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Esa maldita posesión…

Esa maldita posesión…

Dado que en nuestra pega los controles de calidad brillan por su ausencia, cada cierto tiempo se verbalizan y/o internalizan palabras y conceptos que terminan por desvirtuar el análisis desde la óptica futbolística más pura.


En un plano formal, muchas de las imprecisiones provienen del periodismo deportivo argentino, las cuales encuentran en Chile una generosa caja de resonancia. Por ejemplo, desde que nuestros colegas de allá comenzaron a hablar que “el delantero desborda por derecha” o “el lateral se proyecta por izquierda”, acá muchos se comieron olímpicamente los artículos y adaptaron esa aberración lingüística, sin percatarse de que cuando el ataque es por el medio de la cancha están obligados a decir “por EL centro”, confirmación empírica de que el desborde es “por LA derecha” y la proyección es “por LA izquierda”…

Pero este caso -ilustrativo, por cierto-, se subsana con un buen retorno al diccionario, por lo que resulta “inofensivo” en comparación a distorsiones mayores. Una de ellas, tal vez la de mayor peso en el último tiempo, es la veneración que buena parte del medio siente por la posesión del balón.

¡Qué manera de estar sobrevalorada la famosa posesión!

Los análisis empiezan y finalizan con ella; los técnicos la utilizan cada vez que quieren excusarse de un traspié (“perdimos, pero nuestra posesión de pelota fue…”), para reafirmar un triunfo (“ganamos en los goles y en la posesión”) o sencillamente para embolinar la perdiz, como lo hizo Jorge Luis Sampaoli después de la derrota frente a Brasil en Londres.

La “culpa” de todo esto la tiene la tecnología, pero sobre todo el gran Barcelona de Pep Guardiola. La primera, porque en cada transmisión televisiva, incluso tratándose del partido más corneta del mundo, aparece en la pantalla el mentado registro: equipo local, 60% de posesión… El segundo, porque ese gran Barca llegaba a niveles escalofriantes de tenencia de balón, pero también de efectividad frente al arco rival, algo así como: 80% y 5-0.

En ese caso, la posesión iba de la mano con la contundencia ofensiva, que es la estadística más decidora en la mayoría de los casos.

Tras el 0-1 que recibió la Roja frente al Scratch, Sampaoli habló reiteradamente del dominio, de la posesión y de lo mal que Chile hizo ver a Brasil… Todo, para justificar vanamente que en el Emirates Stadium nuestro equipo salió del vestuario con la vista fija en el 0-0, transando un ideario futbolístico que hasta hace poco era inmutable en el estratego argentino: un ataque sostenido, aprovechando movimientos societarios de jugadores en la elaboración y en el último cuarto de cancha, sin olvidar -¡cómo hacerlo!- del talento y de la habilidad individual en el mano a mano y a la hora del finiquito.

¿Vimos realmente a un Brasil dominado? Le costó progresar en algunos pasajes del juego (Dunga prolonga lo que hizo Scolari: una selección sin el talento de otras épocas), pero que jamás sufrió zozobras, al punto de que el arquero Jefferson sólo debió exigirse en el minuto 85, con un tiro libre de Fernández. Y nada más.

Fue un “dominio” sin llegada. Una posesión inofensiva. Una tenencia lateral, vana, sin verticalidad. De eso terminó jactándose Sampaoli.

Habría que preguntarle si así pretende alzar la Copa América. O imaginan, una vez terminado el certamen, que el casildense justifique un mal rendimiento, señalando con la cara llena de risa: “No llegamos a la final, pero fuimos el equipo que tuvo más la pelota…”

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