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El Súper Tazón: ¿otra pomada que quieren vendernos?

El Súper Tazón: ¿otra pomada que quieren vendernos?

La final del fútbol estadounidense ha sido profusamente informada por medios de comunicación nacionales, llevando la voz cantante los informativos de los canales de televisión. ¿Por qué, si a los chilenos el mentado jueguito nos importa un carajo? ¿Es que tienen la brújula muy perdida o es porque quieren pasarnos gato por libre, como ya lo hicieron con Halloween y otras festividades que llenan los bolsillos de unos pocos?


Tal parece que los que mandan en el país quieren pasarnos otro gato por libre. Algo así como lo que años atrás hicieron con Halloween, festividad de origen celta que echó raíces en Estados Unidos y de la cual nos enterábamos vagamente si alguna vez leíamos “La Pequeña Lulú”.

Porque al comercio, que no da puntada sin hilo con tal de hacernos gastar esa plata que no tenemos, le encantó la idea de que se celebrara también en Chile esa noche de brujas sin la cual vivimos felices por décadas. La dichosa y ajena festividad, que mueve las importaciones, la industria nacional y el comercio es, aparte de una muestra más del colonialismo cultural al que somos permanente sometidos (¿se ha fijado que las liquidaciones ahora son Sale?), una oportunidad de oro para que, como siempre, unos pocos se llenen los bolsillos mientras la gran mayoría tiene otro motivo más para no llegar a fin de mes, como no sea pidiendo préstamos o pegándole sablazos a incautos o a inocentes familiares.

Y así como nos machacaron  y machacaron con la dichosa conmemoración de Halloween, que siempre nos importó un carajo, industriales y comerciantes lo hicieron también instituyendo una serie de días durante el año que obligaban a comprar algún engañito para no quedar como amarretes. El Día del Niño se transformó en los hechos en una segunda Navidad, sumándose al Día de la Madre, al Día del Padre y al Día de los Enamorados. Años atrás, incluso, a un cerebro se le ocurrió instituir el Día del Compadre, pero la iniciativa no tuvo ningún eco y, por lo mismo, cero éxito. Los comerciantes se quedaron acachados con el stock. Supe que ese fracaso frustró instituir el Día del Patas Negras, como algunos genios ya habían pensado… No siempre van a ganar ustedes, muchachos. ¿Será que en el fondo somos giles, pero nunca tanto? ¿O será que la institución del compadre se encuentra, como tantas otras, en vías de extinción?

La sesuda reflexión viene a cuento del esfuerzo digno de mejor causa con que la mayoría de los medios nacionales, entre los cuales la televisión ha llevado el estandarte, ha pretendido engancharnos con la final del Súper Tazón, a jugarse este domingo 1 de febrero en Arizona,  entre los Seatle Seahawks y los New England Patriots. ¡Quéeeeeee…! Porque lo más probable es que el 99,9 por ciento de los chilenos, frente a esta sabrosa noticia, haya tenido una reacción parecida. Porque, ¿qué son estos Seatle Seahawks y estos New England Patriots? Y más importante aún: ¿a quién diablos les interesan?

Son, para que usted lo sepa, como tuve que informarme yo, los finalistas de la Liga de Fútbol Americano (NFL). Uno es el ganador de la Conferencia Nacional (NFC) y el otro el vencedor de la Conferencia Americana (AFC). Se trata, entonces, de equipos conformados por verdaderos mastodontes de 2 metros y más de cien kilos que juegan a algo parecido al rugby, con una pelota ovalada similar al rugby y donde, al igual que en el rugby, se avanza yardas jugando con pases hacia atrás hasta ganar la línea de fondo rival. Los cracks de este deporte, aparte de ser dirigidos con instrucciones que reciben a través de pequeños transmisores, como cualquier robot que de tal se precie, usan cascos y una coraza de acolchados para evitar más lesiones aún de las que se producen partido tras partido. Un dato farandulero, para que entienda mejor la pomada que han estado tratando de venderle: O. J. Simpson, acusado del asesinato de su ex esposa, Nicole Brown, y del amigo de esta, Ronald Goldman, fue en su época uno de los ídolos yanquis de este juego que, a pesar de jugarse profesionalmente sólo en Estados Unidos, tuvo en algún momento el pretencioso rótulo de “Liga Mundial”. Algo así como el béisbol, que recibe un nombre parecido a pesar de que la liga es interna y no se sabe que en ella compitan, por ejemplo, países caribeños o centroamericanos que terminaron por adoptar el jueguito después de las largas estadías de los “marines” en territorio ajeno, resultados de tantas intervenciones y golpes de Estado que patrocinaron en esa región y en otras los gringos, en defensa de la libertad y de la democracia.

