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Hitler y la ópera: obras épicas para demostrar poder CULTURA

Hitler y la ópera: obras épicas para demostrar poder

Los nazis utilizaron la ópera como una poderosa herramienta de propaganda. Durante los mitines de Núremberg, Hitler estuvo personalmente involucrado en la puesta en escena de algunas producciones épicas de Wagner.


En 1933, Adolf Hitler declaró a la ciudad de Núremberg sede de las conferencias del partido nazi (NSDAP). El papel tradicional de esa ciudad como centro de la economía, el arte y de la cultura desde el Medioevo parecía el marco adecuado para los mitines que el NSDAP iba ha celebrar anualmente.

Pero, tanto para Hitler como para el ministro de Propaganda del régimen nazi, Joseph Goebbels, -quien supervisó la censura y la distribución de películas, música, teatro y artes visuales en el Tercer Reich- la música alemana, y especialmente la ópera daría un impacto propagandístico vital a esas reuniones.

Una nueva exposición en el Centro de Documentación de Partido Nazi de Núremberg cuenta ahora la historia de cómo el Teatro de la Ópera de Núremberg y el lugar donde se celebraron los desfiles masivos fueron dos escenarios a través los cuales el arte fue instrumentalizado por un régimen totalitario.

El título de la exposición «Hitler.Macht.Oper» juega con el doble significado de la palabra «Macht» en alemán. Aquí puede significar «hace» y «poder» («Hitler.Poder.Ópera» y «Hitler,Hace.Ópera»). El propio «Führer» participó personalmente en algunos aspectos de las escenificaciones musicales que celebraran su liderazgo.

La nueva exposición, que se extiende a lo largo de 530 metros cuadrados en el antiguo recinto de los mitines, incluye textos, imágenes, películas y reconstrucciones escénicas que reflejan toda la fuerza de esta poderosa herramienta de propaganda.

Los Maestros Cantores de Núremberg

Los Maestros Cantores de Núremberg, de Richard Wagner, es una odisea operística de cuatro horas y media, y la favorita de los nacionalsocialistas, que se representó en la Ópera del Estado de Berlín con motivo de la fundación del Tercer Reich, en marzo de 1933.

La «más alemana de todas las óperas» se ajustaba bien a las necesidades propagandísticas del arte nazi, retratando al maestro cantor Hans Sachs como un genio creativo patriótico que trabajaba, sobre todo al servicio, de su «pueblo» y de la «raza».
La obra regresó triunfalmente a su ciudad homónima cuando el preludio del Acto III apareció en la película de propaganda nazi de Leni Riefenstahl, de 1935, «El triunfo de la voluntad», que representaba el congreso del partido nazi de 1934 en Núremberg, al que asistieron cientos de miles de seguidores de Hitler.

En el año del estreno de la película, una representación épica de los Maestros Cantores inauguró el congreso de los nazis en la ópera de Núremberg. La obra fue interpretada por un conjunto de estrellas de alto calibre, seleccionadas por el propio Adolf Hitler, y con la opulenta puesta en escena del diseñador y arquitecto nazi Benno von Arent.

El congreso anual de Núremberg estuvo sometido a una estricta dirección escénica. El escenario usaba elementos típicos de producciones teatrales como proyectores, telones, música y decorados. El compositor Friedrich Jung fue encargado de crear una obra monumental para el congreso del partido de 1939. Sin embargo, esto se canceló a corto plazo. Pocos días después comenzó la Segunda Guerra Mundial con la invasión nazi a Polonia.

Wagner y la opera nazi

El antisemitismo de Richard Wagner fue, sin duda, parte del atractivo para Hitler, que durante mucho tiempo fue un admirador del compositor. La pregunta de si se puede escuchar a Wagner hoy en día con la conciencia tranquila sigue sin respuesta. Wagner no fue nazi, pero fue antisemita, lo que ya demostró en 1850 en su publicación «El judaísmo en la música» donde expone sus pensamientos sobre el poder y su visión antisemita de la supuesta incompetencia de los judíos.

Hitler fue un verdadero amante de la ópera, asistiendo a representaciones casi a diario durante el tiempo en que vivió en Viena. En su libro «Mein Kampf» describió la sensación que le causó ver la ópera «Lohengrin» a los 12 años. Una experiencia que, según él, cambió su vida.

La exposición en Núremberg es la más grande en su tipo sobre el tema del teatro musical bajo el nacionalsocialismo, desde la renombrada exposición sobre «Música degenerada», en Düsseldorf, en 1988, que reunía a algunos de los nombres más ilustres de la música alemana, artistas condenados por no responder a la ideología nazi.

La muestra sobre el rol de la ópera durante el nazismo está dividida en siete temas, como, por ejemplo: «Los Maestros Cantores», «La ópera» y «El ocaso de los dioses», el nombre de la ópera de Wagner que fue una de las últimas escenificaciones hechas por el régimen nazi en 1944, en la ya fuertemente bombardeada ciudad de Núremberg.

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