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Creadores de premiado cortometraje «La casa lobo», inspirado en Colonia Dignidad: «Intentamos de alguna manera ponernos en la piel de Paul Schäfer»

«Yo creo que hay algo que pasa, en particular en Chile, es que toda la revisión de la historia se drena», señaló Joaquín Cociña. «No se acumula. Es increíble. Muchas personas dicen: ‘Ah, el tema de la Colonia Dignidad es un tabú en Chile’. Y no es un tabú: se han hecho documentales, libros, se sabe más o menos. Pero es como que esa información pasa por el público y se va. Y desaparece. Y tienes que volver a echarle el ‘líquido amniótico’ para volver a recordar. Creo que es súper bueno re-visitar los fantasmas geopolíticos».


«La casa lobo», de los chilenos Joaquín Cociña y Cristóbal León, que este año fue premiada en la Berlinale, es un largometraje en stop motion lleno de terror sicológico, que cuenta la historia de María, una niña alemana que se encuentra atrapada en una casona en el sur de Chile.

La película, un trabajo que les tomó un lustro, alude a Colonia Dignidad, el reducto nazi que el alemán Paul Schäfer mantuvo cerca de Parral entre 1961 y 2005, hasta que fue detenido y condenado por abusos de menores. Ese mismo año, el lugar, que además funcionó como centro de detención y tortura durante la dictadura militar, cambió su nombre por Villa Baviera, y las autoridades tomaron control del lugar.

En una entrevista que concedieron recientemente al periodista Teobaldo Lagos, del Centro Alemán de Información para Latinoamérica (CAI) del Ministerio Federal Alemán de Exteriores, León señala que «hubo un proceso de investigación muy largo de gran parte de la literatura que ahí existe, al menos en español», en referencia al reducto nazi.

«Yo estuve un par de veces allá. Hablando con gente, yendo al lugar. De hecho, parte de los sonidos de la película, de ambiente como de los cerros, por ejemplo, viene de Villa Baviera, son sonidos grabados ahí».

Entendiendo a Schäfer

En Berlín, la película fue premiada en la categoría “Forum”, abocada a las producciones “más arriesgadas” como las de cine de vanguardia o de creadores de diferentes áreas, incluso más allá del cine. Para sus creadores, que antes habían producido los cortos “Luis” y “Lucía”,  la película aborda de manera entre lúdica y cruda el triste episodio de la historia reciente de Chile.

«En algún momento dejé de leer porque sentí que me estaba haciendo mal», comenta Cociña en referencia a Colonia Dignidad. «Estaba angustiado leyendo. Como no estábamos haciendo un documental, me di esa libertad. Lo que más traté de hacer fue intentar entender cómo funcionaba la cabeza ficcional de Paul Schäfer y ver cómo se creaban las relaciones ahí».

Menciona que, por ejemplo, en la Colonia entrenaban a los vendedores y a quienes atendían en el restaurante del lugar a no mirar a los ojos a los clientes visitantes de manera de no crear relaciones empáticas.

«Schäfer hizo cosas como matar simbólicamente al Viejo Pascuero (Santa Claus) durante una navidad, lo ahogó. Y después de eso ya no hubo Viejo Pascuero. Una serie de cosas que nos llevaban a la cuestión de cómo una persona hubiera hecho una película al respecto. Creo que ese fue el mayor trabajo para mí en lo documental: imaginar la mirada de Paul Schäfer».

Una nueva mirada

Sin embargo, esta obra esta mucho más allá de ser maniquea. Al igual que «No», de Pablo Larraín, de alguna forma se enmarca dentro de una nueva tradición para contar el pasado reciente, especialmente la dictadura.

«En algún punto, cuando estábamos en la escuela de arte, la generación anterior de artistas estaba trabajando mucho sobre la historia política reciente de Chile», dice León. «Algo que al menos a mí me parecía un poco decepcionante era que sentía que era muy homogénea esa mirada y confirmaba mucho los prejuicios o la ideología de todo el público que era partícipe de ‘esa obra’. Incluido está ahí el mundo del arte, de izquierda liberal en Chile».