Si a usted, a mí y al de más allá este jueguito, aparte de no conocerlo, nos importa un comino, ¿por qué tanto empeño por tenernos al tanto? Pensando bien, puede ser otra muestra de lo perdida que tienen la brújula los equipos de prensa de los canales de televisión chilensis. Se dan hora y media para informarnos durante diez minutos de las últimas correrías de los malandrines, otros diez para una que otra noticia importante de política, economía y la última papa del caso Penta, y el resto lo rellenan con notas que, aparte de no constituir noticias por ningún lado, carecen de la más mínima importancia. Entre “picadas” veraniegas, sesudos reportajes acerca de las consecuencias del no cambio de la hora y visitas a restoranes que ofrecen platos supuestamente buenos y baratos, los fines de mes y los fines de semana largos se transforman para los jefes de prensa en una golosina. Entonces la noticia es, por ejemplo un jueves por la noche, la salida de 250 mil vehículos de Santiago. Y el domingo por la noche, que esos 250 mil vehículos vuelven a Santiago. ¡Diantres…!, como decía mi abuelita: ¿esa es la noticia? Noticia sería que no volvieran, agilados…

Eso es, si pensáramos bien. Si pensáramos mal, ¿por qué no creer que esta loable empeño por meternos el Súper Tazón en la cabecita, y el fútbol americano entre nuestros deportes más predilectos, no tiene también, como otras tantas cosas, una razón económica? Mire usted que a los ejecutivos no puede dejar de hacérseles agüita la boca cuando se enteran que los 30 segundos de publicidad durante este partido cuestan nada menos que 4,5 millones de dólares.

Los mexicanos ya la pillaron: no exhiben la propaganda gringa contratada para la final del Súper Tazón. Esos segundos los utilizan con sus propios avisadores.  De seguro no cobran la misma cantidad, aunque sean miles los mexicanos que, por vivir en Estados Unidos, o por querer ser admitidos en el faro de la libertad y de la democracia, empiezan por tomarle el gustito al fútbol americano o, al menos, a simular que vibran con él tanto como con una final entre el América y las Chivas de Guadalajara, una pelea de Juan Manuel Márquez o un programa de lucha libre, aunque golpes y caídas sean más falsas que beso de madrastra.

¿Creen ustedes que a los ejecutivos de nuestros canales no les gustaría echarle también mano a esos beneficios que trae en otras regiones transmitir la final del Súper Tazón? ¿Piensan que a los dueños de esos mismos canales no se les llenarían los ojitos de lágrimas de sólo ponerse a sacar cuentas de los beneficios de hacernos llegan tan extraordinario espectáculo? Pero primero, y como es lógico, hay que crear la necesidad. Lograr, fruto de vendernos esta pomada, que nos sumemos a los más de 100 millones de hogares que se interesan por ver a través de la caja idiota los pormenores de este imperdible partido. Un partido que, además, acostumbra exhibir en el entretiempo a cantantes o grupos “top” del espectáculo, como Madonna, Bruno Mars, Red Hot Chili Peppers y Justin Bieber, entre otros.

Que algo quede claro: los gringos no tienen la culpa. Es nuestra mentalidad colonizada durante décadas la que les hace creer a algunos iluminados que somos de lo más capaces de seguir consumiendo productos superfluos y que poco y nada nos interesan. Como este Súper Tazón, por ejemplo.

Por lo pronto, digamos que este Súper Tazón tiene, al igual que el fútbol con el pulpo Paul durante el Mundial de Sudáfrica 2010, el animalito capaz de pronosticar el resultado del partido. Se trata de Elijah, un  orangután del zoológico Hongle de Salt Lake City, en Utah, y que desde el año 2008 viene apuntándole al ganador. ¿Cómo? Le pasan al simio dos cascos fabricados con papel maché con los colores de los dos equipos y el que Elijah toque primero, será el ganador y campeón.

¿Me va a creer que esta fue noticia de primera página de un diario nacional? Somos todos monos…

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