquemática y, a ratos, aburrida; diríamos una película menor y bastante criticable en sus transas comerciales”, señala lapidante Mónica Ramón Ríos sobre Una mujer fantástica y me ayuda a complementar mi idea sobre la diferencia entre lo pequeño y lo menor.

En Casa Roshell, lo “extrafílmico” que también podemos llamar lo político, es reforzado a través del uso del 16mm, cuya presencia conecta el engranaje epistémico de la obra. El uso de la cinta hecha de huesos tiene en México una carga política; representa una contraposición al cine industrial, posee una historia de compromiso con los Derechos Humanos y la lucha contra la censura y la indiferencia de los medios de comunicación a todo lo que esté fuera de la pauta de las cúspides de poder. Hacer un retrato en este soporte del Club Roshell, es entonces no solo un capricho estético, y va mucho más allá de transitar entre formatos, como una metáfora al desplazamiento de géneros de la transexualidad. Es reconocer y poner en el mapa, en la línea de tiempo revolucionaria, la lucha de la comunidad transgénero en México.

En Chile, una película hipervalidada como Una mujer fantástica, tiene el peligroso potencial de hacerle creer a la gente que se considera parte de la normalidad, que ya conoce de qué se trata esto de la transexualidad. Y con toda la sobrecobertura mediática, incluso sin haberla visto, hacerles pensar que tienen una opinión. La han sugerido incluso como material pedagógico. Veo con pavor lo que puede llegar surgir de la bien intencionada alianza industria cinematográfica- institución escolar.

Resulta muy gráfico para observar los inevitables alcances políticos que tiene el cine, el estreno simultáneo de estas dos películas. Casa Roshell y Una mujer fantástica son dos caras de una expresión contemporánea del cine chileno y cada una de ellas representa una manifestación del cine no solo como “una película”, en función de una obra, aislada, sino como un juego de estrategias y posiciones que también es posible atender.

Naomi Orellana. Periodista y escritora.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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