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Desequilibrios globales, Japón y petróleo centran agenda del G-20

En el encuentro anterior celebrado en la capital francesa, se acordaron tres grandes áreas – la deuda pública y el déficit fiscal, el ahorro y la inversión privada y los intercambios comerciales- para medir el desempeño económico de un país. Pero ahora el G-20 quiere completar la «fase uno» del proceso, que concluirá cuando haya un acuerdo sobre cómo aplicar parámetros de medición para cada una de las tres grandes áreas establecidas.


Los titulares de Economía del G-20 se reunirán este viernes  en Washington con el objetivo de avanzar en su plan para identificar a países «peligrosos» para la estabilidad global y abordar temas como las crisis en Japón y Medio Oriente.

Francia, el presidente de turno del G-20, quiere ir un paso más allá de lo acordado en la última reunión en París en febrero.

En el encuentro en la capital francesa, el Grupo de los Veinte acordó tres grandes áreas – la deuda pública y el déficit fiscal, el ahorro y la inversión privada y los intercambios comerciales- para medir el desempeño económico de un país.

Ahora el G-20 quiere completar la «fase uno» del proceso, que concluirá cuando haya un acuerdo sobre cómo aplicar parámetros de medición para cada una de las tres grandes áreas establecidas.

El objetivo final es determinar cuándo los niveles de deuda, los déficit comerciales u otros indicadores revelan riesgos sistémicos y establecer una serie de políticas correctivas a seguir por los países «peligrosos» bajo los auspicios del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Se trata de un proceso complejo, según reconoció la ministra de Finanzas francesa, Christine Lagarde, quien aseguró que «todavía no existe acuerdo» sobre cómo aplicar los parámetros.

China ha advertido que no dejará que otros creen una «herramienta política» para frenar su expansión económica al intentar controlar sus abultados superávit comerciales.

En la reunión de febrero, Beijing se negó a aceptar que los tipos de cambio fueran un parámetro de medición ante el temor a que eso reforzara la presión a favor de la apreciación del yuan.

Con resistencias de ese tipo el proyecto corre el riesgo de convertirse en mera declaración retórica, aunque el plan es alcanzar un acuerdo final y pasar a la fase de implementación tras la reunión de jefes de estado del G-20 en Cannes (Francia) en noviembre.

Lagarde y sus colegas del G-20 comenzarán a discutir el tema esta noche en una cena de trabajo a puertas cerradas en la sede del Fondo Monetario Internacional (FMI), que celebra esta semana su reunión de primavera conjunta con el Banco Mundial (BM).

Está previsto que esa cena de trabajo esté precedida de otro encuentro privado del G7 (EE.UU., Gran Bretaña, Canadá, Francia, Alemania, Italia y Japón) que se espera esté dominado por conversaciones sobre la crisis nuclear en Japón.

El grupo decidió una inusual intervención coordinada en los mercados el mes pasado para debilitar el yen y respaldar así la economía japonesa en su proceso de recuperación del terremoto y posterior tsunami del pasado 11 de marzo.

El ministro de Finanzas japonés, Yoshihiko Noda, adelantó esta semana desde Tokio que planea explicar ante sus socios del G-20 las partidas presupuestarias extra de Japón para acometer las tareas de reconstrucción, así como el potencial impacto económico del sismo.

El FMI dijo esta semana que la incertidumbre sobre el futuro de la economía japonesa es «enorme» por las dudas sobre el coste exacto del temblor y los problemas en la planta nuclear de Fukushima.

El organismo prevé que Japón crezca un 1,4 % este año, muy por debajo del 4 % del 2010.

Se espera que la escalada de los precios del petróleo a raíz de las recientes revueltas en Oriente Medio y el norte de África ocupe también un lugar destacado en la agenda de trabajo del G-20.

El presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, describió como un «brebaje tóxico» la combinación de precios altos de los alimentos y repunte de los combustibles.

Advirtió, en ese sentido, que los alimentos se encuentran en «terreno peligroso» al rondar los niveles alcanzados en el 2008, cuando el encarecimiento de la comida desencadenó violentas protestas en los países en desarrollo.

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