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Gustavo Santaolalla en Chile: música de primer nivel y homenaje a su amigo Jorge González CULTURA

Gustavo Santaolalla en Chile: música de primer nivel y homenaje a su amigo Jorge González


El multifacético músico argentino, Gustavo Santaolalla (67), se presentó este miércoles en la noche en el Teatro Nescafé de las Artes en el marco de su gira “Desandando el camino”, que lo ha llevado a recorrer toda América Latina y que ahora hizo escala en Santiago de Chile.

Un selecto público compuesto por una diversidad generacional (desde adolescentes hasta personas de la tercera edad) llegó a la cita, todos y todas entusiastas de su música, quienes sin embargo no tardaron en exigir la aparición del artista tras un retraso de casi 20 minutos en el inicio del show, pero que bien valdría la espera y se le perdonaría rápidamente al entrar en escena y escucharse los primeros acordes.

Tras subir al escenario, Gustavo y sus músicos, todos con sobrios trajes negros, camisa blanca y corbata negra, fueron recibidos, desde el inicio, con una ovación. Entre luces verdes y violetas y una puesta en escena minimalista de lámparas y sillas que permitían enfocar toda la atención en Santaolalla y sus músicos, se dio inicio a lo que serían más de dos horas de recorrido musical en una retrospectiva de lo que ha sido su dilatada carrera, misma que comenzó cuando apenas tenía 16 años en la ya mítica banda de rock argentino Arco Iris y que lo ha llevado a componer música para cine, teatro e influenciar a lo más grandes artistas latinoamericanos de las últimas tres décadas.

El show abrió con una emotiva “Abre tu mente”, invitando desde el inicio a formar parte de esta “gran cosa” y dejarse llevar –invitación mediante- en un viaje musicalizado de emociones que complementan la banda sonora de un continente y de todos los asistentes al show. Así, Santaolalla y sus músicos continuaron deleitando con temas como; “¿Quién es la chica?”, “Y una flor” y “Vasudeva”, todos temas de los inicios en Arco Iris. Sin embargo, uno de los primeros momentos emotivos estuvo marcado cuando se comenzó a escuchar los acordes de “Un poquito de tu amor”, interpretada magistralmente con esa dulce voz rasposa e íntima, tan característica de Gustavo.

En una de las primeras pausas, el músico habló del surgimiento y orígenes de la banda Arco Iris, la que describió “como una necesidad de construir identidad a través de la expresión de ritmos de los lugares de donde se proviene”, comparando de paso, esto con el trabajo de la banda chilena Los Jaivas. El viaje continuó con temas como “Zamba”, “Compañeros del sendero”, “Canción de cuna para el niño astronauta” y “Río de las penas”, con estas dos últimas recordó su obsesión por los extraterrestres, la mecánica cuántica y convocó –en su relato- al escenario la memoria de la intérprete argentina Mercedes Sosa. Entre memorias y anécdotas, y ya con el público cautivo y cómplice, el multifacético artista se tomó un receso de unos 15 minutos, prometiendo volver con las canciones de películas y videojuegos, jugando con ello con la ansiedad de la asistencia como parte de una rítmica y bien pensada presentación que hace curvas en la emocionalidad.

Segundo acto y homenaje al amigo Jorge González

Santaolalla y sus músicos retomaron el concierto con la interpretación de los temas; “No existe fuerza en el mundo”, “A solas”, y “Todo vale”. En este momento el argentino hace un alto en el espectáculo para saludar a quien describe como “un gran amigo chileno”, señalándolo entre el público a alguien que aún no se deja ver, todo eso ante la expectación y curiosidad de la asistencia. Se trataba del músico e ícono del rock chileno, Jorge González, momento en que la gente reacciona y salta de sus asientos para ponerse de pie y aplaudir efusivamente, y algunos para alcanzar a ver al homenajeado. Entre las luces aparece un González canoso que levanta la mano desde su asiento y regala una sonrisa a Gustavo y a todo un teatro emocionado con la sorpresa. Los aplausos hacia Santaolalla y González no cesan, mezclándose el reconocimiento y el respeto a dos leyendas vivientes del rock latinoamericano. El público solo comienza a silenciarse cuando Gustavo advierte que cantará una canción del disco “Corazones” (de la banda de González, Los Prisioneros), todo esto como parte de un homenaje a su amigo Jorge, en señal de respeto y admiración mutua. Así comienza la interpretación de una particular versión de “Por amarte”, y hay énfasis en lo de particular, porque no hay palabras para definir lo especial y diferente que puede llegar a ser esta canción interpretada por Gustavo y sus músicos, evitando el mero cover y entregando una ofrenda musical desde lo propia esencia, integrado naturalmente al show. Ya ha transcurrido gran parte del concierto y las emociones son incontables, el público así lo manifiesta en una entrega total hacia el show del que son privilegiados testigos.

Ya al final del espectáculo llega lo prometido. Entre pianos, xilófonos, bajos, contrabajos, chelos, baterías, timbales, violines, violas y guitarras; sumado a un silencio absoluto y respetuoso de un público absorto comienza a escucharse “De Ushuaia a la Quiaca”, la música del videojuego “The Last of Us” y de seguida, la música de la película “Brokeback Mountain” del director Ang Lee, trabajo por el cual la Academia le otorgara a Gustavo su primer Oscar (el segundo sería por la banda sonora de la película Babel, del director Alejandro González Iñárritu).

Es el momento cúlmine de la noche, desatada ya una absoluta complicidad entre el público y los músicos en el escenario, con una obnubilación de parte de los primeros, interrumpida solo para ovacionar al finalizar cada tema.

Mañana campestre” llega para revertir y sacudir el estado de los presentes, y desde el escenario se invita a cantarla, invitación que es aceptada con júbilo, esto por ser un tema conocido por la mayoría de la asistencia como quedó demostrado en el coro que se formó y retumbó en el teatro.

Los músicos comienzan a despedirse con los temas “Pena en mi corazón” y “Vecinos”, para finalizar con un potente y rocanrolero “Ando rodando”, en donde el público nuevamente se levantó de sus asientos, aplaudió y cantó efusivamente de principio a fin.

Una vez que se cierra el telón los aplausos de pie resonaron con más fuerza en el teatro, y a pesar de que eran cerca de las doce de la noche, todos se resisten a abandonar el lugar. Gustavo reaparece esta vez solo en el escenario, acompañado solo con una caja coplera, y con esta como única compañera interpreta; “No sé qué tienen mis penas”. El teatro Nescafé termina convertido en una pista de baile al ritmo de “Sudamérica”, canción de la banda Arco Iris tras la cual el telón se cierra definitivamente junto al aplauso y gritos apasionados, rabiosos y agradecidos de un público que se va del lugar satisfecho tras ver a uno de los músicos más completos e influyentes de las últimas décadas del continente americano.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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