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Libro El vestigio del silencio: una profunda introspección versus un caos mental CULTURA

Libro El vestigio del silencio: una profunda introspección versus un caos mental


El vestigio del silencio es la primera novela publicada del cineasta chileno Jorge Yacoman (1988), novela ágil, con un sentido del humor solapado y oscuro que narra la historia de un joven que sufre de amnesia después de un accidente automovilístico.

Es una narrativa donde prima una profunda introspección versus un caos mental y emocional muy romántico finalmente, siempre desde una mirada desde el yo. Cabe destacar que fue escrita en Inglés y luego traducida al español.

La novela acontece en plenitud desde y en la cabeza del narrador protagonista, que se pasea entre recuerdos, hechos y pensamientos, los que van y vienen con la libertad que ellos otorgan y que muchas veces encarcelan, rigidizan, atemorizan y agobian.

“… me pregunto si es sólo el invierno que ha llegado o si es algo más grande tratando de meterse entre nosotros, como un ligero cambio de peso en el equilibrio de las cosas y todo, que hace que la gravedad se sienta más pesada”.

La novela aborda las relaciones externas, de y hacia otros, como consigo mismo. El eterno cuestionamiento de quién soy, las tantas veces que uno no se reconoce, pero que se sabe familiar y conocido.

“…todo el mundo tiene una razón para ser como es, pero sea cual sea la razón, creo que simplemente no deja que uno olvide quién es de todos modos”.

Yacoman tiene una ligereza y linealidad que parece caótica en un principio y que luego en concordancia plena, entre la fluidez de la mente y hechos puntuales. Deja en libertad ese emanar de los pensamientos y sensaciones, esa infinitud que converge en nuestra incansable mente y cuerpo.

A medida que el personaje-narrador va entrando en la piel, la lectura va como el movimiento del agua, como la intensidad de un baño de mar. Primero el ritual en la arena, los pies descalzos, el agua en un ir y venir, en un reconocimiento corpóreo. Acostumbras los pies al frío Pacífico y el Pacífico a ellos, para después zambullirse por completo, ya no hay vuelta atrás; estás dentro y quieres incluso nadar.

La novela envuelve al lector, es dinámica y redonda, con bellas imágenes y evocadora de sensaciones colectivas, moviéndose de un tiempo a otro, sin dejar hilos sueltos.

“…donde vivían siempre parecía como si hubiera llovido la noche anterior. Siempre hacía frío y estaba húmedo. Su casa tenía ese olor a casa vieja, madera, café y alimentos horneados que me entregaban comodidad y alivio”.

“Pero tal vez haya luz después de eso y sólo tengo que sumergirme en ella y contener mi respiración hasta ese instante en el que no tengo oxígeno y la oscuridad arde mientras empieza a pasar a través de mi y toda esperanza se pierde”.

La forma que tiene de expresar los pensamientos recónditos el personaje, ejerce una fuerte fuerza de atracción hacia el lector, porque la novela se engancha de uno y uno de ella, es mutua la atracción.

“Quiero mojar mis labios y despejar mi garganta. Trato de separarme de todo lo que estoy diciendo y aun así mis ojos se ponen llorosos y mi voz se quiebra”.

“…cada palabra es un escalofrío que recorre mi cuerpo. Me vuelvo piedra cada vez que trato de encontrar sus ojos y la vieja culpa infecta el aire hasta el punto en que apenas puedo respirar”.

 El vestigio del silencio se deja leer a través de la agudización de todos los sentidos, es muy de piel, de hechos cotidianos, de miedos irreales. Es una novela con un cierre perfecto, poco predecible, que nos deja con la esperanza del amor no tan efímero.

También la novela deja en evidencia el tipo de cultura en la que estamos insertos, a través de la visión de disconformismo del personaje frente a una sociedad vacía, donde dar espacio a lo que realmente importa, eso que está dentro es mal visto, porque hoy en día lo importante es producir, consumir y ponerle un precio al tiempo en vez de vivirlo como tal.

“Niños felices y sanos con sus padres aparecen en un gigantesco aviso con una frase que afirma que la marca mantiene a las familias unidas. No hay espíritu navideño en mi”.

Quizás se podría incluso comparar la amnesia del personaje con la amnesia a la cual somos intencionadamente arrastrados para perder la capacidad de raciocinio, la incapacidad de desarrollar un pensamiento crítico individual frente a la evidente manipulación que estamos sometidos a diario. Porque si tenemos esas lagunas, se produce la duda interna y nos convertimos en seres vulnerables y desconectados de nuestra propia esencia.

Pero como todo tiene su otra cara, para el personaje la amnesia es también una oportunidad para sacarse las vendas y estigmas sociales  y reconstruirse como ser humano.

Alejandra Coz, escritora.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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