Publicidad
La llegada de Rodrigo Valdés a Hacienda pone a uno más de “la pandilla del MIT” en un rol clave en los debates políticos de economías occidentales

La llegada de Rodrigo Valdés a Hacienda pone a uno más de “la pandilla del MIT” en un rol clave en los debates políticos de economías occidentales

Valdés, junto con José de Gregorio, Eduardo Engel y Vittorio Corbo, están entre los más de 300 ex alumnos de la influyente universidad en Chile. Mirando a Wall Street, Ben Bernanke se doctoró en el MIT, igual que Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, y Olivier Blanchard, economista jefe del FMI. A diferencia de los Chicago Boys, se distinguen por su pragmatismo. De acuerdo a Paul Krugman, Premio Nobel y también ex alumno, los economistas formados en el MIT, tienen “un peso desproporcionado en las instituciones y los debates políticos de todo el mundo occidental».


El dogmatismo de los Chicago Boys está cediendo espacio al pragmatismo de los economistas del Massachusetts Institute of Technology (MIT).

Al menos esa es la visión del Nobel de Economía y columnista del New York Times, Paul Krugman.

Y la llegada de Rodrigo Valdés a Hacienda pone a uno más de “la pandilla del MIT” en un rol clave en los debates políticos de economías de todo el mundo occidental en este siglo.

Valdés, junto con José de Gregorio, Eduardo Engel y Vittorio Corbo, están entre los más de más de 300 ex alumnos de la influyente universidad en Chile.

Mirando a Wall Street, Ben Bernanke se doctoró en el MIT, igual que Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, y Olivier Blanchard, economista jefe del FMI que será reemplazado por otro ex MIT. A diferencia de los Chicago Boys, se distinguen por su pragmatismo.

Para Krugman –también ex alumno–, los economistas formados en el MIT tienen “un peso desproporcionado en las instituciones y los debates políticos de todo el mundo occidental.

En una columna que tituló “Adiós, Chicago Boys. Hola, pandilla del MIT”, el Premio Nobel sostiene que los Chicago Boys “se llevaron el radicalismo del libre mercado a sus países de origen” y que “la influencia de estos economistas se enmarcó en un fenómeno más generalizado: las décadas de 1970 y 1980 fueron una época de supremacía para las ideas económicas basadas en el laissez-faire y para la escuela de Chicago, promotora de dichas ideas”.

Pero Krugman puntualiza que es la escuela de MIT la que ahora está en alza, “y merecidamente” agrega.

Dice que lo que distingue a la economía del MIT de las demás es que, en la década de 1970, el gran desafío para las economías era la combinación de un desempleo elevado con una inflación alta”.

Ese problema, explica Krugman, había sido anticipado por Milton Friedman, el padre de los Chicago Boys. “La llegada de la estanflación fue un gran triunfo para Milton Friedman, quien había predicho exactamente ese desenlace si el Gobierno intentaba mantener la tasa de paro demasiado baja durante demasiado tiempo; todo el mundo lo consideró, con razón o –en su mayoría– sin ella, una prueba de que los mercados acertaban y el Gobierno debía limitarse a quitarse de en medio”, se explaya la columna.

Esto tuvo como resultado que muchos economistas respondieran a la estanflación “dando la espalda a la economía keynesiana y a su petición de que el Gobierno adoptara medidas para combatir las recesiones”.

Pero no en MIT, dice el Nobel de Economía. Ahí –explica– “los alumnos siguieron aprendiendo acerca de las imperfecciones de los mercados y la función que la política fiscal y monetaria puede desempeñar a la hora de estimular una economía deprimida”.

Y Krugman explica que ese pragmátismo y de “mentalidad abierta” se vio reivindicado de forma abrumadora luego de la crisis subprime que estalló en 2008. “Los economistas de la escuela de Chicago advertían una y otra vez de que si se respondía a la crisis imprimiendo dinero y permitiendo que aumentase el déficit, se provocaría una estanflación similar a la de la década de 1970, y que la inflación y los tipos de interés se dispararían. Pero los del MIT predijeron, con acierto, que la inflación y los tipos de interés seguirían bajos mientras la economía estuviese deprimida, y que los intentos prematuros de reducir drásticamente el déficit agravarían la depresión”.

Publicidad

Tendencias