CULTURA
Erasure es de esas bandas que se niegan a ser clasificadas y archivadas. Más vigentes que nunca aterrizaron en nuestro país el pasado jueves presentando su gira mundial “World Be Gone Tour” en un Movistar que, sin grandes parafernalias, logró conmover a más de un asistente que viajó al pasado y a las noches de discoteca de hace dos décadas atrás, época en que la banda alcanzaría su mayor apogeo por estas tierras.
Reconocidos como unos de los más grandes artistas británicos de la actualidad y de la música electrónica desde hace tres décadas, Erasure, formado en 1985 por el guitarrista y tecladista Vince Clarke y el cantante Andy Bell, se ha establecido como uno de los grandes dentro de la historia del pop electrónico.
Con sus diecisiete álbumes de estudio lanzados a lo largo de su carrera, Erasure ya emplazó una serie de éxitos en su país de origen, sumando 5 singles en el # 1, 17 en el top 10 y un total de 35 en el UK Top 40. Sus dos últimos álbumes, “World Be Gone” (2017) y “Always – The Very Best of Erasure” (2015), alcanzó el top 10 de ventas del Reino Unido.
Su trabajo más reciente trae composiciones más reflexivas, llevando a las recientes perturbaciones de la política mundial, a un análisis más profundo y una mirada hacia el futuro, además cuenta con la colaboración con Echo Collective, el colectivo de músicos posclásicos con sede en Bruselas más conocido por su continuo trabajo con A Winged Victory para los Sullen, Johann Johannsson y Dustin O’Halloran.
Pero esto ocurre principalmente por que la vida del dúo británico, ha cambiado mucho las últimas dos décadas. Consolidarse como leyendas del pop, significó un trabajo arduo por parte de ambos, tanto en las composiciones de la banda, como en el cambio de vida que tuvo que asumir su vocalista luego de enfrentar problemas con las drogas y volverse según sus propias palabras, ‘cliché del rockstar drogadicto’. Sobre el proceso de rehabilitación contó al diario el Clarín: “Todos somos humanos y tenemos nuestras adicciones. Nos rendimos a la lujuria y a la avaricia. Lo único que podemos aprender es a ser una persona con mayor autocontrol, más espiritual.”
Y así es como llegaron a Chile. Un medio Movistar Arena, los recibía con un escenario sin grandes parafernalias, pero que se encendería en el momento en que los británicos y sus dos coristas aterrizaron en él.
Era toda esa remembranza de los 80’ y 90’ en pleno. Las noches de discoteca, la libertad de expresión, la libertad sexual y ese ritmo que no podía dejar a nadie indiferente. Una experiencia invaluable para todos aquellos que han seguido la carrera de los británicos los últimos 33 años y que ahora los tuvieron tan cerca, que a ratos daba la impresión que incluso se les podía tocar.
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