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La cruzada en Columbia de Suzanne Goldberg: defensora de la cultura libre de abuso sexual y laboral BRAGA

La cruzada en Columbia de Suzanne Goldberg: defensora de la cultura libre de abuso sexual y laboral

La experta que visitó hace unas semanas Chile, estableció el modelo por el cual otras universidades se están guiando a nivel mundial,para encontrar métodos para investigar denuncias, y encarar la prevención. Columbia no tolera y lucha abiertamente contra el acoso sexual, la violación, la explotación sexual, el acoso de género, la violencia doméstica y la violencia en relaciones no formales.


El año 2006, Tarana Burke, una mujer sobreviviente de un ataque sexual en la ciudad de Nueva York, fundó el movimiento #MeToo. La principal necesidad que tenía en ese momento era hacer sentir a otros sobrevivientes que no se encontraban solos.

Burke, quien desde esa época se volvió activista en las sombras, vio con sorpresa desde su hogar cómo ese hashtag que había creado doce años atrás, estaba ahora siendo utilizado por miles de personas, luego que se hiciera público el caso de Harvey Weinstein. Con el #MeToo, otras mujeres habían comenzado a compartir sus historias.

Burke no sabía que la actriz Alyssa Milano había tropezado con la frase, desconociendo sus orígenes e instó a los sobrevivientes de la agresión sexual a usarla. Tampoco podía saber que, en las próximas semanas, el hashtag Me Too se usaría más de 12 millones de veces, lo que provocaría un extraordinario derramamiento de dolor y que un grupo no menor de hombres de alto perfil, perderían sus empleos. Lo único que sabía esa noche era que alguien estaba usando su lema.

Desde ese momento, el abuso y agresión sexual, tan comúnmente normalizada en la sociedad, se visibilizó por un canal que no soporta filtros: las redes sociales.

De esta forma, las historias que comenzaron a aparecer por internet, dejaron entrever un entramado de abusos que pasaba en la casa, el colegio, la universidad, el trabajo y las Fuerzas Armadas. Nadie se salvaba.

[cita tipo=»destaque»]Dentro de los costos dentro de las empresas, la profesora señala que está principalmente, el tema del conflicto moral. Las empresas hoy no pueden mirar a otro lado cuando uno de sus empleados está manifestando sentir hostilidad sexual por parte de un miembro de la organización, ya que esto finalmente se verá reflejado en una disminución de la calidad del trabajo, ausentismo laboral, disminución de ventas, asumir el costo de eventuales litigios judiciales, la publicidad negativa asociada al proceso y finalmente la mala reputación con la que quedará la organización posteriormente a todo el proceso.[/cita]

Por eso es que a medida que los estudiantes estadounidenses comenzaron a relatar desde sus universidades situaciones de violencia, abuso y discriminación sexual, es que los centros de estudio se vieron en la obligación de tomar este problema y generar políticas al respecto.  Esto también gracias a que la prensa aprovechó una serie de incidentes dramáticos, que fueron haciéndose cada vez mayores, que la presión aumentó dentro de los Studios, incluido una en particular en la Universidad de Columbia.

Luego de esto, es que Columbia, que ha sido históricamente líder en los Estados Unidos en prevención y respuesta en una gran cantidad de temáticas de alto calibre comunicacional, crea un estructurado sistema, de mano de la abogada defensora de los derechos de las minorías, Suzanne Goldberg, para promover una cultura libre de discriminación y hostigamiento en todas las instalaciones de la universidad.

El año 2015, Goldberg asume la vicepresidencia ejecutiva de «Vida Universitaria» en Columbia, desde donde fundó y dirige en la actualidad, la clínica jurídica para Asuntos de Sexualidad y Género y codirige también, el centro de Legislación sobre Género y Sexualidad en la Facultad de Derecho de la casa de estudios.

La experta visitó hace unas semanas Chile, y dentro de su apretada agenda, estaba reunirse el con los ministros de la Mujer y de Educación, Isabel Pla y Gerardo Varela, respectivamente. También sostuvo encuentros con rectores y decanos de las principales universidades chilenas, académicos, empresarios y representantes de centros de alumnos. Además, con miembros del de la Unidad Especializada en Violencia de Género y Delitos Sexuales de la Fiscalía Nacional.

