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«Algún día las raíces»: la película sobre los últimos siete días de Matías Catrileo

La cinta está en proceso de posproducción tras un exitoso crowdfunding que superó la meta. Aunque en su ópera prima el director Alejandro Valdeavellanos quiso hacer un filme político, destaca que sobre todo quiere hablar sobre la importancia de la búsqueda de la raíz, «de tratar de encontrarnos a nosotros mismos, de llegar a descubrir cuál es nuestra raíz, para poder plantearnos en la vida».


A diez años del disparo por la espalda que le causó la muerte al estudiante Matías Catrileo, está a poco de ver la luz una cinta que relata los últimos siete días de su vida, escrita y dirigida por Alejandro Valdeavellano (Santiago, 1990).

Algún día las raíces actualmente está en proceso de posproducción y su estreno está previsto para 2019.

Aunque en su ópera prima quiso hacer un filme político, el realizador destaca que también quiere hablar sobre la importancia «de tratar de encontrarnos a nosotros mismos, de llegar a descubrir cuál es nuestra raíz, para poder plantearnos en la vida, para poder cuestionarnos cómo queremos vivir, dónde queremos vivir, cuestionarnos si está bien dónde y cómo estamos viviendo, cómo estamos haciendo las cosas».

Se trata de «ver en la raíz ciertas soluciones o caminos por donde deberíamos buscar respuestas para ir hacia adelante».

Asesinado por la espalda

Catrileo (1984-2008) se crió en La Florida y estudió en el Liceo Lastarria. Cuando salió del colegio, estudió filosofía y mapudungún por su cuenta, y luego fue a vivir a Temuco para estudiar agronomía en la Universidad de La Frontera. Estaba en tercer año cuando fue asesinado por un carabinero, durante la recuperación de terrenos mapuches en un fundo del agricultor Jorge Luchsinger.

Tras un proceso en la justicia militar, el cabo Walter Ramírez, quien le disparó con una UZI por la espalda, fue condenado a tres años de libertad vigilada, aunque la Contraloría validó en 2012 que siguiera en la institución.

El filme lleva el nombre de un verso escrito por el joven muerto a los 23 años, que es parte del libro El abrazo del viento (2014, Editorial Quimantú). Además gran parte de la cinta está hablada en «mapuñol», un lenguaje usual en territorio lafkenche, con subtítulos para aquellos pasajes que son exclusivamente en mapudungún.

El poemario El abrazo del viento (Editorial Quimantú) recoge los versos de Matías Catrileo.

Cosmovisión mapuche

En la cinta, Catrileo es interpretado por el actor Felipe Arce. Él quiso participar en la cinta porque siente que la cultura, y especialmente el cine, es «una manera de denunciar y hacer conciencia sobre el conflicto chileno mapuche, sobre la imagen de Matías y dar a conocer quién era. Siento que esta historia tiene un gran contenido social y a la vez nos permite visibilizar cosas que la prensa no, sobre todo los abusos que sufren los mapuches y los comuneros en el Wallmapu».

Para interpretar su papel, lo primero fue tratar de entender esta cosmovisión mapuche, y luego la imagen del propio Catrileo. Para lo primero vio muchos documentales y leyó varios libros, mientras que para lo segundo revisó videos de la familia, relatos de amigos que hay en Internet y sobre todo La biografía de Matías Catrileo (Pehuén, 2017), del historiador Fernando Pairicán. «Ahí se entiende de dónde viene, por qué decide ir al sur, cómo pasa a ser weichafe».

Arce también se instaló en una comunidad y compartió con comuneros. «La película refleja principalmente cómo Matías va al sur y se envuelve en esta cosmovisión mapuche para encontrar sus raíces y entender quién es él», remata.

Arce en el papel de Catrileo.

Apoyo familiar

El guión se construyó a partir de una investigación inicial de dos años, «con los relatos de familiares y de las personas que lo conocían de la ciudad y las comunidades», cuenta Valdeavellano. En ese marco, su equipo tuvo que viajar varias veces a territorio mapuche para ganarse la confianza -«y también el respeto»- de las comunidades, además del de la propia familia de Catrileo.

«Ellos, en particular la hermana y el papá, nos dieron el apoyo, y entendieron el proyecto y compartieron su visión política», detalla el director. Además, «nos dieron la ayuda para acercarnos a algunas comunidades, donde Matías estuvo, en particular en su último año de vida».

«Nosotros no los conocíamos. Fueron súper respetuosos, cuidadosos», cuenta Catalina Catrileo, hermana de Matías. «Nos dieron a conocer su idea, nos pareció bien y empezamos a trabajar en conjunto. Se preocuparon de hacer bien las cosas, se lo han tomado muy en serio. Hicieron un trabajo de investigación bien grande para hacer el perfil de Matías y el filme da a conocer los ideales y la lucha que él llevaba», cuenta.

