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Obra «Idomeneo»: en la ruta del sacrificio CULTURA

Obra «Idomeneo»: en la ruta del sacrificio


En el centro Cultural GAM el rey Idomeneo se niega a ofrecer a su hijo a Neptuno y la actriz Paulina García se convierte en un coro de muchas voces, de la mano de la directora Manuela Infante, en una apuesta vanguardista plena de música y efectos electrónicos.

Formando un potente dúo con el músico Diego Noguera, la prestigiosa intérprete nos narra la desventura del rey de Creta, que en su retorno de la guerra de Troya sufre los embates de una tormenta que hunde 79 barcos de su flota. El rey de Creta clama a Neptuno y promete eliminar al primer hombre visto en la playa a cambio del resguardo de su vida. La tragedia se instala, cuando ese primer ser vivo es su hijo quien viene a recibirlo.

La audaz puesta en escena es un desafío para García, quien debe desarmar y cuestionar todas las voces de la narración. La protagonista se nos ofrece como una líder de una banda de rock que, micrófono en mano, despliega energía formando un híbrido de relato teatral y concierto electrónico.

La poética inmersa en esta obra es terra australis incognita, teatro pensado para un concierto en un formato muy poco habitual. Como vocalista narradora, García alude incluso al habla común para entregar mejor las disyuntivas del rey en desgracia.

[cita tipo=»destaque»]¿Pueden el dignatario cretense o el juez hebreo elegir no cumplir? Resultan extraños sus compromisos, pues los poderosos nunca pagan con lo suyo. En la ópera de Mozart, el cura a cargo del libreto inventó un final feliz, en que Neptuno perdona y permite al hijo heredar el reino, casándose, incluso, con la chica guapa.[/cita]

Esta obra del dramaturgo alemán Roland Schimmelpfennig, trabaja la tesis de que la tragedia tiene su origen en los sacrificios ancestrales, comunes a todas las culturas del mundo.

El peón debe morir para concedernos la reina que vendrá a salvarnos, Allende se ofrendó en La Moneda defendiendo, curiosamente, la constitución del 25 y en la India inmolaban a las viudas. El sacrificio es el fundamento de toda asociación humana.

Según la teoría, todas las relaciones que conocemos en nuestra sociedad provienen de un culto a éste. Las poblaciones no pueden renunciar a él, pues se deben establecer límites a la libertad. Desde los grupos tribales hasta las sociedades modernas, es el inicio de toda mitología, requisito previo para tornar en argamasa a una comunidad.

Este rito siempre será un asunto de poder. Aún en una sociedad racional estará presente, aunque el consumo, el trabajo o la productividad nos digan que se han ido despojando de él.  Fue utilizado para construir la estratificación de las sociedades, luego de establecerse quienes estarían arriba o abajo.

Evadirlo o plasmarlo es siempre opción muy poco exitosa. El rey de Creta, ve a su hijo en la playa y en la versión clásica del mito no puede dejar de honrar su promesa a Neptuno. Al consumar con la deidad, el pueblo de la isla se subleva y le obliga a huir para buscar refugio en Italia.

En el Antiguo Testamento Jefté le promete a Jehová sacrificar en su honor la vida del primero que salga a recibirle a su regreso, si este Dios ayuda a vencer a los Amonitas (Jueces 11:31). Cual Idomeneo, retorna victorioso y es su hija la desafortunada, al consumar Jefté es rechazado por los súbditos debido a su ímpetu.

¿Pueden el dignatario cretense o el juez hebreo elegir no cumplir? Resultan extraños sus compromisos, pues los poderosos nunca pagan con lo suyo. En la ópera de Mozart, el cura a cargo del libreto inventó un final feliz, en que Neptuno perdona y permite al hijo heredar el reino, casándose, incluso, con la chica guapa.

El cristianismo sería una excepción, si hacemos una lectura positiva del mito.

Aterriza la paloma sobre El Cristo para orientar a Juan el bautista. Esa mensajera es el ego. Esta ave se ofrendaba en el templo, en el altar. El Cristo bautizado, implica que el mesías es una paloma para ser sacrificada por su padre ante el pueblo. Dios desea inmolar su Yo, pues su antiguo testamento trata mal a mujeres y niños a través de la humanidad corrompida.

El Cristo es un ave dócil sobre el monte Gólgota (cráneo), una daga hundida en lo más hondo de nuestro cerebro, donde habita esta caricatura de nuestro psiquismo.

Para convertirnos en un ser nuevo, no habría que matar la gallina, sino liquidar a una paloma. El ego considera que el mundo está hecho a imagen de sus ideas. Sin embargo, cuando esa parodia se mide con la realidad, no somos tan fuertes como pensábamos, sino débiles o, al contrario, no éramos tan débiles como creíamos y podemos hacer grandes hazañas.

Si el nuevo Dios nació de la mujer, un ser denostado por siglos de cultura, es porque desea sacrificar ese punto de vista. El Cristo mártir, sabe de memoria el antiguo testamento y se dedica a derribarlo sin escribir una sola palabra en un libro. Ni Cristo ni Sócrates escribieron nada, así abjuraron de trascender, humildes ante la historia.

Si ofrendamos esta caricatura nuestra, conseguiremos llegar al ser esencial. En todo caso, ¿Hay forma de huir del sacrificio? Los señores antropólogos dicen No. Los teóricos de los antiguos astronautas dicen que sí, porque estos a todo le dicen que sí.

Si alguien sabe cómo hacerle el quite, me avisa por favor.

 

 

 

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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