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Piñerismo quiere decidir qué es arte y qué no: grafiteros empiezan campaña contra ley que los criminaliza CULTURA

Piñerismo quiere decidir qué es arte y qué no: grafiteros empiezan campaña contra ley que los criminaliza

Un proyecto presentado por Cruz-Coke, exministro de Cultura, establece «un castigo efectivo y rápido a quienes delinquen generando daños al patrimonio», prohíbe la venta de aerosol a menores y hace «algo bastante grave, que es calificar lo que es arte y lo que no lo es. Yo, que llevo años pintando, a veces me lo pregunto y no lo sé», señaló el muralista Alejandro «Mono» González.


Una campaña contra un proyecto de ley que criminaliza el arte urbano inició esta semana el reconocido muralista Alejandro «Mono» González.

El tema ya lo había mencionado el Presidente Sebastián Piñera en su cuenta pública del 1 de junio, pero fue el 12 de junio, cuando el diputado Luciano Cruz-Coke -exministro de Cultura y militante de Evopoli- lo concretó al presentar al Congreso una iniciativa que «regula el arte gráfico urbano, establece condiciones para su desarrollo y sanciona rayados no autorizados».

En su campaña en la web, González manifiesta su «preocupación por las medidas coercitivas» que pretende el proyecto, que de paso establece una división de la comunidad del arte urbano al distinguir entre «artistas» -aquellos que pintan con permiso municipal, ya sea en propiedad pública o privada- y «grafiteros».

El proyecto fija «un castigo efectivo y rápido a quienes delinquen generando daños al patrimonio», e incluso determina que paguen los padres cuando los responsables sean menores de edad, según la pena fijada por los artículos 484 a 488 del Código Penal, que incluye reclusión y multas. La propuesta incluso prohíbe la venta de aerosol a menores, aspecto en el que León Calquín, «albacea» del grafiti chileno, advierte que «un niño que raya es un futuro artista en potencia».

«Este no es un tema de oponerse a las leyes», comentó «Mono» González a El Mostrador. «La ley hace algo bastante grave, que es calificar lo que es arte y lo que no es arte. Yo, que llevo años pintando, a veces me lo pregunto y no lo sé».

Alertó que «además la ley enfrenta a los grafiteros -a los que hacen tags, a los que rayan, a los cabros chicos que empiezan a pintar a los 12 años y que a partir de los 16 empiezan a hacerlo en grupos, y a los que considera delincuentes, vándalos, con los muralistas». El proyecto busca explícitamente distinguir el arte gráfico urbano o arte callejero de los rayados, tags o graffitis, promoviendo los primeros y desincentivando los segundos.

El proyecto de Cruz-Coke precisa que «el grafitero, o quien raya o ‘taguea’, no lo hace con un afán artístico, tampoco suele considerarse a sí mismo como un artista; por el contrario, normalmente estos rayan o pintan el entorno con una intención de rebeldía al sistema, de dejar su marca, lo que se traduce en que normalmente el grafitero o taggero se limita a plasmar su nombre o firma en un muro, en un vagón de tren o en alguna otra superficie visible».

[cita tipo=»destaque»]»Siempre será mucho mas fácil prohibir que crear», se lamentó Calquín, quien añadió que es «mucho más fácil prohibir que tratar de comprender el porqué tantos miles de jóvenes se atreven a expresarse libremente en los muros». Relató que personalmente ha vivido la experiencia desde adentro: «he estado en sus casas, en sus poblaciones y, lógico, en la calle he visto cada proceso. Desde un basural que gracias al muralismo después se transforma en plaza, de vecinos que financian para que su barrio se embellezca. O patios de cárceles mejorados con dineros de los propios reos, como Colina II».[/cita]

Además, plantea que «una gran mayoría de los rayados o pinturas que vemos en los muros, esculturas, mobiliario, transporte público y otros en Chile no constituyen arte, sino que, por el contrario, se tratan de daños hechos a la propiedad pública o privada, sin siquiera tener como correlación un beneficio material para quien lo inflige», expresa el legislador en el proyecto.

Muchos artistas urbanos comenzaron como «grafiteros». Un ejemplo es Inti, cuya obra se puede ver en el Metro Bellas Artes en Santiago, Valparaíso y otras ciudades del mundo, hoy residente en España. «Muchos así empiezan, quizás no todos», expresa Calquín.

«Los niños que comienzan rayando sus tags es seguro que su próximo paso es hacer una obra», destaca. «Hasta los consagrados -los kings- hacen tags. De hecho, firman sus trabajos con un tag también».

«Contaminación visual»

En el proyecto de Cruz-Coke además se asegura que la abundancia de tags, rayados y grafitis generan lo que se conoce como “contaminación visual”. Según el legislador, esta «produce daños que al igual que la contaminación del aire, la contaminación auditiva u otros tipos de contaminación, y que tiene efectos directos en la salud mental y física de las personas, tales como sobreexcitación sensorial, trastornos en el sueño, ansiedad, dolor de cabeza, estrés o incluso alteraciones en la memoria».

Con la norma, el partido de gobierno pretende el «establecimiento de un delito específico y del establecimiento de la obligación legal por parte de las municipalidades de dictar ordenanzas municipales destinadas a evitar lo comisión de dicho delito, a reprimir y a castigar de forma adecuada y oportuna este tipo de delitos, ordenanza municipal que tendrá ciertas características mínimas establecidas en la misma norma».

La iniciativa se ganó el repudio inmediato no solo de la comunidad artística, sino dentro del propio Parlamento. El diputado Amaro Labra -miembro de la comisión de Cultura de la Cámara Baja- afirmó que «lo que nosotros entendemos como arte urbano es una expresión desarrollada desde nuestro pueblo que crece, como una intervención participativa en el espacio público (…) la línea forzada y autoritaria que pretende establecer este proyecto de ley entre qué es arte y qué no lo es, es peligrosa y más si se contempla, entre otras cosas, que las municipalidades sean censores o ‘curadores’ que pueden terminar frenando expresiones que contengan mensajes políticos, feminista, de pueblos originarios, o de causas medioambientalistas, entre otros que no sean de su interés».

Para Labra lo que se necesita en cultura son iniciativas que sean «propositivas, que integren y promuevan las artes y que reconozcan el aporte de las manifestaciones populares en la formación de nuestras culturas».

«Siempre será mucho mas fácil prohibir que crear», se lamentó Calquín, quien añadió que es «mucho más fácil prohibir que tratar de comprender el porqué tantos miles de jóvenes se atreven a expresarse libremente en los muros». Relató que personalmente ha vivido la experiencia desde adentro: «he estado en sus casas, en sus poblaciones y, lógico en la calle, he visto cada proceso. Desde un basural que gracias al muralismo después se transforma en plaza, de vecinos que financian para que su barrio se embellezca. O patios de cárceles mejorados con dineros de los propios reos, como Colina II».

«Prohibir y criminalizar artistas está muy lejos de lo que la cultura necesita. Al contrario, debiera legislarse para apoyar más el talento», remató.

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