«El filme ayuda a mantener viva la memoria, de recordar lo que nos pasa como sociedad», agrega. «También refleja la realidad y denuncia lo que ocurre en muchas comunidades y en muchas situaciones, en otras familias donde también ha habido asesinados y represión. Es hacer memoria histórica y una manera bonita de recordarlo, de recordar sus ideales», añade.

El estudiante Matías Catrileo.

Crisis de identidad

La idea de la cinta se gestó hace un lustro, cuando por la cabeza de Valdeavellano rondaba el tema de la crisis de identidad. «No me sentía chileno propiamente tal, por la forma en cómo vivimos acá en Santiago. No me sentía cómodo con la forma en que vivimos acá», dice.

Por eso, cuando supo la historia de Catrileo, «descubrí en él un conflicto de identidad que él también tuvo en un pasaje de su vida, bastante similar, con conflictos políticos, con preguntas políticas, al final buscando respuestas en la búsqueda de su raíz. Ha sido como un reencuentro a buscar en la personalidad, a buscarse, a encontrarse a sí mismo, a respetarse. Sentí y empaticé con Matías».

A eso se sumaron luego otras razones más políticas, vinculadas a la cosmovisión mapuche y el conflicto chileno mapuche. Valdeavellano reconoce un afán de «hacer cine político y de aprovechar la pantalla grande como un instrumento de denuncia».

«Apología al terrorismo»

Obviamente, este enfoque reforzó el carácter independiente de la cinta que intencionalmente, como una decisión moral, quiso prescindir de cualquier apoyo fiscal para su producción.

«Por concordancia política no podíamos postular a los fondos del Estado, porque era una contradicción en sí misma, si son los mismos fondos (de un Estado) que, de una u otra manera, es responsable del asesinato de Matías, de la represión den territorio mapuche, de no haber sancionado como correspondía al cabo Ramírez ni a las autoridades de ese momento», señala su director.

Y si bien no tuvieron problemas a la hora de filmar en territorio mapuche -basta recordar el caso de la documentalista Elena Varela, que en 2008 pasó tres meses en prisión tras ser detenida cuando filmaba el documental Newen Mapuche, acusada de asociación ilícita-, sí sufrieron una amenaza velada cuando postularon al Bolivialab, durante el proceso de escritura del guión, en 2016.

«En ese momento, la entidad que estaba a cargo de filtrar los proyectos chilenos, en aquel momento el Consejo (CNCA), mandaba una ficha con una retroalimentación. Y nos escribieron diciéndonos que la película podía ser pasada por Ley Antiterrorista si es que eventualmente seguíamos haciendo una apología al terrorismo», relata.

Para obtener fondos, los realizadores apelaron a la gente e hicieron un exitoso crowdfunding. Lograron superar la meta y casi llegaron a los cinco millones de pesos.

El director Alejandro Valdeavellano.

La solución al conflicto

Hoy Valdeavellano cree que las cosas han cambiado desde la muerte de Catrileo, especialmente con un mayor involucramiento de las comunidades en los procesos de «reivindicación territorial, cultural, ancestral».

«Ese suceso (el asesinato) marcó un antes y después. Algunas comunidades, dependiendo del territorio, asumieron una postura más confrontacional; otros, una más política desde el lado institucional. Algunos se abstrajeron, pero al menos se lo cuestionaron», expresa.

En cuanto al final del conflicto, Valdeavellano cree que «la solución sería cambiar el paradigma neoliberal, que se sustenta en el extractivismo en la zona».

«Pero es para largo. Lo ideal sería aplicar el Convenio 169, pero las últimas directrices, sobre todo de este Gobierno, distan de eso», concluye.

«Las cosmovisiones de los mapuche y el Estado chileno son totalmente opuestas. Para el desarrollo de la vida mapuche es importante el contacto con la tierra, los ríos, los animales, la naturaleza. Al huinca la naturaleza no le importa, solo la ve como un medio de producción. No tiene un contacto espiritual ni de autoconocimiento. Para los mapuche es difícil luchar contra estas grandes empresas, porque ellos son los dueños del país. La única solución es restituir las tierras que les pertenecen y que el Estado asuma el costo de lo que significa. Así va a disminuir la violencia en La Araucanía», dice Arce.

«Ha habido un avance en el sentido que cada vez son más las personas que se atreven a luchar por los derechos que han sido vulnerados», concluye por su parte Catalina Catrileo.

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