Y todo esto, porque la Universidad de Columbia, ha establecido el modelo por el cual otras universidades se están guiando a nivel mundial, y esto incluye educación para alumnos, profesores y administrativos; recursos especiales para las víctimas; métodos para investigar denuncias, y prevención. Columbia no tolera y lucha abiertamente contra el acoso sexual, la violación, la explotación sexual, el acoso de género, la violencia doméstica y la violencia en relaciones no formales, como es el caso del pololeo en Chile. La universidad ha establecido protocolos que incluye defensa legal sin costo y la cultura libre de violencia sexual se ha vuelto un valor en sí dentro de la institución.

Y si bien la prevención es fundamental, contar con los canales adecuados para poder realizar las denuncias, es una de las piezas claves de este programa que ha implementado, al generar una plataforma multicanales en la cual sus estudiantes pueden, de forma segura y confidencial, manifestar lo que se encuentran vivenciando dentro e incluso fuera, del campus.

Porque las reglas están claras desde el día 1 en la Universidad de Columbia. En los últimos años, las situaciones de violencia sexual han quedado cada vez más expuestas a nivel mundial, pasando de una normalización social a un problema grave de abuso de género, que gracias a las redes sociales y las diferentes manifestaciones públicas en rechazo, se han comenzado a legislar y a visibilizar, notando dramáticamente que se puede hablar de un problema que atraviesa transversalmente a todos los actores sociales, desde los grupos de poder dominantes.

Y esto se ve reflejado en que la problemática que presenta Goldberg, también se ve en las empresas, Fuerzas Armadas, etc. No es un problema que se resume a grupos específicos, no diferencia condiciones económicas o sociales, ni siquiera diferencia condición sexual. La violencia sexual ataca desde múltiples francos, y para eso es que se ha preparado esta unidad especial de la casa de estudio.

Pero en Columbia no solo armaron oficinas especiales, sumaron recursos económicos y un equipo educacional: afiches, magnéticos, marcadores de libros y folletos, tapizan los campus para información de los alumnos. Es que, para Suzanne Goldberg y sus estudiantes, la lucha recién comienza y todos los mecanismos que utiliza la universidad para investigar estas trasgresiones con confidencialidad, imparcialidad y eficacia; y las sanciones y protocolos para prevenir la recurrencia, son prácticas a las que muchas Universidades chilenas deberían aspirar a llegar.

Porque como señala la profesional, el poder combatir efectivamente este tipo de prácticas, traspasa el tema de derechos de las mujeres y minorías, los cuales son fundamentales dentro de la lucha por la igualdad de derechos, si no que contribuyen también en un plano más general, a reducir los costos asociados a este tipo de actividades, tanto sociales como económicos.

Dentro de los costos educacionales, se encuentra la reducción de la calidad de lo aprendido, esto se refiere principalmente a que una persona que se encuentra siendo acechada, acosada o violentada, difícilmente podrá concentrarse en lo que está viendo dentro de la universidad. Es muy probable que a causa de esto no logre aprender, repruebe o finalmente abandone sus estudios.

Este es uno de los costos más elevados que puede tener un estudiante, especialmente aquellos que acceden a estudios superiores a base de endeudamiento. Goldberg señala que parar el acoso y saltos sexuales dentro de un ambiente educativo, es clave para conseguir que las mujeres en particular, puedan finalmente empoderarse y logren terminar sus carreras universitarias o programas que se encuentren cursando, consiguiendo también, poder aspirar a mejores condiciones de vida dentro de la sociedad.

Dentro de los costos dentro de las empresas, la profesora señala que está principalmente, el tema del conflicto moral. Las empresas hoy no pueden mirar a otro lado cuando uno de sus empleados está manifestando sentir hostilidad sexual por parte de un miembro de la organización, ya que esto finalmente se verá reflejado en una disminución de la calidad del trabajo, ausentismo laboral, disminución de ventas, asumir el costo de eventuales litigios judiciales, la publicidad negativa asociada al proceso y finalmente la mala reputación con la que quedará la organización posteriormente a todo el proceso.  

Y todo lo anterior, se reduce a un solo gran costo que es el de la sociedad, que se ve dañado en la dignidad, en el cambio de vida y económico en múltiples niveles, como es el personal, familiar, comunitario, educacional, institucional, nacional y finalmente global, ya que el problema del abuso sexual repercute en las bases de la tan anhelada igualdad entre sexos. Poder decir que “no” y se entienda que es “no”, no un “quizás” o un “si” encubierto, es esencial para poder avanzar en la igualdad de los seres humanos tanto dentro del ámbito social como político y social. Uno de los desafíos que al menos, la universidad de Columbia ya tomó como algo personal. 

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