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Noah Smith lapidario con Argentina: tiene grandes economistas pero una economía terrible

Noah Smith lapidario con Argentina: tiene grandes economistas pero una economía terrible

El influyente columnista de Bloomberg dice que los macroeconomistas en Argentina salen con actrices y ostentan cientos de miles de seguidores en Twitter, «¡suficiente para hacerme pensar que elegí la profesión equivocada!». Sin embargo, agrega que Argentina es un ejemplo clásico de un caso macroeconómico perdido. Es, muy probablemente, el único país donde una mala política macroeconómica ha generado un deterioro a largo plazo, señala.


Muchas veces, son nuestras tragedias personales las que determinan nuestras elecciones profesionales. Alguien que pierde a su padre por un cáncer puede decidir ser oncólogo. Alguien que crece rodeado por el delito puede orientarse a la psicología delictiva. Pienso en este principio cuando veo a los macro-economistas argentinos.

Si usted asiste a conferencias sobre macroeconomía y lee monografías macroeconómicas, rápidamente observa que los argentinos están enormemente sobre-representados en esa área. Por ejemplo, tomemos a Iván Werning, una de las superestrellas en ascenso en el ámbito macro. Narayana Kocherlakota, presidente de la Fed de Minneapolis, atribuye a una monografía de Werning el haber cambiado su opinión en cuanto a mantener las tasas de interés bajas. Kocherlakota mismo no es precisamente un vago académico, de modo que resulta sumamente elocuente que cambiara toda su perspectiva a raíz de las percepciones de Werning.

Otro argentino superestrella es Guillermo Calvo, de Columbia. Calvo es responsable de una de las técnicas matemáticas clave que alimenta los modelos económicos neo-keynesianos, que actualmente constituyen el tipo dominante utilizado en la teoría de los ciclos económicos. Otro ejemplo prominente es Alberto Cavallo del Massachusetts Institute of Technology. La lista es muy larga; podría llenar dos artículos enteros de Bloomberg View cantando loas sobre los macro-economistas de Argentina, y todavía quedarían algunos fuera de la lista.

Si los argentinos son estrellas en los salones del universo académico estadounidense, en su país natal son verdaderas celebridades. En 2014, The Economist publicó un artículo sobre macroeconomistas en Argentina que salían con actrices y ostentaban cientos de miles de seguidores en Twitter. ¡Suficiente para hacerme pensar que elegí la profesión equivocada!

La pregunta es, por ende, la siguiente: ¿Por qué ha habido semejante invasión de talento argentino en la macroeconomía? Es aquí donde interviene la idea de la tragedia personal. Argentina es un ejemplo clásico de un caso macroeconómico perdido. Es, muy probablemente, el único país donde una mala política macroeconómica ha generado un deterioro a largo plazo.

El siglo pasado fue un fracaso sin paliativos para la economía de Argentina. Un siglo atrás, el país se hallaba firmemente anclado en las filas de los países desarrollados, con un producto interno bruto per cápita que alcanzaba tres cuartos del estadounidense (aproximadamente donde se encuentran actualmente Japón y el Reino Unido). Desde entonces, la cifra ha caído en forma constante, dado que Argentina se estancó y el resto del mundo avanzó. A la fecha, Argentina bajó hasta un tercio de los niveles de ingreso estadounidenses, lo cual deja al país sólidamente en las filas de los países de ingresos medios.

Como era de suponer, la turbulencia macroeconómica ha sido acompañada por agitación política. En algunos casos, la inestabilidad política es la causante de la inestabilidad macroeconómica, y a veces ocurre lo inverso. La historia de Argentina es una triste letanía de golpes, dictaduras, democracias inestables, intervenciones económicas masivas, disturbios y malestar.

Con razón los mejores y más brillantes en Argentina se vuelcan a la macroeconomía. ¿Qué otra cosa van a hacer con su inteligencia? Si se dedican a la ingeniería, hay muchas probabilidades de que el diseño de las políticas macroeconómicas lleve a sus empresas a la quiebra. En la macroeconomía, por lo menos pueden tener la posibilidad de encontrar una solución para la aparente maldición que pesa sobre su país.

Lo triste es que casi seguramente no tendrán esa oportunidad. Los economistas no son muy buenos para entender los caprichos de la política, los movimientos de masas, las transiciones del poder y cosas por el estilo. Otros tampoco, en realidad. Estudiar la política monetaria o la política fiscal óptimas está bien y es bueno, pero tiene muchas más probabilidades de ayudar a un país estable como los Estados Unidos que a un país inestable como Argentina. Las mejores políticas macroeconómicas no sirven si dependen de las peores personas para su implementación.

O sea que, si bien el torrente de talentos de Argentina ha enriquecido la profesión macroeconómica, no podrá curar los problemas de Argentina. Para ello, el país necesita instituciones estables, inclusivas –la sociedad civil, una democracia estable, un Estado que trate de alentar el desarrollo económico en vez de ir dando tumbos de una crisis a otra. Eso es algo que, por ahora, ninguna teoría nos dice cómo crear.

*Esta columna no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial ni de Bloomberg LP y sus propietarios.

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