«Yo me preguntaba cuál era el sentido de estar haciendo todo esto. De alguna manera cuando empezamos a hacer estos trabajos, lo hicimos inspirándonos en la novela ‘Nocturno de Chile’ de Roberto Bolaño. Bolaño mismo es una inspiración para esto: ¿de qué manera abordar estos temas sin ser tan lineal con mis propias alineaciones políticas? Intentábamos de alguna manera ponernos en la piel del otro, en este caso la piel de Paul Schäfer».

«Yo tengo la sensación de que cuando veo trabajos muy lineales, muy hechos con el ojo de la correctitud política, pienso que en veinte años (estos) van a dar lo mismo, van a estar completamente fechados, va a ser como ver las películas de la Revolución Rusa, ¿cachai? Como películas que se alinean completamente, que son retratos de sus propias ideologías», complementa León.

«Se trata más bien de cómo hacer trabajos de una ideología propia o de una orgánica propia que no dependan de tus propias convicciones e ideas, de tu mirada limitada y fechada de la realidad. Por eso no intentamos hacer una investigación tan acuciosa. Investigamos mucho, tuvimos períodos de mucha lectura con respecto a esto, y después consistió en volver a confundirse con respecto al tema y volver a olvidar. Me interesan los trabajos que funcionan como sueño o pesadillas de la realidad. Tenemos que comer toda esta historia reciente, digerirla, volverla a cagar. Y ese mojón que queda es la película».

León explica que a nivel artístico le interesa mucho la ambigüedad de un cuento de Hans Christian Andersen. «La niña muere de frío y el autor mata a todas sus protagonistas mujeres. ¡Es muy incorrecto! Pero eso me interesa más. Me gusta más».

Chile y el pasado

Y aunque sea una interpretación distinta, sin duda el mero hecho de que tome el tema de la dictadura, merece un pronunciamiento.

«Yo creo que hay algo que pasa, en particular en Chile, es que toda la revisión de la historia se drena», dice Cociña. «No se acumula. Es increíble. Muchas personas dicen: ‘Ah, el tema de la Colonia Dignidad es un tabú en Chile’. Y no es un tabú: se han hecho documentales, libros, se sabe más o menos. Pero es como que esa información pasa por el público y se va. Y desaparece. Y tienes que volver a echarle el ‘líquido amniótico’ para volver a recordar. Creo que es súper bueno re-visitar los fantasmas geopolíticos».

«Yo creo que eso es lo que hay que hacer desde el arte», coincide León. «Desde el punto de vista social, creo que hay otros intereses de entretención, ganar plata incluso, etc. Pero creo que el punto de vista social del arte tiene que ver con la creación completa de identidad: con capas, profunda – cuestionándose eso».

Para Cociña, este approach no lineal de abordar la historia es algo que los chicos más jóvenes «que nosotros lo tienen más incorporado, lo tienen más suelto. No somos los únicos, hay otros artistas también que revisan la historia».

«Los artistas mayores que nosotros no usaban el sentido del humor en sus obras, ¿cachai? Una obra sobre la tortura era siempre oscuro, café… No había ninguna fuga de sensualidad ni otros modos».

León siente que es justamente Pablo Larraín es que, como cineasta chileno, el que hace el giro.

«Lo hace porque viene de otro universo simbólico», concluye Cociña. «Básicamente entiende muy bien la publicidad, el neoliberalismo, la derecha, el modo de producción de Hollywood. Lo entiende muy bien por su procedencia familiar. Es como la tesis de ‘NO’: lo que ganó el día del plebiscito que derrocó a Pinochet no fue la izquierda. Y mucha gente de izquierda se enojó con la película porque justamente no era una reflejo de su ideología, sino del tejido social. Y eso pasó porque al parecer la izquierda más conservadora cree más en las hipótesis que en lo concreto».

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